Capítulo 7

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Huanle

Espero que puedas perdonarme.


Casarse. Iban a casarse.

Eso es lo único en que puedo pensar mientras esquivo los golpes que Diego arroja sobre mí.

Estoy seguro de que Damiano lo sabía y no me ha dicho nada... Y eso solo hace aumentar más mi rabia. Ciega mis ojos y lo único que alcanzo a distinguir entre el rugido de la cascada es la figura dorada del heredero de Axarquia.

Solo estamos nosotros en medio del caos.

Hasta que una voz rompe nuestra burbuja en pedazos.

―¡LOUAN!

Diego se detiene de golpe, así como lo hace mi respiración, y mira a su alrededor, tratando de distinguir un cuerpo en las aguas turbulentas que nos rodean.

Louan.

Y en ese instante comprendo la ansiedad en el timbre de Ivette; hilo los últimos segundos transcurridos a mi alrededor y los recuerdos difusos que opacaba la lluvia de golpes con Diego se vuelven reales ante mis ojos.

Louan ha tratado de parar esto.

El agua se agita con violencia entre nosotros, avivando la corriente turbulenta de esta zona del lago que engulle, arrastra y destroza todo cuanto cae en sus fauces.

Y ahora ha desaparecido ante nuestros ojos.

Diego introduce las manos en el agua sin cesar y en cada intento estas emergen vacías. Veo la ansiedad reflejada en su mirada azul, la misma que yo debo tener pintada en el rostro... Aunque mi cuerpo es incapaz de moverse.

―¡Haz algo!

Aún escucho los gritos de Ivette desde la orilla, pero no sé a quién se dirigen.

El príncipe de Axarquia está a punto de intentar localizar a Louan en las profundidades de nuevo, cuando siento la corriente ralentizarse. El nivel del agua desciende drásticamente y por fin somos capaces de distinguir el cuerpo del príncipe de Flâner. Sin embargo, ninguno de nosotros es lo suficientemente rápido como para atraparlo; la figura inerte de Louan se desliza delicadamente hacia la orilla con las aguas meciéndose mansamente a su alrededor.

Las manos de William Blythe danzan en tierra firme, dominando el lago, sometiéndolo a su voluntad. Un hondo suspiro escapa de sus labios cuando la cabeza de Louan por fin llega hasta ellos; Damiano, Ivette y Óliver lo toman entre sus brazos.

Quiero correr hacia allí. Hacia él. Pero no puedo...

―¡Louan!

El grito desesperado de Diego me saca de mi ensimismamiento. Lo veo nadar con violencia hacia la orilla con el miedo trazado en cada uno de sus rasgos; ese mismo terror que atenaza mis músculos.

Sé que me cuesta respirar, que me duele el pecho y que en mis retinas solo hay espacio para la visión de Louan tirado sobre la arena. Nada en él responde a los estímulos que tratan de traerlo de vuelta.

No puedo soportarlo.

Y voy hacia él, sintiendo que es mi vida la que se escapa entre sus labios.

No sé cuántos segundos pasan hasta que alcanzo las rocas de la orilla, pero la fuerza del lago se encarga de ralentizar la agonía para hacerme sangrar por dentro... Hasta que por fin llego a su lado.

Me pitan los oídos y mi cuerpo no responde como debería.

―¡Haz algo! ―le suplica Ivette al príncipe de Cariad con los ojos llenos de lágrimas―. ¡Tienes que hacer algo!

Besar, casar y matar. Un juego de espadasWhere stories live. Discover now