Capítulo 6

46 3 0
                                    

Louan


Quizá deseé demasiado fuerte descubrirte sin la túnica.


Intento contener un bostezo sin mucho éxito.

Llevo dos noches sin dormir por culpa de ese maldito rubio sinvergüenza que no sabe mantener su lengua atada y los labios quietos. Todavía vibran en mi memoria sus palabras; el eco de su voz y la familiaridad de su cercanía... Recuerdos que no dejan de atormentarme cuando cierro los ojos.

Y hoy, cuando por fin he creído que conseguiría conciliar el sueño hasta bien entrada la mañana, Damiano ha decidido que era buena idea llamar a la puerta para anunciarnos que tendríamos que reunirnos con él y el resto de herederos en unas horas.

Muy sospechoso, ya que no nos ha dado ningún detalle más.

«Tenéis dos horas para prepararos. Os espero en la cascada que hay detrás de la montaña. Si os perdéis..., preguntadle a A-Hua, seguro que está encantado de ayudaros».

Sí, eso había dicho mientras nos guiñaba un ojo y desaparecía tras la puerta con una sonrisa traviesa en la cara. Parecía tararear alguna clase de melodía que le ponía de muy buen humor. Demasiado.

Suspiro.

«Encantado de ayudarnos»

Después de dos días sin hablarnos...

Sí, seguro.

―Lou, ¿estás bien? Llevas todo el camino sin decir una palabra.
―Sí. Solo estoy un poco cansado.

No, no estoy bien. Nada está bien.

Ivette se encoge de hombros y hace un mohín con la boca; no está dispuesta a conformarse con esa respuesta que claramente suena a excusa barata:

―No pasa nada si no quieres decírmelo. ―No me mira mientras habla; camina con la vista al frente y la postura recta, pero termina por sonreírme con la dulzura que solo reserva para mí―: Pero sabes que te escucharé siempre que lo necesites.

Se me encoge el corazón, debido a la culpa. Nada me gustaría más que desahogarme con mi hermana, pero sé que ha tenido que soportar meses de mis llantos por Diego, y no quiero seguir añadiendo cargas a su espalda.

También está el incidente con Huanle, del que no ha dicho ni una palabra, pero estoy seguro de que se muere por preguntarme al respecto.

―Lo sé, ma jolie. ―Le acaricio el pelo, revolviendo sus mechones castaños entre mis dedos―. De verdad, estoy bien. ¿Y tú? Anoche estuviste con Óliver...

Se tropieza y no puedo evitar reírme a su costa.

Pequeños placeres de ser el hermano mayor.

―¡Louan! ¿Qu-qué estás insinuando?

Se sonroja y trata de ocultar el rubor entre el cabello que le enmarca el rostro. Pero no hace falta que la mire, sé perfectamente la expresión que está poniendo ahora mismo.

―Nada, nada ―bromeo, dándole un leve codazo―. Pero, si quieres contarle a tu hermanito mayor cómo te fue, él estará encantado de escucharte también.

Nos miramos, y la tensión se dispersa cuando nuestras carcajadas brotan al mismo tiempo.

Es fácil vivir cuando tienes a alguien así a tu lado; alguien con quien compartirlo todo de esta manera.

Besar, casar y matar. Un juego de espadasOù les histoires vivent. Découvrez maintenant