34. Consejos Gómez

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La tarde estaba acabando y ya había terminado de estudiar. Aquel día no la acompañaba nadie, así que decidió coger el ordenador, tumbarse en su cama y ver una película para despejarse. Puso la primera película que encontró y le dio a play, sin embargo, su mente no le hizo ningún caso porque desde hacía días sólo había dos cosas que ocupaba sus pensamientos. La primera, la cita con Victoria. La segunda, la oferta de Hana de dejarles la casa sola.

Lo había pensado bien y por muchas vueltas que le diera, sólo encontraba una respuesta. No podía aceptarlo. No podía ir a casa de Hana con Victoria, simplemente estaba mal. Estaba mal porque Hana no merecía que llenase su habitación de recuerdos que no le pertenecían a ellas y a su relación, y también y aunque no quería admitirlo, Eva no podía prometerse a sí misma que, cuando estuvieran ahí, su mente no evocaría las imágenes con Hana vividas en esa cama. No lo merecían ni Hana ni Victoria, porque la pelirroja merecía una noche en la que sólo fueran ellas dos.

Así que no, no podía acceder a eso por muchas ganas que tuviera de estar con Victoria, porque las tenía. Muchas. Muchísimas.

Al principio le daba miedo avanzar, tocarla, pero poco a poco sus besos habían ido a más y ya ese miedo parecía haberse desvanecido, dejando únicamente un deseo que se acumulaba en su bajo vientre, hasta el punto de que se estaba empezando a convertir en una necesidad.

Era evidente que necesitaba intimidad con Victoria, ahora que el miedo se había ido, quería avanzar y sabía que la pelirroja tenía las mismas ganas por cómo la miraba, por cómo gemía levemente cuando se besaban, de esa manera que hacía que Eva quisiera hacerle...

Un momento.

Se irguió de pronto en la cama dejando el ordenador de lado y una alarma se encendió en ella. Hacerle, ¿qué? Madre mía, había estado tan centrada en sus ganas que ni si quiera se había parado a pensar en la parte técnica.

A pesar de la fogosidad con la que se solía besar con Hana, sólo lo habían hecho una vez (dos si contaban la mañana siguiente) y quizás lo habrían hecho una vez más si Luisita no las hubiera interrumpido en su habitación. Y con Hana... todo fue fácil no sólo porque se dejó llevar por el deseo, sino porque Hana llevó las riendas. Ella sólo se encargó de disfrutar y seguir sus pasos, y de nada más. Y sí, había aprendido cosas pero, ¿las suficientes como para poder satisfacer a Victoria?

Joder, ¿y si ni si quiera sabía tocarla? ¿o le hacia daño? Toda esas ganas porque fuera especial se irían a la mierda por culpa de lo inexpertas que eran ambas. Pero en el fondo, Eva sentía que debía ser ella quien llevara las riendas aquella vez. Era la primera vez de Victoria, no debería tener nada más por lo que preocuparse que no fuera por disfrutar y ella tenía que estar a la altura de las expectativas.

Obviamente no podía pedirle consejos a Hana, y por mucha confianza que tuviera con sus madres, tampoco lo consideró apropiado, sobre todo porque era consciente de que las cosas con Amelia aun andaban algo frías. Le estaba entrando ansiedad y ni si quiera sabía cómo acallar sus dudas, cuando de repente, miró a su ordenador.

Sabía que era una mala idea en cuanto le cruzó por la mente, pero... es realmente fácil recurrir a internet para buscar información.

Miró hacia su puerta para asegurarse de que estaba cerrada. Amelia estaba en el teatro y sabía que aun le faltaba una hora para que llegara porque siempre se quedaba hasta que la clase de Catalina terminaba, y Luisita estaba ocupada en su despacho preparando el juicio del último caso que estaba llevando.

Cogió el ordenador, enchufó sus auriculares y puso la ventana de incógnito. Vale, ahora tenía que elegir bien las palabras, porque sabía que su pantalla podía llenarse de repente de imágenes no deseadas.

Seremos nuestro refugio (#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora