||31||

556 86 46
                                    

|31|Un Scorfano puro

Portorosso, Italia, octubre de 1993

Recostados en las sabanas anaranjadas. Lilian –aun con su pijama puesta y su cabello rojizo hecho un desastre total– no podía dejar de sonreír maternalmente al jugar con los piecitos de sus bebés. La alegría la invadía al ver las encías de ambos mellizos en un intento de reír para su madre; sus amados Alberto y Giulietta Marcovaldo eran su razón de vivir. Estar con ellos le hacía olvidarse de la horrible tormenta que azotaba el pueblo.

Ambos bebés se divertían ante los mimos de la pelirroja, Giulietta intentaba quitarse a "mordidas" sus tediosos guantecitos al igual que su pelele rosado mientras que Alberto –quien usaba un pelele amarillo– intentaba meter su piecito a su boca, fallando en el intento al rodar sobre las sabanas. La mujer tuvo cuidado con ambos, vigilando siempre que Giulia no le dé un manotazo a la cara de Alberto como ocurrió varias veces desde que ella nació, al igual que Alberto intentaba morder a su hermana. A ella no le importo adoptar a un bebé monstruo marino, desde que cargo en sus brazos aquel bebé por primera vez supo que no quería dejarlo solo. Tampoco le tomo importancia estar encerrada todo lo que le quedaba de su embarazo para no crear sospechas y cuando nació su hija alardeo con orgullo y una enorme sonrisa que tuvo mellizos.

Dejo de ver a sus bebés un momento de escuchar el rechino de la puerta de su habitación, levantó su mirada al ver a su gato adentrarse antes para poco después la gran figura de su esposo apareciera con un semblante concentrado en no tirar la taza con el té de su mujer.

–Tardaste –dijo en un tono burlón mientras estiraba sus manos para agarrar su taza.

–¿No planeas levantarte hoy? –le preguntó sereno mientras se sentaba en el borde de la cama.

Ella negó con su cabeza manteniendo una sonrisa infantil. Massimo suspiró, tomo con cuidado a su hija, arrullándola en su brazo. Giulia bostezó con fuerza mientras tallaba su ojito con su puño y balbuceaba.

–Quiero pasar todo el día con ellos –dejó su taza en la mesita de noche para después cargar a Alberto y darle un toquecito en su nariz; provocando una risa en él–, además de seguir investigando como cuidar a Alberto. No podemos tratarlo como un humano, podía enfermarlo.

Miro a su hijo preocupada, exhaló antes de bajar parte de su camisón y descubrir su pecho para alimentarlo. Alberto comenzó a comer sin dudarlo, tuvieron suerte de que él no le hiciera daño la leche materna humana. Desde que él llego a sus vidas comenzaron a tener un registro que le hace daño y que no, querían que ni tuviera problemas de nutrición.

–Lilian, amore, tenemos que hablar de Alberto –dijo con pesar el hombre mientras seguía arrullando a su hija.

Aquellas palabras la tensaron y levanto su mirada a la defensiva al mismo tiempo que protegía el cuerpo de su bebé.

–No quiero tener la misma discusión, Massimo –reclamó–. Alberto es nuestro hijo y eso no cambiara.

–Lo sé, lo sé, pero que pasara el día que nos pregunte de donde viene o porque es diferente a Giulia o porque no puede mojarse en frente de la gente –comentó angustiado.

Ella no respondió enseguida, solo agacho su mirada a su hijo y con delicadeza acaricio su mejilla; obteniendo un adorable quejido por parte de él. Alberto intento quitar su mano para que lo dejara comer; acción que le pareció adorable a su madre. Ella acarició con amor aquellos rizos castaños bronde.

–Le diremos la verdad...–musitó apagada– quiero que Alberto se sienta cómodo –miro a su esposo– él tendrá demasiadas dudas y quiero que él sepa que sin importar qué, lo amamos.

UNCOVER || LubertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora