Capítulo 1

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Rachelle.

La brisa de la noche golpeaba mi rostro secando las lágrimas que resbalan por mis mejillas, mi cabello se pegaba a ellas a causa de las mismas y de mi boca salió un largo suspiro.

Abrace mis rodillas protegiéndome del frío y mantuve mi mirada fija sobre la lápida de mi madre, con mis dientes castañeando.

Daría todo lo que fuera por tenerla conmigo.

–Te dije que estaría aquí –No me moví de mi puesto al oír a Amara, mi mejor amiga. Sabía que tarde o temprano ella llegaría– Chelle… – Se sentó a mi lado y dejó su mentón sobre mi brazo– Estás helada, cariño– Susurró, poniéndose de cuclillas frente a mi y acariciando suavemente mis brazos, intentando hacerme entrar en calor.– Estamos en invierno, no te has cubierto nada, vas a coger un resfriado– Reprochó, colocándome su gorro, dejando su largo y lacio cabello negro al descubierto.

–Tengo el culo entumecido– Susurré, para aligerar la tensión.

Soltó una pequeña risa y alcé una de mis comisuras. Acarició mi mejilla y sonrió comprensiva.

–Lo siento, se lo mucho que te gustaría tenerla aquí –Asentí, bajando mi mirada.

Ambas nos quedamos en silencio, con Amara no hacía falta hablar demasiado, ella era de esas geniales personas con las que fácilmente podrías no hacer o decir nada y todo seguiría marchando bien.

Sus ojos se fueron detrás de mi y alzó su comisura, miré por el rabillo de mi ojo los guantes negros que quedaron a mi vista y los tomé sin decir nada. Bajé mi mirada a mis manos mientras me los colocaba y sentía una chaqueta acariciar mis hombros, dándome calor. 

–Gracias –Susurré, colocándomela.

–Esperaré en el auto– Su voz dura llegó a mis oídos.

Respiré hondo y cerré mis ojos.

–¿Tenías que elegirlo precisamente a él? –La miré con reproche.

Amara hizo una pequeña mueca graciosa.

–En realidad, ha sido él quien me ha elegido; ha llegado a mi casa creyendo que estarías conmigo, ya que eso fue lo que dijiste a sus padres– Alzó una ceja– Te estaban esperando para cenar. 

Apreté mis labios y luego suspiré.

–Lo lamento, ¿He interrumpido tu cena?

Negó.

–Tienes suerte de que mi madre haya decidido acabar temprano.

Sonreí aliviada.

–Gracias al cielo, no me gustaría oírla enojada de nuevo.

Se rio y me uní a ella.

–¿Nos vamos?

Asentí, respirando hondo.

Se levantó y me ayudó a levantarme. No bromeaba cuando mencioné tener el culo entumecido, estar sentada sobre la nieve era una verdadera mierda que me daba el lujo de hacer los últimos cuatro años en fechas navideñas.

Le di una última mirada a la lápida de mi madre y sonreí.

Camino al auto me aferré a la chaqueta todo lo que pude, vi a Amara subirse a los asientos traseros y antes de que pudiera hacer lo mismo Evan abrió la puerta del copiloto para mí, perforandome con sus ojos desde adentro.

Respiré hondo y entre al auto, cerrando la puerta con más fuerza de la que pretendía.

–Se me resbaló.

Rodó sus ojos y tomo el volante con ambas manos.

–Tampoco es como si esperara que este año aprendieras a cerrar la puerta de mi auto.

Fruncí las cejas y me crucé de brazos.

–Sigues siendo tan odioso– Resoplé, dejando mi mirada sobre la ventana, en cuanto empezó a conducir.

–No me digas– Ironizó.

–¿Papá y mamá están peleando en vez de disfrutar de su encuentro? –Soltó Amara, haciéndonos cerrar la boca.

–Jodete –Soltamos al unisonido, para luego darnos una mirada de reproche y proceder a ignorarnos por completo.

–Dejame en casa, mi madre quiere que abramos los regalos ya, no puede esperarse hasta mañana– Mencionó Amara, con su mirada fija en el teléfono.

Al estar frente a su casa se despidió, prometiendo pasar mañana por su regalo y darme el mío, y el auto quedó en silencio tras su ausencia, y no es como si esperara que Evan comenzara a contarme su muy ocupado año universitario.

Al llegar frente a la bonita y acogedora casa de los Sanders, Evan apagó el auto, sin embargo; no quitó los seguros de las puertas, por lo que me quedé de brazos cruzados mirando al frente, esperando la lluvia de reproches por haberme ido de casa sin avisar.

Suspiró.

–Estoy cansado de esto, Rachelle, siempre haces lo mismo. No se, solo me gustaría que entendieras que con esto solo lastimas a mis padres, está bien que quieras ir a visitar a tu madre al cementerio cuántas veces quieras, pero avisarles no te quita más de cinco minutos de tu tiempo. Los tienes con la jodida incertidumbre de que escaparas de casa algún día y nunca más regresarás, cuando no han hecho más que darte lo mejor todos estos años.

Apreté mis labios, más que nada porque sabía que tenía razón.

Su teléfono sonó interrumpiendo el silencio.

A pesar de no haber puesto el altavoz pude oír la horrible e irritante voz de Bea gritarle un montón de mierda. No me mal interpreten, la novia de Evan es una persona agradable, pero eso no quitaba el hecho de que su voz fuera tan chillona.

Evan tomó una larga respiración.

–Bea… –Intentó interrumpirla, mientras masajeaba sus sienes.

–¡No, esto se acabó! Estoy harta de que siempre la pongas por encima de mi.

Agrandé mis ojos y fingí estar interesada en los copos de nieve que caían en la ventana.

–Siempre voy a poner a mi familia por encima de ti, no espero que esperes lo contrario –La voz de Evan se tiñó de dureza.

–Ella no es tu familia, Evan. Que tus padres hayan decidido adoptarla no quiere decir que lo sea; su madre está muerta y su padre ni siquiera sabe que existe, y tú, desde luego que no eres su hermano.

Me congelé en mi puesto.

Aquellas oraciones lograron calarse en mi piel y dejaron en ella una horrible sensación, mi corazón se aceleró dolorosamente dentro de mi pecho y no pude evitar cerrar mis ojos, procesando el frío y el rechazo que sentí. 

Creo que subestimé la supuesta amabilidad de Bea hacia mi persona.

–Me alegro que esto se haya acabado.

Miré de nuevo por la ventana, relamiendo mis labios e intentado a toda costa no echarme a llorar. En estás fechas solía ponerme demasiado sensible.

El auto volvió a quedarse en silencio, solo se oían las largas respiraciones que Evan tomaba para intentar calmar su mal genio.

–Rach…

–¿Podemos fingir que nada de esto sucedió? –Le interrumpí.

Lo miré de reojo cerrar su boca y asentir con la mandíbula apretada. Quitó los seguros del auto y me apresuré en bajar.

Ya dentro de la casa me apresuré en ir hasta mi habitación y encerrarme en ella, me di una ducha de agua caliente en mi baño y luego me vestí con un pijama.

Peiné mi cabello húmedo y luego salí de mi habitación a darle la cara a los Sanders.

Me acerque tímidamente a la mesa al notar que comían en silencio sin mi y se notaban algo afligidos, a excepción de Evan, que supongo seguía enojado y no había tocado su comida.

–Lamento llegar tarde –Los tres subieron su mirada hasta mi y automáticamente los señores Sanders sonrieron.

–Oh, cariño, no pasa nada, toma asiento – Se apresuró la mujer en reacomodar el plato vacío que esperaba por mi– Frederick, cámbiale el hielo– El señor Sanders tomo mi vaso y se apresuro en vaciar el hielo derretido y colocarme nuevos cubos.

–Gracias– Agradecí, tomando asiento.

–No es nada, cariño.

La sra. Sander comenzó a servir mi cena en mi plato y al terminar me dedico una sonrisa desbordante de cariño.

–Provecho.

–Igualmente para todos– Sonreí y los mire a cada uno, para comenzar a comer de mi cena.

Los Sanders eran indudablemente buenas personas, desde que se hicieron cargo de mi he estado muy agradecida con ellos, no quería pensar que sería de mi vida si hubieran dejado que continuará en esa casa de acogida esperando ser adoptada por un par de extraños y agradecía enormemente el estar sentada en esta mesa, compartiendo charlas animadas con ambos, más de lo que alguno creería.

Si, tenía un problema con salir de casa sin avisar, pero es que aún no tenía la fortaleza suficiente para decirles a ellos o a cualquier persona que iría a visitar a mi madre al cementerio, es por ello que simplemente salía a mi destino y luego regresaba horas más tarde, cuando me sentía preparada para ser la Rachelle Brooks extrovertida y brillante, aunque muchas veces regrese siendo solo Rachelle.

Cómo justo ahora, que oía a Evan contarle a sus padres sobre su año universitario sin prestarle la más mínima atención en absoluto.

Las risas de los Sanders me sacaron de mi burbuja y me vi parpadeando cómo tonta, adaptándome a la conversación al ser mencionada.

–Rachelle ya está pisando su último, le faltan solo los dos últimos periodos que cursará el siguiente año y ya estará lista para entrar en la universidad –Mencionó el Sr. Sanders.

–¿Último año? –Se sorprendió Evan –¿Desde cuándo creciste tanto? –Frunció el ceño.

Me encogí de hombros.

–Solo fueron tres años –Le resté importancia.

–Tres años consecutivos en los que fue la más lista de su promoción –Destacó la Sra. Sanders.

Evan alzó ambas cejas, mirándome aún más que sorprendido.

–¿De verdad? –Asentí, bajando mi mirada a mi plato, y tal parece que vio venir mis movimientos, porque se apresuró en agregar –¿Y? ¿Qué tal te preparas para tu último año de instituto? –Quiso saber, hundiendo las cejas con verdadero interés– Ya pronto tendrás dieciocho– Soltó cuidadosamente, dándole una mirada a su madre.

Lleve comida a mi boca y limpié mis comisuras con una servilleta, dándome el momento para responder adecuadamente a su inquietud, o más bien la nuestra.

–Si, ya pronto tendrás dieciocho –Mencionó el Sr. Sanders, con algo de tristeza– Pero vamos, cuéntanos tu plan.

Forcé una sonrisa.

–Intento no pensar en ello con tanta frecuencia, pero la verdad es que por las noches lo hago muy a menudo– Los miré, tensando mis hombros y evitando la mirada pesada de Evan sobre mi– Probablemente cambie de trabajo este próximo año por uno con mejor sueldo, intentaré ajustar mis horarios con los del instituto y terminaré de reunir el dinero necesario para independizarme– Fui bajando mi tono de voz al oír que Evan dejaba caer su cubierto y este sonaba ruidosamente contra el plato. Tragué saliva y miré al Sr. Sanders– Y aún sigue en pie lo de optar por una beca en Harvard, el director cree que tengo bastante oportunidad– Agregué rápidamente.

El Sr Sanders forzó una sonrisa y noté como intentaba desesperadamente apoyarme, aunque eso significará tenerme lejos.

Anteriormente habíamos hablado sobre mi futuro al cumplir los dieciocho años, ambos me propusieron de nuevo la opción de cambiar mi apellido y volverse mis padres legales para que pudiera quedarme en casa con ellos, pero luego de pensarlo y con el corazón arrugado tuve que negarme a su petición.

No me mal interpreten, durante estos cinco años compartiendo con ellos he sentido el calor de unos buenos padres y sentía una enorme gratitud y cariño hacia ambos por todo lo que han hecho por mi, pero no creía que mi vida se basara en quedarme en casa de los Sanders a ver cómo todos hacen su vida. Yo también quería hacer la mía, se lo debía a mi madre y se lo debía a mi niña interior, yo quería surgir en esta vida siendo Rachelle Brooks.

–Por supuesto que tienes muchísima oportunidad de obtener esa beca, tienes muchísimo potencial, cariño –Ver cómo sus ojos se humedecieron y sentir su mano temblorosa apretar la mía sobre la mesa con cariño, me hizo patear con fuerza las inseguridades que la estúpida de Bea y sus palabras venenosas quisieron plantar en mi.

–Serás la chica más exitosa, mi niña– Concedió la Sra Sanders, acariciando mi mejilla.

Sonreí.

Yo era parte de esta familia, al menos eso me demostraban estos grandiosos seres de luz.

La cena continúo y en un pestañeo nos encontrábamos Evan y yo haciéndonos cargo de los platos sucios, el ambiente se encontraba cargado de tensión y estaba segura de que él no tardaría en romperlo, porque no había parado de lanzarme miraditas exigiendo explicación.

Le pase el último plato y él se encargó de secarlo y dejarlo en su sitio, lave mis manos y me dispuse a terminar de ordenar la cocina bajo su atenta mirada. Al terminar, lo encontré recostado de la encimera de brazos cruzados, aún con la toalla sobre su hombro.

–¿Cuándo pensabas decirme que cambiarás de trabajo y quieres independizarte? –Alzó una ceja, apretando sus labios– No, ¿Sabes qué? Mejor responde; ¿Cuándo pensabas decirme que te estás viendo con Mau?

Alcé ambas cejas y lo miré sorprendida.

–¿Acaso necesito tu permiso para verme con Mau? –Esto si que era una novedad, Evan me ha fastidiado un montón de planes, pero nunca había puesto interés en fastidiarme con un chico.

Abrió y cerró su boca, claramente ofendido.

–¿Disculpa? Mauricio es mi mejor amigo, Rachelle, y por supuesto que no tienes mi permiso de salir con él, ni viceversa, encima es mayor que tu.

Rodé mis ojos y respiré hondo.

–Ya, yo soy menor de edad y él podría ir a prisión, una lástima –Fingí estar entristecida y me crucé de brazos, enfrentándolo con mi mirada –Para tu información no estamos saliendo, me está ayudando a prepararme para mi beca en Harvard ya que estudia allí y tiene experiencia, y si, puede que si nos hayamos besado un par de veces.

–¡Encima lo dices así tan natural! –Se alteró– ¿Sabes qué? Dejemos este tema por la paz, ¿En dónde piensas trabajar ahora? –La venita en su cuello se hizo notar cuando apretó su mandíbula– Claro, si puedo saberlo, porque parece que de nuevo tienes toda tu vida planeada y yo soy el último en enterarse.

–Pues bien, porque te recuerdo que siempre me los arruinas –Intente irme, dando por terminada la conversación.

Soltó una risa irónica, y le di una mirada.

–Ya, yo siempre los arruino– Se limpio las comisuras de los labios y negó de nuevo, desviando su mirada– No los arruinaría si fueran planes sólidos.

Apreté mis manos en puños y alcé ambas cejas, devolviéndome a plantarle cara.

–No estoy entendiendo muy bien tu enfado, es decir; hace tres años que tú hiciste tu vida y nadie te ha reclamado ni objetado nada– Alcé ambas manos al aire– ¿Y desde cuándo te importa si salgo con chicos? Tu has tenido tus novias y de nuevo, nadie te ha reclamado ni objetado nada, Evan, así que más te vale aclarar tu molestia antes de que vuelvas esto un estúpido mal entendido.

Su mandíbula se apretó con más fuerza.

–La diferencia es que yo si estuve dispuesto a escuchar tu opinión, porque yo si te tome en cuenta y te hice parte de ellos, Rachelle.

Cerré mi boca de golpe y me crucé de brazos.

–¿Podrías dejar de decir mi nombre así? –Gruñí al entender que él tenía un punto, yo no.

Además, odiaba cuando pronunciaba mi nombre con recelo.

–¡Oh, perdón! – Alzó ambas manos, dramatizando.– A la señorita le preocupa más como digo su nombre– Se acercó, acentuando nuestra diferencia de altura – Da igual como lo diga, porque no es el punto de la conversación y sabes que tengo toda la maldita razón en lo que digo– Me apuntó– Antes de irme de casa estudie todas mis opciones y decidí lo que haría luego de haberte escuchado a ti y a mis padres, y no, no con esto quiero decir que quiero que hagas lo que yo diga, sino que me tomes en cuanta como yo lo hice, Rachelle, porque eso hace la familia, tomarte en cuenta.

Apreté mi mandíbula y apunte su pecho.

–Llevas tres años fuera de casa, viniendo solo para navidad, te saltaste las vacaciones de verano e incluso los cumpleaños; mis cumpleaños, Evan– Sonreí irónica– ¿De verdad esperabas que te tomara en cuenta cuando no has hecho más que pasar de mi desde que te fuiste? –Solté bajito, pero sin titubear.

Ni siquiera parpadeó, solo se quedó inmóvil procesando mis palabras, que tuvieron el peso suficiente para que sus hombros cayeran en señal de derrota.

Si, yo había ganado.

–Yo no… –Negó, pasando ambas manos por su rostro con algo de frustración– No te estaba evitando, ¿Qué estás…?

Reí.

–¿Rachelle? Ah… No, no tengo tiempo para hablar con ella, mamá, debo realizar un trabajo, quizás más tarde le llame; Oh, no, estoy cansado, papá, solo envíale mis saludos; ah… justo recordé que debo pasar por la biblioteca, pero déjale mis saludos, prometo llamarle luego –Cité sus palabras en las últimas video llamadas y desvío su mirada, apretando su mandíbula– Si, se que es su cumpleaños, le he enviado un mensaje está mañana, seguro comprenderá el motivo por el que no iré, la vida universitaria es muy dura, ella… Lo entenderá– Repetí, en un susurro, alzando una ceja– Es curioso que nunca devolviste las llamadas y que tú mensaje de disculpas haya sido un tonto: Lamento no poder ir hoy, prometo ir al siguiente año– Respiré hondo y lo miré.

–Estaba muy ocupado, ¿Vale? Aún así te envié mi obsequió, ni siquiera mencionaste si te gusto, si…

–¿Recuerdas cuando jugábamos a dos verdades, una mentira? –Le interrumpí y el asintió en respuesta, con rapidez– Pues te tengo otra verdad –Relamí mis labios, negando –Se te dan de la mierda las promesas, Evan Sanders –Palmee su pecho y sonreí– Así que no, no me disculpo por no haberte preguntado si te parecía bien mi plan.

La cocina se quedó en silencio, ya sabía yo que Evan no respondería con algo convincente, por lo que comencé a alejarme.

–Rachelle… –Me llamó en tono cansado– Espera un segundo, yo…

Negué y lo observe desde la puerta.

–Ah, si, lo olvidaba –Hice una tonta reverencia –Bienvenido a casa, Evan– Rodé mis ojos y abandoné la cocina.

Cerré la puerta de mi habitación pasándole el seguro y me acerqué a mi escritorio, para tomar asiento en el. Tomé mi libreta azul de anotaciones, mi bolígrafo, y comencé a garabatear en el, mientras leía la lista de mis planes de estás vacaciones navideñas, aún faltaban cosas por cumplir de esta lista.

(…)

El día transcurrió más rápido de lo que esperaba, los Sanders tenían la costumbre de adornar la casa y el árbol de navidad el mismo día de las fiestas navideñas, por lo que mi día fue bastante, para no decir muchísimo, ajetreado.
Las fiestas navideñas con los Sanders son muy divertidas, desde pequeña siempre las he celebrado con ellos, porque Ellen nos invitaba a mi madre y a mi a pasarlo juntos. Mi parte favorita de la noche es cuando Carmen, la madre de Ellen y abuela de Evan, nos sirve de sus deliciosas hallacas, así les llaman en su país nativo, Venezuela; es un plato típico que alguien con buen gusto creó para personas con enorme pasión por la comida, como yo.
Me declaro fan número uno de los platos típicos venezolanos de la abuela Carmen.

Debía admitir que había entrado a la cocina incontables veces para robar un poco de pasas y luego huir antes de ser atacada con la toalla de la cocina, como hice justo ahora.

–Te dolerá el estómago, jovencita– Me reprendió.

Sonreí inocente y me apresuré en volver a la sala, dónde el sr. Sanders y Evan se encontraban en los últimos detalles del árbol.

–¿Y? –El sr. Sanders me miró –¿Qué tal quedó?

Asentí con aprobación.

–Solo falta la estrella –Mencionó Evan, tomándola de la caja y dándonos una mirada.

–Esperemos que llegue tu madre, quiere tener una foto de ambos poniendo la estrella.

–¿Otra más? Tiene una de cada año– Resopló Evan.

–Ya sabes cómo es. No le arruines su tradición, mejor ve a ayudar a tu abuela con la comida – Evan dejo la estrella en su sitio y abandonó la sala, segundo después el Sr. Sanders me miró –¿Piensas arreglar tu cabello o algo para esta noche? –Indago– Deberías aprovechar el tiempo.

Hice un mohín.

–En realidad no, pero… –Lo pensé, recordando que debía tachar algo de mi lista de planes sobre estás vacaciones –Te tomaré la palabra– Sonreí.

Entré a mi habitación y eche el seguro a mi puerta, me senté frente a mi escritorio y saque las tijeras de mi última gaveta, me fui hasta mi baño y me observé detenidamente en el espejo. La verdad no había nada especial que mirar, solo era una chica de cabello castaño, ojos cafés y según lo que he oído de los chicos del instituto, buenos senos en los que podrían dormir perfectamente usándolos de almohada.

Si, súper vergonzoso, pero; sus palabras, no mías.

Las horas pasaron y luego de enviar una foto a Amara mostrando mi nuevo look, y esperar impaciente por su respuesta, pude respirar tranquila.

¿Saben esos momentos en los que dices “La vida es una sola, voy a hacerlo” que en su mayoría van acompañados de una idiotez?

Pues bien, fue justo eso lo que pensé antes de llevar mi cabello sobre mis hombros y guardar los aproximadamente diez centímetros de altura de cabello, para donarlo en cuanto tenga oportunidad.

Dos toques en mi puerta me hicieron detener la brocha de maquillaje sobre mi párpado superior y mirarla fijamente a través del espejo, como si pudiera quitar el seguro con mi mirada y hacer que la persona entrara.

–Rachelle… –Solté un suspiro y negué, continuando con mi maquillaje. Era Evan – Mi madre ha llegado hace unas horas y ya todos estamos casi listos para cenar; estamos esperando por ti– Ordené las brochas en su sitio y tomé un labial color vino, para darle un color distinto a mis labios– Rachelle… –Rodé mis ojos al oírlo tocar la puerta de nuevo– ¿Podrías al menos decir que ya me oíste? –Se quejó– Bien, como quieras. Solo apresúrate, no querrás que mi abuela venga a sacarte por las orejas– Oí unos pocos pasos alejarse por el pasillo y supe que se había marchado.

Junté mis labios y lance un beso al espejo, dándome el visto bueno. Me levanté de mi silla y alise mi top y mi falda, me calce las sandalias corte baja, y abrí la puerta de mi habitación, para comenzar a andar por el pasillo pasando completamente de la presencia de Evan, que me observó petrificado y boquiabierto a mitad de pasillo.

–¡Rachelle! –Su voz salió demasiado chillona para mí gusto –Mierda, Rachelle, ¿Qué…? –Tomo una larga respiración y negó, viéndome pasar por su lado– Demonios, ¿Quién te dio la idea de jugar con las tijeras? –Oí sus pasos detrás de mi– Carajo, Rachelle, deja de ignorarme –Su mano tomó mi codo, cruzando la sala. Lo miré sin decir nada y sus ojos escanearon mi rostro con rapidez, al menos unas tres veces –Te ves diferente –Soltó despacio.

–Era la idea –Respondí con simpleza.

Asintió, comprendiendo.

–Si, claro.

Me solté de su agarre sin mucho esfuerzo y seguí hasta la cocina, dónde me recibieron los gritos ahogados de Ellen y la abuela Carmen.

–¡Dios, quedaste…! –Ellen negó, llevándose ambas manos a la boca –¡Estoy en shock! –Sus ojos brillaban de alegría y asombro, mezclado con aprobación.

Sonreí.

–Estas divina, como tú abuela –Carmen me recibió con un abrazo– ¿Qué opinas Fred? –El Sr. Sanders asintió en aprobación.

–Quedaste hermosa, cariño.

–Gracias– Me alegré de recibir buenos comentarios y mi cuerpo se relajó.

Todos comenzamos a tomar asientos, incluido Evan, nos organizamos rápidamente, y luego de hacer una corta oración agradeciendo por los alimentos sobre la mesa, procedimos a comenzar a cenar, entre risas y charlas animadas.

Pasada las doce comenzamos a organizarnos en la sala y Ellen tuvo otra foto para la colección de Evan y yo poniendo la estrella en el árbol.

–Mañana ya podrás tenerla en tus manos –Prometió Evan, señalando la fotografía a su madre en su cámara.

–Bueno, es hora de los regalos –Mencionó el Sr. Sanders, mirando su reloj, para terminarse la copa de vino que sostenía en su otra mano.

Sonreí y fui hasta mi habitación en busca de los regalos que había envuelto a penas los compré, porque la emoción de obsequiar algo me ganó, como todos los años.

–Yo quiero empezar –Mencioné, con bastante emoción. Los Sanders estuvieron de acuerdo, así que comencé a entregarles sus regalos a cada uno, incluido Evan. Este mismo levantó su mirada de su teléfono un tanto sorprendido y tomo el obsequio con algo de duda– Ya pueden abrirlos– Juntes mis manos, y me balancee sobre mis pies, mirándolos a cada uno.

La primera en chillar de emoción fue Ellen, con sus ojos a punto de soltar un par de lágrimas, al encontrarse con unos aretes brillantes de los cuales se enamoró en una salida al centro comercial y mencionó que iría a comprárselos en cuanto completará el dinero, así que le hice el favor de obsequiárselos antes.

Recibí su abrazo con una sonrisa, y me quedé atenta mirando a al Sr. Sanders, que sonrió feliz al ver que su obsequió era un nuevo metro para que usará en sus planos de construcción, ya que aunque también usada la tecnología, prefería hacerlo manualmente.

–Gracias, cariño, me ha encantado– Me abrazo fuerte y dejó un beso en mi coronilla.

La abuela Carmen me abrazo contenta al ver una nueva bata de cocina con el “Abuela Carmen” bordado a un lado y en el otro, el nombre de su pequeño negocio de comida venezolana: “El rincón del buen sabor”, y un gorro a juego.

–Te has lucido este año, he– Me apretujo la mejilla con cariño y asentí sonriente– Gracias, mi niña.

Le di una mirada a Evan, que comenzaba a rasgar el papel de su regalo y alzó una de sus comisuras al encontrarse con un bolso donde guardar su cámara.

Al principio no sabía que obsequiarle, pero había oído en una de sus llamadas con Ellen que debía comprarse uno nuevo, por supuesto que ya lo había hecho, pero mi regalo había sido ya comprado y no tuve el tiempo ni el dinero para cambiarlo. El lado positivo es que ahora tenía para escoger.

Rasco su ceja y me miró con una medio sonrisa en su rostro.

–Parece que alguien estuvo espiando mis conversaciones con mi madre –Me encogí de hombros, y miró el obsequio de nuevo– Parece que también me conoces mejor que yo, me ha gustado más este que el que yo mismo he escogido– Hizo una mueca burlona hacía si mismo y sonrió de nuevo– Gracias, está perfecto.

Asentí, aliviada.

Continuamos con la ronda de obsequios, estaba contenta porque los Sanders me conocían muy bien y sus regalos tendían a ser los mejores.

–Esta vez te hemos comprado algo en conjunto –Mencionó Ellen, con sus ojos brillando en emoción, entregándome una caja tamaño medio, un poco pesada– Todos hemos puesto un grano de arena para hacer posible esto –Asentí, comenzando a ser ganada por la ansiedad y rasgando el papel, con nerviosismo.

Mi estómago sintió una especie de hormigueo en cuanto quite todo el papel y observé el símbolo de Apple, los miré a todos con mis ojos muy abiertos y levanté la tapa, para encontrar un iPad, con lápiz incluido.

Me quedé en shock por la impresión. 

–Es… ¿Esto es para mí? –Los miré y todos asintieron con una sonrisa.

–Hemos decidido adelantarnos y quitarte este costo de tu lista, ya sabemos que sueñas con estudiar arquitectura en Harvard, así que necesitarás los mejores implementos para ello –Explicó el Sr. Sanders y mis ojos se llenaron de lágrimas.

–Yo… no sé que decir –Me sinceré, con un nudo en mi garganta.

–Oh, ven aquí, cariño –La abuela Carmen me abrazo con fuerza y sobó mi espalda– Serás una mujer exitosa.

Luego de una lluvia de gracias por mi parte y abrazos, la ronda de regalos se acabó y fue el turno de mirar películas navideñas en familia, hasta que poco a poco uno a uno se fue visto afectado por el sueño y decidió irse a dormir, quedando solos Evan y yo.

Me fui a la cocina y llene el tazón de palomitas de nuevo, volví al sofá y me quedé mirando como Evan cambiaba las películas navideñas por unas de terror. Me puse cómoda en el sofá, subiendo mis pies a la mesita de café, y lleve un puñado de palomitas a mi boca.

Una hora y media después, fueron suficientes para que ambos estuviéramos soltando un largo suspiro, analizando la película que acabábamos de ver.

–Estuvo bastante buena, ¿No crees? –Me vi hablando.

Me miró, sorprendido de que le haya hablado.

–Si, estuvo buena, le doy un ocho de diez –Me quitó palomitas y las llevó a su boca– ¿Quieres ver otra? –Preguntó, con su boca llena.

Arrugué mi nariz y asentí, volviendo mi mirada a la pantalla.

La siguiente que puso no fue tan terrorífica, pero el suspenso que envolvió la película nos mantuvo sin pestañear a la expectativa de lo que sucedería. Fue bastante buena igual.

–Tiene un diez de diez –Mencioné, casi al instante en que terminó.

Asintió de acuerdo, sonriendo.

Nos quedamos en silencio, mirando los créditos fijamente, hasta que él rompió el silencio con un susurro.

–Lamento haberte evitado estando fuera de casa.

Lo miré, expectante.

–Así que lo aceptaste –Mencioné y suspiró, asintiendo– ¿Por qué lo hacías?

Hizo una mueca.

–¿Me creerías si te digo que aún no lo sé? –Me miró, dejando ver la confusión en su mirada.

Me encogí de hombros y asentí.

–Supongo– Suspiré –¿Sabes? Pensé que éramos buenos amigos cuando te marchaste y que nada cambiaría entre nosotros, porque vamos, eres insufrible y arruinas todos mis planes, pero me agradaba saber que aún así podía contar contigo –Confesé, jugando con el borde de mi falda.

–No me agrada que estés hablando en pasado, aún puedes contar conmigo.

Reí.

–¿Y esperas que me lo crea, Evan? –Lo miré, casi divertida. Frunció el ceño y apretó sus labios –Solo espera a que termine el año, vuelvas a la universidad y nuevamente te olvides de mi, y comiences a evitarme de nuevo.

–¿Desde cuándo eres tan prejuiciosa? –Se molestó.

Bostecé y me encogí de hombros.

–Creo que ya me vendría bien dormir –Cambie de tema, tachando mis ojos y dejando el tazón de palomitas sobre la mesita de café– Estoy exhausta –Balbuceé, estirando mis extremidades.

–Son las cuatro de la mañana, es válido que lo estés –Susurró.

Lo miré y asentí, recostando mi cabeza de la cabecera del sofá.

–¿Tu no lo estás?

–¿Qué cosa? –Hundió sus cejas, imitando mi acción y recostando su cabeza del sofá, mirándome.

–¿Exhausto? ¿Cansado? –Seguí hablando en voz baja.

Alzó una de sus comisuras.

–Si, claro que lo estoy, pero no está en mi rendirme fácilmente –Asintió, relamiendo sus labios y estirando su mano hasta mi flequillo, lo metió detrás de mi oreja tomándome por sorpresa y luego alejó su mano, desviando su mirada– Yo me hago cargo de esto, ve a descansar.

Se levantó del sofá y tomo las cosas de la mesita de café, para alejarse entrando a la cocina. Me quedé en el sofá sin ánimos de levantarme y luego de soltar un largo suspiro, lo hice con algo de pereza. Fui a la cocina a por un vaso de agua y lo encontré ordenando todo en la repisa, tomé mi vaso de agua y me alejé, soltando una vago buenas noches en medio de un bostezo.

–Rachie…

Me detuve abruptamente en el umbral de la puerta y tras vacilar un segundo, lo miré. No supe describir la sensación que me recorrió el cuerpo al oír ese apodo después de tanto tiempo.

–¿Si? –Tragué saliva.

–Me gusta tu nuevo corte de cabello –Siguió apoyado en la isla de la cocina al decirlo, y su mirada estaba puesta en ella.

Solté una pequeña risa y asentí.

–Claro, ahm… gracias. Debía hacerlo.

Frunció el ceño y me miró.

–¿Era parte de uno de tus locos planes? – Asentí, apoyándome del umbral con mis brazos cruzados.

Negó, reprimiendo una sonrisa.

–No cambias, ¿He?

Alcé una ceja.

–¿Debería hacerlo?

–Eso depende de lo que diga tu lista de planes, ¿No? –Soltó, medio burlón– No puedes tener todo controlado –Se acercó y golpeó mi frente con su dedo índice –Deberías convencer a tu cabeza de que a veces está bien improvisar, dejarla descansar un poco.

Rodé mis ojos y resoplé, subiendo mi mirada para encararlo.

Si hay algo que Evan sabe que odio, es improvisar. Digo, ¿Cómo aseguras que salga bien?

–Gracias por el consejo, ¿Quieres saber que estoy improvisando ahora?

–Ilumíname –Una sonrisa divertida creció en su boca.

–Odiar tu regreso –Sonreí falsamente –Te aseguro que para ser mi primera vez, me está yendo muy bien.

Negó, soltando una risa entre dientes. De pronto, se inclinó sobre mi, dejando su cara frente a la mía, tomándome por sorpresa.

Casi sentí como mis hormonas adolecentes se alteraron inesperadamente.

–Tu improvisación se te da del asco –Susurró a centímetros de mi cara. Apreté mis labios y mis ojos casi salen de su órbita al sentir sus labios sobre mi mejilla –Esto si es improvisado e inesperado, tu obsesión con querer odiarme no y encima ya está desgastada –Se burló en mi cara y entrecerré mis ojos– Buenas noches, pequeña Rachie –Desordenó mi cabello y se alejo como si nada, riendo entre dientes.

Me quedé pasmada en mi sitio, respirando hondo.

–¡Odioso! –Gruñí a la cocina vacía.

Resoplé y me apresuré en ir hasta mi habitación, me dejé caer en mi cama enfurruñada y negué, rodando mis ojos.

Fui a mi escritorio y tomé mi cuaderno de anotaciones.

~•~•~•~

Plan principal: No aburrirse en vacaciones.


Cosas por hacer:

[✓] Visitar la piscina.
[✓] Comprar nuevos libros.
[✓] Practicar algún deporte.
[✓] Ir a un concierto.
[✓] Cortarme el cabello.
[✓] Comprarme ropa nueva.
[✓] Verme toda una serie sin pausa.
[✓] Hacer una guerra con bolas de nieve.

~•~•~•~


Sonreí al comenzar a escribir una cosa más por hacer.

[   ] “Odiar el regreso de Evan Sanders.”

Encerré su nombre en un círculo rojo y deje mis bolígrafos sobre el escritorio, suspirando y sin perder mi nuevo objetivo de la lista.

Mis manos picaban por tachar lo último de la lista, pero sabía que necesitaba mucho más que un par de palabras y un inesperado beso en la mejilla para odiar el regreso de Evan Sanders.

***

¡Hola!
¿Que tal estás?
¿Que te pareció el primer capítulo?
Si todo sale bien nos estaremos leyendo por aquí todos los miércoles o en su defecto; los días sábados.
¡Gracias por leerme y formar parte de este rincón de mi mente lleno de mucho cliché!
Besitos y abrazos virtuales,
Kath. <3

El Error En El Plan De RachelleWhere stories live. Discover now