Capítulo 7. Un lugar seguro

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Me duelen los pies

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Me duelen los pies. Akaza me dijo que huyera del lugar para proteger a nuestros hijos. El lugar me estaba consumiendo, pero tenía que luchar para que mis hijos no se murieran de hambre y de frío. Koyuki no podía estar expuesta al sol debido a que le salen sarpullidos y se quejaba de dolor. Hakuji era todo lo contrario. Era un niño fuerte y sano.

La nieve me estaba dificultando seguir caminando. Mi aliento estaba frío, ya no podía seguir caminando. Estaba cansada. No sé cuánto tiempo estuve caminando. Mis piernas fallaron y mis rodillas apoyaron la nieve fría del suelo. Mis ojos se estaban cerrando. No. No te quedes dormida, ___. Debes luchar por tus hijos. Unos pasos escuché delante de mí y mi visión no era visible. ¿Fuego? ¿Una llama andando? No resistí más y caí al suelo, mientras escuchaba a mis pequeños llorar con desesperación.

Caliente. Estoy bastante cómoda. Entonces desperté de golpe fijándome que no estaba en el exterior, sino en una habitación acogedora y adornada con unas cuantas flores. Giré hacia a un lado y vi a mis pequeños dormir a mi lado. Un suspiro salió de mis labios al saber que estaban mis hijos conmigo. Los agarré deseando que los separasen de mi. Son todo lo que tengo.

Mi corazón me estaba doliendo. ¿Esto era un efecto secundario de alejarme de él? Akaza. Te echo de menos, aunque seas un demonio, te preocupas mucho de tu familia. Solo esperaba que ese tal Muzan no le hubiera castigado. Fingir que no ha pasado nada era arriesgado. O que no sabe qué responder. Solo esperaba que estuviese bien. Yo lo amo demasiado.

De pronto, las puertas del cuarto se abrieron y yo abracé a mis hijos con miedo a que alguien me los quitase. Entró un joven con una marca extraña que decoraban su rostro y sus ojos estaban en blanco, sin vida. Y está acompañado por una mujer de cabello blanco y ojos color lavanda. No sé, pero me transmitía paz ese hombre.

—Buenos días, señorita. Espero que haya dormido bien —habló. Su voz era tranquilizadora.

Akaza me dijo que no confiara en nadie, pero ese chico joven me transmitía una sensación que no sabría describir. Aquella mujer se acercó suavemente para estar a mi lado y agacharse para ver el estado de mis hijos.

—Los bebés están bien —comunicó—. Se ven fuertes como su madre.

—¿Quienes son? —pregunté.

—Siento ser descortés —se disculpó—. Mi nombre es Ubuyashiki Kagaya, conocido como Oyakata. Y ella es mi esposa, Ubuyashiki Amane.

—... Mi nombre es ___ ___. Y estos son mis hijos, Hakuji y Koyuki.

—Son muy lindos —comentó Amane dedicándome una sonrisa—. Se ve que los cuidas muy bien.

—¿Cómo llegué acá?

—Uno de nuestros miembros te ha encontrado —informó Kagaya—. Vio tu estado y no podía permitirse que murieses.

¿En serio? Debería agradecer a esa persona, cuando lo viese. Ahora estamos en un lugar seguro. Ellos no van a pasar hambre y frío. Yo tampoco. Ojalá estuviera Akaza aquí porque estas personas son buenas y él no los asesinaría. Para nada. Porque ellos daban importancia a la seguridad de toda persona inocente. Kagaya se tuvo que retirar porque tenía unos asuntos que atender, mientras Amane estaba conmigo para indicarme la vestimenta que tengo que ponerme.

Eres mía, humana (Akaza X Reader)Where stories live. Discover now