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❘❙❚ ISSUE #13 ░░░░ VOL. 3 ❛ BENJAMÍN ❜ ┆🌹
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Benjamín odiaba las mañanas, no las soportaba, esperaba paciente la llegada del mediodía, cuando era el inicio de su rutina de entrenamientos en el campo de los soldados. Durante gran parte de su vida había apurado el desayuno que una muchacha le traía a la habitación casi a la par con el primer rayo de luz, mantenido una rutina que empezaba con una fría ducha que lo despertara más rápido y una larga meada, bebía demasiada agua, y luego, lanzaba una pelota a la pared esperando que lo sacaran de la habitación. Era un simple niño aburrido y encerrado, hoy en día, después de un mes de la escapada con Rosie, las cosas habían cambiado y las mañanas se hacían menos pesadas porque podía ir hasta la habitación de su novia y desayunar con ella.
Se secaba el cabello con una toalla pequeña cuando una señora le dejó una bandeja de metal con el respectivo café negro a su gusto, sin azúcar y agua fría, las bebidas calientes le daban arcadas por alguna razón, y unas cuantas tostadas con manteca y mermelada. Se colocó las botas militares y agarró la bandeja saliendo de la habitación. Había intentado convencer a los superiores de adjuntar su desayuno con el que iba dirigido a la habitación de Rosie, pero ellos le habían prohibido continuar con su paseo matutino. Se pasó esas órdenes por el trasero. Ben ya no se consideraba un niño obediente, obedecería las órdenes que le parecieran justas dentro de su esquema personal y prohibirle desayunar con su maldita novia no dejaba nada de justo. Ningún soldado vigilante se atrevía a regresarlo a su habitación o avisar a sus superiores cuando lo veían deambular por los pasillos, se aseguró de dejarles en claro que su venganza sería peor de lo que cualquiera le podría hacer. Ben solo los asustaba, no planeaba llevarlo tan lejos, descubrió que era muy bueno para hacer que las personas creyeran su cuento.
Rosie intentaba mantener en discreción la íntima relación que tenían, decía que era mejor de esa manera y le había pedido que guardara las apariencias respetables que se esperaban de ella, la verdad que no la entendía, todo el mundo sabía que se andaban besando en las esquinas y más de una vez salió de su habitación a altas horas de la noche, pero no hacía comentarios con los otros soldados de cómo besaba o que tan grande eran sus pechos, había golpeado a más de uno que se atrevía a nombrarla. ¿Guardaba las apariencias, no? No dejaba que nadie la insultara. Al llegar a la habitación, ella le dejaba la puerta ligeramente abierta —discreción— para que pudiera empujarla con el pie al entrar.
La había visto peinándose su largo y brillante cabello pelirrojo recién lavado sentada en la orilla de la cama como si estuviera perdida en un mundo alterno. Dios, ella era tan hermosa al despertar, no sabía cómo hacía para verse bien en todo momento, él se veía cómo la mierda por las mañanas y ella estaba allí callada y pasiva esperándolo para comenzar el día. Así si le gustaban sus mañanas. Rosie dio un brinco en cuanto lo vio y se acercó estirando sus labios para que la besara, haciendo la cara mas tierna que había visto, pero la maldita bandeja entre sus manos no le permitía besarla como correspondía. Se apresuró a dejarla en la mesa que tenía en el medio de la habitación.
