sk8er boy 2

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El día anterior Agoney lo había acompañado a su casa tal y como había prometido. El camino fue silencioso, Raoul había bajado el volumen a sus auriculares y de fondo podía escuchar las ruedas del skate del moreno deslizándose sobre el asfalto, incluso había entornado los ojos alguna vez para ver cómo iba patinando.

Al llegar a su casa, Raoul se despidió del moreno, dándole las gracias y entró sin mucha más dilación, dirigiéndose directamente a su cuarto.

Al día siguiente salió a pasear a la misma hora, por el mismo parque, reproduciendo la misma playlist que el día anterior, con el volumen no tan alto y más atento a lo que acontecía a su alrededor. No se lo diría a nadie, pero no le importaría volver a toparse con Agoney.

No sabía porqué, simplemente sentía esa tensión y esas cosquillas en el estómago cada vez que recordaba la sonrisa del moreno. Realmente creía que era esa tentación peligrosa en la que no debería caer, pero cuanto más lo pensaba más ganas tenía de volver a ver al skater.

Minutos más tarde, tras haber estado dando vueltas por el parque, decidió probar suerte en la zona de patinaje al final de este.

Cuando llegó allí decidió quitarse los cascos, con tantos patines y skates no valía la pena arriesgarse. Se situó en el borde de una de las rampas del módulo, observando con mucha delicadeza e interés todos los cuerpos que se movían a una velocidad espantosa sobre algún tipo de aparato con ruedas, buscando en particular a una persona alta de rizos azabaches.

Se entretuvo un buen rato hasta que dio con quien estaba buscando, poniéndose rápidamente colorado. El moreno estaba apoyado en su skate, al borde de una rampa justo enfrente de Raoul. Cuando sus ojos chocaron Agoney sonrió y saludó al rubio sacudiendo la mano de un lado a otro. Raoul cree que, a pesar de parecer imposible, se puso todavía más colorado. Sin embargo, correspondió el gesto del canario con un movimiento tembloroso. Agoney sonrió todavía más. Al instante Raoul observó cómo el chico, de quien no podía apartar los ojos, se deslizaba por la rampa en su skate hasta llegar al punto donde se encontraba.

-¿Y tú qué haces por aquí?- inquirió el más alto, recogiendo su skate y pasándose la mano por su pelo, para recolocarlo de nuevo.

-Simplemente estaba pasando por el parque.- respondió un poco más tranquilo Raoul.

-¡Anda, pero si puedes hablar sin sonar como un capullo!- dijo Agoney, haciendo que Raoul entornara los ojos- Así que, pasabas por aquí...

-Sí, eso hacía.- dijo comenzando a andar.

-¿Y por eso estuviste unos diez minutos tratando de buscarme?

-No te estaba buscando.- rebatió parándose en seco.

-Oh, claro. Entonces, ¿a quién buscabas? y ¿por qué te pusiste nervioso en cuanto me miraste?

-No buscaba a nadie y no me he puesto nervioso.- resopló mientras comenzaba a andar. No recordaba que el canario fuera tan irritante.

-Vale.

-¿Qué haces?- pregunta Raoul inquieto, viendo como el más alto se preparaba para subir a su skate, siguiendo la dirección del rubio.

-Te vuelvo a acompañar, no vaya a ser que atropellen al guapo del pueblo por ir con la música a toda hostia.

Raoul apartó la mirada rápidamente centrándose en los pasos que daba con sus pies. ¿Lo había llamado guapo? Por su parte, el canario, consciente de lo que había dicho decidió no volver a hablar en lo que quedaba de camino. El rubio tuvo la intención de ponerse los auriculares varias veces, sin embargo, prefirió no hacerlo.

Tras varios minutos en silencio, Raoul decidió romper el hielo.

-Tú no eres de aquí, ¿no?

Agoney tardó un poco en reaccionar, no esperando que fuera el rubio quien empezara una conversación.

-No, soy de Tenerife.

-Se te nota por el acento.- le sonríe Raoul. A partir de ahí terminan el camino hasta la casa del rubio en silencio, como la tarde anterior, sin embargo, antes de que Raoul pueda despedirse, Agoney se adelanta.

-¿Puedo pedirte el número de teléfono?

-Ya lo has hecho- ríe el rubio- Otra cosa es que te lo dé.

-Vamos, estás deseando dármelo, rubiales. No me hagas pedírtelo otra vez. Así no tendrás que volver al módulo en mi búsqueda, corriendo el riesgo de morir. Así podrías simplemente mandarme un whatsapp.

-No te estaba buscando.- se cruza de brazos, apoyado en el muro que protege su casa.

-Lo que tú digas.

Raoul sopesaba muy bien su siguiente movimiento, porque a quién iba a engañar, la persona que tenía delante le parecía demasiado interesante como para no volver a verla por no darle su número móvil. Y Agoney seguía mirándolo con esa sonrisa torcida que lo ponía cada vez más nervioso. Así que en un momento de debilidad su boca murmuró un:

-Está bien.

Agoney sacó su móvil sin pensárselo dos veces y esperó muy pacientemente a que su acompañante le dictara su número de teléfono. Cuando lo hizo, guardó el nuevo contacto e instantáneamente le envió un mensaje, probando así que no lo había engañado.

-Bien, veo que no me has dado un número inventado. Ahora tú también tienes el mío. Llámame cuando quieras, rubito.

Y sin esperar a que Raoul contestara se subió en su skate y se alejó del más bajo, dejándolo con una sonrisa incrédula en la cara.

La siguiente vez que supo de aquel moreno fue mucho antes de lo esperado. Pues ya metido en la cama, su móvil había sonado, dejando ver en la notificación que su último contacto añadido le había enviado un mensaje en el que rezaba:

"Buenas noches, rubiales. No sueñes mucho conmigo."

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Bueno, lo prometido es deuda. (Aunque no os voy a engañar; me encanta escribir a estos dos.)

Esta parte es un poco más larguita, así que me gustaría saber: ¿las preferís más cortas?

También me gustaría saber si queréis una tercera parte. No sé muy bien el rumbo que tomarán, pues voy escribiendo, como quien dice, al día, pero si vosotras lo deseáis, allá vamos.

Un besito grande, lectoras.

Cuidaos mucho.

ragoney headcanons✨Where stories live. Discover now