Capítulo 13

17 1 0
                                    

Diego

Mi encantador

―¡Estate quieto!

Liam no deja de moverse entre mis brazos, quejándose cada vez que intento frotarle el paño empapado en medicina sobre la herida. Hay sangre por todos lados, sobre su pálida piel de porcelana que empieza a tornarse morada conforme fluyen los segundos.

Tiene el labio partido y la mejilla derecha terriblemente hinchada; las palmas de las manos decoradas con diversos cortes y grietas debido a la aparatosa caída.

―¡Duele, joder! ―protesta, soltándome una patada―. ¿Es qué no puedes ser un poco más delicado?

Permito que me golpee, ya que no lo hace con mucha fuerza, solo para desquitarse con algo. Nunca le había visto tan enfadado y frustrado.

Resopla y ladea la cabeza, haciendo una mueca cuando todos los músculos de su cuerpo se resienten, agarrotados.

―Perdóneme, su Alteza real, por tomarme el tiempo de ocuparme de usted.

Me mira por el rabillo del ojo, cruzado de brazos y con la respiración acelerada. Parece estar a punto de desplomarse; el cansancio ha pronunciado las ojeras bajo sus pestañas y el sudor que le recorre la frente no hace más que enfatizar su horrible aspecto.
―No te he pedido que lo hagas ―murmura sin despegar los labios apenas.

Claro que no lo has hecho.

Si por él fuera, jamás abriría la boca ni pediría ayuda, aunque se estuviese muriendo frente a mis ojos.

Eres estúpido, William Blythe.

Pero no lo digo, me limito a sonreír ante sus palabras y mojar de nuevo el paño en el ungüento de la enfermería. Lo tiendo hacia él con cuidado, como si tratara de acercarme a un animal salvaje.

―Sabes que todavía puedo irme y dejarte aquí, ¿verdad?

Sus ojos azules se clavan en mí con verdadera preocupación durante un fugaz latido y yo me mantengo quieto en mi sitio, imperturbable. Hasta que chasqueo la lengua para desatar la tensión de sus hombros. Solo lo he dicho para molestarle, no sería capaz de irme para que se ocupara él solo de su labio. Se envenenaría si no lo vigilo.

―Mejor deja de quejarte y acabemos pronto con esto. ―Ante su silencio e inmovilidad tomo la iniciativa una vez más. Atrapo su mentón con cuidado y estudio la herida mientras aplico poco a poco la medicina―. Aunque puede que necesites algún punto.

Gime y rechista, pero no se aparta de mi lado. Con otro paño húmedo imprimo una ligera presión sobre su labio, tratando de frenar la hemorragia.

William tiembla, no sé si es un escalofrío momentáneo o una reacción al dolor; podría ser cualquier otra cosa. Pero si pregunto, sé que no obtendré respuesta alguna de su parte. Así que me conformo con intentar calmarlo mientras el silencio, tan solo roto por sus quejidos, nos envuelve.

―Estúpido Louan Lavelle. ―Aprovecha el cambio a un paño limpio para regresar a su habitual y cortante labia―. Más le vale empezar a dormir con un ojo abierto o pegado a la cama de Sizhao Li.

Suspiro.

Habla y maldice, prometiendo que se vengaría del príncipe de Flânner. Pero no puedo evitar fijarme en la forma de su pequeño cuerpo, en la delgadez de su figura que amenaza con volarse al primer soplo de viento.

No tendrías oportunidad.

―Conozco bien a Louan y no suele ser violento. ―Un nuevo intento de sanar las heridas, se aleja y aprieta los dientes―. Así que siento curiosidad... ¿Qué le has dicho para que respondiera así?

Besar, casar y matar. Un juego de espadasKde žijí příběhy. Začni objevovat