Capítulo 11, parte 2: Caramelo

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Zyan Lémieux

—Dice Pablo Alborán en una canción...

—¿Pablo Alborán?— me interrumpió.

—Te enseñaré lo que es música, Mía Rough.

Todavía no superaba el hecho de que no me esté apartando de su cuerpo. La lluvia todavía caía sobre nosotros, pero ella al parecer había aceptado, al menos en estos momentos, que no la iba a soltar.

—"Sabor a caramelo, te adoro, te anhelo. Sentir la pasión que derrites con tu olor, sabor a café es el sabor de tu piel. Tus labios canela... y tus besos la miel"— recité con mi mejor tono de voz y mi mejor español.

Me preguntaba si ella sabía español. La canción colaba solo en ese idioma.

—Según tú, esa canción es arte.

—No según yo, según todo el que tiene un buen gusto musical. Y es arte, también, porque a mí me parece que esa canción la escribieron pensando en ti.

—Explícamela.

—Tienes una tarea. Debes escuchar esa canción y decirme tu opinión.

—Zyan...

—Debes traducirla— le sonreí.

—Vale— rodó los ojos. —Ya puedes soltarme. Y debemos regresar. Nos vamos a resfriar por estar haciendo estas...

Levanté las cejas.

—¿Estas qué?

—Cosas.

Supe que se contenía para no reír.

—A mí "estas cosas" me parecen una maravilla. Puedo quedarme aquí toda la vida.

Ella negó con la cabeza.

—No entiendo cómo hablas con soltura de sentimientos que no tienes, que no desarrollas. ¿Cómo sabes que te quedarías aquí toda la vida?— me miraba como si quisiera zarandearme.

Suspiré, sacudiendo un poco la cara para apartar el agua. Y, arriesgándome, pegué mi frente con la de ella. Nos mirábamos a los ojos muy fijamente.

—No hablé de sentimientos. Hablé de tu beso. Y dije que podría quedarme aquí toda la vida porque ahora mismo, no me apetece estar en otro lugar, ni hacer otra cosa que no sea tenerte así, entre mis brazos, bajo la lluvia y a punto de darte otro beso. Así me podría quedar toda la vida. Estoy a gusto. Demasiado.

Miró mi boca.

—Tienes una facilidad gigante para hablar.

—Las mismas Que tienes tú para callártelas— dije sonriendo. Y me atreví otra vez. Le di un beso corto.

Tomé su mano y la jalé para comenzar a caminar de vuelta.

Ella fruncía el ceño.

—No me callo las cosas. Digo lo que pienso.

Sonreí.

—¿Qué sientes, entonces?

Ella suspiró.

—Que esto está bastante mal y enredado.

Subí y bajé los hombros.

—Ya hablamos sobre eso.

—No quiero una relación— me dijo. —No quiero salir ahora mismo con nadie.

La miré pícaro.

—Eso es otra mentira. Vives en la negación, Mía Rough. ¿No te habías dado cuenta? Qué bueno que yo sea la persona más positiva y optimista del mundo. Si no, ve tú a saber qué fuera de nosotros dos...

LA ESPECIALIDAD DEL CHEF Donde viven las historias. Descúbrelo ahora