2. GOLD RUSH

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Las noticias solían recorrer la ciudad con más rapidez que los pequeños informantes que se paraban en Grovesnor Square, esperando vender sus revistas por un penique

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Las noticias solían recorrer la ciudad con más rapidez que los pequeños informantes que se paraban en Grovesnor Square, esperando vender sus revistas por un penique.

No era necesario leer aquel papel que detallaba lo hechos acontecidos entre la Reina Sophia y las jóvenes debutantes, para que la ciudad se enterara de que la joven Amelia Rogers, hija del fallecido conde de Middlesex y hermana del nuevo conde, había sido la jovencita más sorprendente de la velada. La reina se habría levantado de su trono, para dejarle un beso en la frente a la señorita, en señal de que su presentación no carecía de ninguna acción. Importante, impecable, pulcra y perfecta.

Las madres casamenteras la veían como su competencia y los hombres que buscaban esposas la veían como un buen prospecto. ¿Quién no querría tener una esposa guapa, delicada, inteligente y con una buena dote? Pocos podrían resistirse.

Pero, el conde de Middlesex no estaba dispuesto a que su hermana se casara con ningún hombre con rango inferior al de un conde. Amelia, su pequeña, había sido criada para ser la esposa de un hombre que tuviese título, no que careciese de ellos.

— ¿Cómo me veo? —Preguntó Amy a su hermano, que la seguía mirando con suma nostalgia—.

— Estás preciosa. —El joven la abrazó por los hombros y dejó un casto beso en su frente—.

Amy, quien todavía estaba anonadada por lo que había sucedido con la reina, se miraba el vestido una y otra vez, deseando que estuviese perfecto. Ahora que la reina le había puesto los ojos encima, no tenía posibilidad de fallar.

— Estás preciosa, angelito. —Dijo, su tía Pepper—. No puedo esperar para ver tu carnet de baile a tope. Lo mejor sería bailar con todos los hombres que se acerquen o por lo menos los que serían buenos prospectos.

— No bailará con nadie inferior a un conde. —Dijo Steve y Amy resistió poner los ojos en blanco. ¿Por qué su hermano estaba tan empecinado en casarla con un hombre con título? De todas formas, no necesitaba dinero—.

Su tía Pepper, si que puso los ojos en blanco. Golpeó ligeramente el brazo de su sobrino, quien se quedó en silencio al instante. ¡Dios! Si, que respetaba a su tía. Era como su segunda madre.

— Bailar no es sinónimo de casarse. Puede bailar con hombres que carezcan de títulos, llamará la atención de los hombres que lo poseen. —La tía Pepper se acercó a Amy y le acarició los brazos con ternura—. ¿Preparada para ser el centro de atención?

Amy se quedó en silencio. Odiaba ser el centro de atención, siempre trató de evitarlo, pero su virtud y delicadeza a la hora de interactuar con la gente la hacía resaltar de otras señoritas. Era algo de nacimiento, todos la amaban. Para la sociedad, Lady Amelia no era capaz de romper ni una flor.

Amy sonrío al recordar esos pequeños instantes en los que pudo ser ella misma. La chica que amaba correr, meterse al lago sin importarle su vestido, bailar con los pies descalzos y contar historias a la luz de la luna. Tragó grueso, todos esos sucesos los había vivido junto a una persona, una que ahora caminaba del brazo de su esposa.

Inefable | Bucky BarnesWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu