XX • Paz que poco dura

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-Fue sin duda una situación muy espeluznante.

Alice no perdió tiempo en comentar sobre lo ocurrido en cuanto se reunieron en el gimnasio a la hora del patio. En aquella ocasión Adrien se mantenía alejado de la conversación, únicamente centrado en su entrenamiento diario.

-¿No crees que puedan agredirte?

Se percibía preocupación en sus ojos verdes.

-Tranquila, Alice, no siento temor alguno.

No había titubeado a la hora de decirlo. Es mas, Léon se veía de lo más tranquilo. Quizás no tenía en cuenta que tras Bestia iban una banda de malhechores con seguramente muchas ganas de convertirlo en una vieja y sucia alfombra.

No podía estar tranquila.

Léon tomaba su merienda en silencio, o eso pretendía, para cada cuanto saltaba otra cuestión que él respondía con la misma seguridad. Toda cuestión venía acompañada con el nombre de Bestia.

-Te acompañaremos a casa - Sugirió Alice, esbozando una sonrisa angelical.

-No es necesario - Negó - Sé valerme por mí mismo.

-Pero...

Esa fue quizás la respuesta que ella no deseaba escuchar. Continuó viéndose inquieta. Temía por el bienestar de uno de sus mejores amigos. Se sentía en el deber de protegerle, pero según él no necesitaba ningún tipo de protección. Podía deducir por su cuerpo que había o seguía practicando algún deporte, pero por muy fuerte que fuera eran más de diez los que seguían a Ariel; y varios de ellos eran tan altos como una muralla.

La tarde se hizo sin que hubiera nada fuera de lo normal, salvo que Ariel no hubiera vuelto a asomar el hocico con la intención de acosarle, lo que entendió Léon que ya se había cansado. Apenas compadecía al que fuera a ser su próximo objetivo.

Abandonó la institución y por primera vez no se preocupó en fijarse si aquella colorida cabellera anduviera vagando por su alrededor. Sentía que se había quitado un gran peso de encima. En alguna parte de su mente ya se había hecho a la idea de que tendría a Bestia a su asecho hasta el fin de sus días. Llegó a imaginarla ya una anciana, apoyada en su bastón, tras una farola, viéndole con esos ojos lujuriosos encuadros en un manto de arrugas. Sin duda era una imagen de lo más espeluznante.

-Léon, ¿no quieres ir a dar un paseo?

Adrien esperaba en la entrada junto a Alice. Ella seguía trayendo consigo aquella cara de preocupación. Su mirada vagaba por los alrededores, quizás en la labor de hallar a Bestia o alguno de sus secuaces.

-Lo siento, hoy pretendo ocupar mi tiempo estudiando.

No podía dejar de lado su deber de sacar las mejores cualificaciones. Deber que no había dejado de lado ni teniendo a la acosadora encima. Nadie había logrado quebrantar su concentración; a excepción de algún que otro ronquido de Piercing.

-En ese caso te acompañamos a casa - Insistió Alice - Si no lo haces por ti, hazlo por mí, así me quedaré tranquila.

-De acuerdo.

No pudo negarse a sus suplicas. Alice en aquel instante se veía sin duda de lo más adorable. Era genuina su preocupación, tanto que se le empañaron sus ojos y le dio comezón.

-Buenas tardes, Ali.

Su rostro sufrió una radical transformación. Sus labios se estiraron tanto que pareció que se los iba a romper. Un efecto que se produjo cuando vio a Alexander acercándose a ella.

Coleccionista de desastres [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora