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En cuanto el último campesino abandonó la corte, no tardó en levantarse del trono y, ante una reverencia por parte del resto de nobles, abandonó la sala, corriendo por el pasillo del palacio. Sabía que, al ser el príncipe heredero, tenía que guardar un mínimo de apariencia, pero en ese momento ese era el menor de sus pensamientos.

Tras una breve conversación con los guardias, no tardó en acceder a la recámara frente a él, observando al chico que descansaba tumbado en la cama y que no tardó en dedicarle una tranquila sonrisa.

- Víctor - La voz de Vladimir hizo que el peliazul se acercase - ¿Ya se terminó la audiencia?

- Sí, no ha habido nada realmente interesante... - Con sumo cuidado, se sentó en el borde de la cama - ¿Cómo te encuentras...?

- Mejor que otros días, la verdad - Hubo una pausa donde el mayor de los hermanos Blade tuvo un debate mental antes de suspirar, anteponiendo la verdad a las emociones - Pero mis piernas siguen sin responder y me tienen postrado en esta cama...

- Pero va mejorando poco a poco - La rápida intervención de la única mujer que había en la sala hizo sonreír al mayor.

- Gracias, Camelia... Sin duda eres la mejor ayudante y amiga que un rey podría tener - Aquella palabra hizo que Víctor se tensase levemente.

- Exacto, sigues siendo rey, y totalmente apto para controlar todo... - Ante aquella oración, Vladimir no tardó en entender los sentimientos que se escondían tras ella y que inquietaban al contrario.

- Víctor, ya lo hemos hablado varias veces... - El mayor no tardó en acariciar con cariño la mano de su hermano pequeño - Ya tienes 17 años, estás en la edad de ser sucesor... En cuanto se celebre la ceremonia, tendrás que asumir la corona.

- ¿Pero por qué no sigues reinando tú? ¿Y por qué tengo que casarme expresamente para poder ser rey? No lo entiendo - Una leve risa escapó de los labios del mayor.

- Porque así está escrito en nuestra sangre desde hace siglos, no hay más explicaciones... - Hubo un momento de silencio - Al igual que la profecía... 

Los tres presentes enmudecieron ante aquella palabra.

* * * * *

Mientras caminaba, los únicos sonidos que sus oídos alcanzaban a escuchar eran el trinar de los pájaros junto con el desliz de las escobas de las criadas y el tintineo de su espada chocando contra su cinturón. Aunque aquel castillo no le pertenecía, disfrutaba el poder deambular por él a sus anchas sin que nadie le dijese nadie.

- Buenos días, sir Bailong - Al oír aquella voz, el bicolor no tardó en acercarse a la mujer que descansaba en el jardín, sentada en el borde de una fuente.

- Buenos días, Lady Roleia - Con un gesto cordial, el mayor hincó una rodilla y tomó la mano de la nombrada, dejando un suave beso en ella - ¿Cómo ha amanecido?

- Muy bien, la verdad, espero que hayáis tenido la misma suerte - Un suave suspiró abandonó los labios de la muchacha, pigmentados levemente de morado - Aunque otra vez me he despertado sin mi prometido a mi vera...

- Si mal no recuerdo, el príncipe Víctor debía presidir hoy una audiencia en nombre del rey Vladimir... A estas horas debe haber terminado ya - Aquella sentencia trajo de vuelta el brillo a la mirada de la pelimorada.

- ¡Que buenas noticias! - No tardó en levantarse, riendo con cierta emoción - ¡Iré a recoger un ramo de flores o algo similar para agradecerle su esfuerzo! - Tras decir eso, desapareció del jardín.

Por su parte, el bicolor simplemente prosiguió su paseo, sonriendo ante lo que le rodeaba. No podía negar que se divertía viendo cómo las mujeres de palacio le miraban con enamoramiento y sus maridos le acribillaban con la mirada a causa de los celos... No había elegido ser atractivo, pero era algo que formaba parte de él, incluso para las criadas más experimentadas del lugar.

Tras un par de minutos, sus pies le llevaron a la sala del trono, estaba desierta. Al contrario de lo que le sucedía a los súbditos, sus ojos no buscaban contemplar el imponente trono de oro que descansaba en el final de la recámara, el motivo de su atención se encontraba varios metros más arriba.

A aquellas horas de la mañana, la potente luz solar hacía que la vidriera sobre el trono brillase con intensidad. Sus ojos recorrieron con calma y atención las dos imágenes grabadas en los cristales que, unidas, conformaban la batalla entre un caballero y un dragón, con un cáliz sobre las cabezas de ambos. 

- Llevo viendo esa profecía desde que tengo uso de razón y a día de hoy todavía no comprendo su significado - La voz de Víctor a sus espaldas no le sobresaltó, había notado su presencia mucho antes de que hablase - ¿Por qué tienes tanto interés en ella?

- Realmente no lo sé - Mientras hablaba, sus orbes rojizos seguían fijos en la imagen - Supongo que una parte de mi cabeza busca darle un sentido pese a que no sea mi trabajo - Finalmente, desvió la mirada para encontrarse los ojos ámbar de su mejor amigo - He tenido el placer de estar con Roleia mientras paseaba - Aquel nombre hizo suspirar al príncipe.

- Aprecio a Roleia, al fin y al cabo llevo estando a su lado a diario durante casi un año, pero nunca voy a lograr despertar un sentimiento romántico por ella... No quiero romperle el corazón.

- Te entiendo, amigo - Tras volver a observar la vidriera durante un par de segundos, el joven noble no tardó en tomar asiento en el mismísimo trono mientras su acompañante descansaba en el mismo lugar que estaba - Pero tu destino ya está escrito, no puedes cambiar el hecho de que vas a contraer matrimonio con ella y ser rey.

- Tiene que haber una forma de cambiarlo - El bicolor se mantuvo en silencio, sin mirarle - Bailong, si sabes algo dímelo.

- Quizás exista una pequeña posibilidad de cambiar los planes que tu hermano tiene para ti, pero no será una tarea simple - Ambos conectaron miradas.

- Haré lo que sea - La fuerza en la voz del peliazul daba credibilidad a sus palabras.

- En ese caso, sígueme...

Tras esa breve sentencia, ambos dejaron la sala del trono. Aquel último recurso era un todo o nada.

PROFECÍA ;; Inazuma Eleven GoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora