Capítulo 8. ¿Atracción?

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Hakuji y Koyuki están dormidos plácidamente

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Hakuji y Koyuki están dormidos plácidamente. No me estaban dando problemas, cuando llegamos a este sitio. Echo de menos a Akaza. Me preguntaba si estaría bien. Solo esperaba que esa criatura no le hiciera ningún tipo de daño. Seguramente me estará buscando para tocar a mis hijos. No quisiera que les hiciera daño.

Shinobu no me dio noticias acerca de la sangre de Koyuki. Solo esperaba que no se percatase de que es una demonio. Ya se estaba anocheciendo y decidí abrir un poco la puerta corredera para que el aire entrase un poco. Observé detenidamente el cielo recordando esos fuegos artificiales. Me sonrojé porque ahí hicimos por segunda vez el amor. Oh, Akaza. Te echo de menos. Necesito sentir tus besos y tu cariño en mí. Mis brazos rodearon mi pequeño cuerpo para calentarme un poco. No tenía frío. Solo quería imaginarme que Akaza estaba a mi lado. No me resistí en derramar unas cuantas lágrimas.

¿Así se sentía una Omega alejada de su Alfa?

A la mañana siguiente decidí dar una vuelta con los pequeños siempre alejada del sol. Es verdad que puedo cubrir a Koyuki con las sábanas, pero no es lo mismo. Sin embargo, me detuve porque los pequeños empezaron a hacer sonidos queriendo comer. Miré a mi alrededor asegurándome de que no hubiera nadie. Al tener dos pechos podía darles de comer al mismo tiempo. ¡Auch! Aunque sí que es verdad que tiran mucho.

Mis niños. Son mis preciados hijos. No los abandonaría por nada del mundo. Entonces sentí como alguien me estaba mirando y miré hacia el patio. Pegué un chillido tan atroz que oculté mi pecho teniendo mucho cuidado en no aplastar a los bebés.

—¡N-No era mi intención! —se disculpó y se dio la vuelta—. ¡Es que me atrajo el olor de la leche!

—¿La leche? —repetí.

El chico de enfrente era ni más ni menos que Rengoku Kyojuro. Vi que se rascaba la nuca un tanto nervioso.

—Eres una Omega, ¿verdad?

—... Si.

—A veces a los Alfas nos atrae mucho la leche de los Omegas, cuando recién parieron —confesó.

—Oh… lo siento —se disculpó.

—No, culpa mía por acercarme. No quería interrumpir la lactancia de los pequeños.

Y el silencio reinó entre nosotros. Me mordí el labio preguntándome si era buena idea seguir hablando con él. Recuerda lo que te dijo Shinobu, sin embargo, debo agradecer por su ayuda.

—Gracias por rescatarnos. Sin ti, hubiéramos muerto.

—La vida hay que seguir —dijo. Yo ya terminé de amamantar y él se dio la vuelta—. Esos niños necesitan de su madre.

—Pareces una persona positiva.

—¡La vida es como el fuego mismo! ¡Nunca se extinguirá! ¡La pasión es el fruto de nuestros objetivos! ¡Hay que seguir adelante!

Eres mía, humana (Akaza X Reader)Where stories live. Discover now