Moguilévich.

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17 de Enero, 2016.

24 horas después.

No quiero abrir mis ojos, no quiero enfrentarme a la persona que acaricia mi cabello con ternura; necesito reportes, ¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Me han quitado las perforaciones? Odio las sorpresas y el saber que esto podía ocurrir me está dejando con un mal sabor de boca. Tengo que aferrarme a una esperanza casi inexistente. Y aun así debo abrir los ojos, mi respiración ya no es la misma que cuando me encontraba inconsciente, y probablemente el hombre ya lo ha notado.

Hora de actuar Kaelena, que no te maten.

Mi vista es borrosa por unos segundos, demasiada iluminación y tan solo logro visualizar una sombra frente a mí. Intento aclarar el panorama y me convenzo a mí misma de no patear a la sombra ahora hecha un hombre.

—El color de tus ojos al natural es mucho mejor que la mierda falsa con la que los cubrías—escuchar su voz me haría sonreír, todo va acorde al plan, sin embargo, lo que hago es sentarme rápidamente sobre la cama.

Las suaves sabanas caen alrededor de mis piernas, un camisón me cubre, el incomodo traje de pole dance no está más cubriendo mi cuerpo, y el solo pensar que pudo haber sido él quien puso sus manos sobre mí, me asquea.

Observa la pregunta en mis ojos, sin embargo, no responde, prefiere que me carcoma la cabeza con ese pensamiento.

Decido ir por el camino fácil.

—¿Dónde estoy?

Comienzo a observar la habitación un poco más detalladamente, hay dos puertas más dentro de la misma, una debe ser el armario y la otra por descarte el baño.

La cobija a mi lado se encuentra en perfecto estado, lo que quiere decir que al menos no tuvo el descaro de dormir junto a mí.

Por el resto, las paredes son crema y los muebles tanto cómo las cobijas combinan en colores oscuros junto a las paredes. Cada detalle en estilo victoriano, sin ser demasiado llamativo para la vista.

Por más que quiera y deba repudiar, tiene buen gusto. Si es que se trata de la mansión en la que vive y en la que también se encuentra su padre Igor Moguilévich. Tan cerca y al mismo tiempo tan lejos de mi objetivo.

—Por ahora no lo sabrás, te has adelantado mucho, cariño—dice, con una sonrisa en su rostro.

No es feo, claro que no. Es una lástima que sea el siguiente en la lista para sucesor de su padre.

Se levanta de la orilla de la cama y camina lentamente hacia la puerta.

Me quedo estupefacta viendo sus acciones, ¿Esto es lo que hace para enamorar a sus "parejas"?

No lo puedo evitar, de verdad que no.

—¡Al menos dime qué sucedió!—le grito.

A la mierda.

Esto no debe de suceder, me salí de mis cables y eso solo pasa cuando la situación no está puesta a mi favor; todo se ha complicado, si toco mi rostro para buscar la perforación o mi oreja se verá demasiado sospechoso, debo esperar y llamar a mi suerte para que el hombre se aleje para largarse o para cerrar el pestillo.

No me agrada la sensación de sentirme vulnerable, o en desventaja en una situación de peligro.

Aunque siempre lo estoy, tengo la mentalidad justa para no perder la cabeza cuando me encuentro en un laberinto sin salida, sin embargo, justo en este momento me encuentro con una pared de piedra muy alta.

Solo me queda esperar, y rogar por qué salga.

El hombre voltea y me mira sobre su hombro, se mantiene serio observando mi reacción desesperada.

VulnerableWhere stories live. Discover now