XX • Vence tus miedos

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Pese a que Noun no estaba de acuerdo con el desprecio que sus hermanos le habían dirigido a su abuelo, se sentía culpable por haberse quedado con todos los bienes, sentimiento que expuso constantemente a su esposa, la que le reprendía siempre diciéndole que no se lo merecían, sin embargo, como Noun se seguía sintiendo mal al respecto, Ariel terminó por decirle que si se sentía mejor, que les diera algo de dinero, pero que tampoco exagerara. Noun estuvo de acuerdo y contacto a sus hermanos para hacerles la transferencia de cincuenta mil euros a cada uno. Esperaba que aquella noticia les alegrara, pero fue todo lo contrario. Le insultaron tanto, que Ariel terminó por quitarle el móvil a su esposo y gritarles cuatro verdades, para después colgarles en toda la cara. Después de eso, era evidente que en definitiva no iban a heredar un solo céntimo.

Olvidado ese mal rato, ambos fueron a su luna miel a Hawaii, a disfrutar de la playa y la buena temperatura. Aunque Ariel prefería pasarse todo el día en la habitación pecando, y si no fuera porque Noun le insistiera en salir, no se habría levantado de la cama.

Quince días después, se presentaron en la mansión luciendo morenos y más radiantes que nunca, y Ariel no se cansó de relatarle a León lo maravilloso que había sido todo y lo feliz que era, y Noun no hacía más que sonreír, compartiendo su misma felicidad.

León también era más feliz que nunca, y su sonrisa era única cuando miraba a su esposa embarazada. Ya antes la amaba con locura y ahora la estimaba todavía más.

—León, ¿me estás escuchando? —Ariel le miró con el ceño fruncido, molesta por su falta de atención —Ya deja de mirar a tu esposa.

Melanie no pudo evitar ruborizarse y sonreír a la vez, mientras se acariciaba su vientre plano con ilusión.

—Te estoy escuchando, Ariel —dijo con sinceridad —Y en verdad me alegro que te lo hayas pasado bien.

—Sí, sin duda ha sido maravilloso. Nunca pensé que esto del matrimonio fuera tan hermoso —se sobó las mejillas, las que sentía estiradas de tanto sonreír.

—Ah... Qué suerte —Aimeé suspiró con cierta melancolía —Y yo sigo sin encontrar a mi príncipe azul.

—Aimeé, no sé cómo puedes aguantar sin echar un polvo a tu edad.

—Ariel —la citó Aimeé con reproche, sintiéndose avergonzada —Sabes que no quiero acostarme con un chico solo porque sí. Además, antes de eso, tengo que pararme ante el altar.

—Así es. Hay que hacer las cosas bien —la apoyó León con semblante serio, orgulloso de su hermana.

—Suena hermoso, pero yo no me imagino aguantando hasta conocer a Noun para hacerlo. Aunque, no me habría importado esperar —enlazó una mano con la de su esposo y ambos se sonrieron con ternura.

—Yo también debería haber esperado —confesó Alice sin poder ocultar su tristeza.

Lukyan, con cierto recelo, apoyó una mano sobre el dorso de la suya y la miró con preocupación. Alice le respondió con una sonrisa y con un gracias, y él sonrió al instante.

—Bueno, el pasado ya no importa. Ahora toca mirar al presente, y mi presente es un cañón y una máquina en la cama —Ariel se agarró a su esposo como una garrapata, riendo.

—¡Ariel! —le reprochó su esposo apenado, bajando la mirada.

La única que se rio en la sala fue Alice.

Pese a los regaños de León, su esposo y Aimeé, Ariel siguió soltando cosas que no debería por un largo, hasta que propuso que fueran todos a nadar a la piscina. Todos, excepto Lukyan, estuvieron de acuerdo.

Coleccionista de desastres [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora