XXIII • ¿La paz dónde se quedó?

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Se mantenía pensativo, buscando en el cielo algún punto interante, alguna extraña nube que esfumara de su mente la enorme preocupación que desde hacia tres noches le atormentaba.

Le dio una calada al cigarro y lo agitó suavemente, haciendo que las cenizas cayeran al suelo. Era un día frío, con nubes cubriendo el cielo en toda su totalidad; nubes grises que cargaban un buena llovizna que pronto se desplomaría.

-Léon.

El joven noble se detuvo a dos metros de la entrada y se fijó en el individuo que le había llamado. 

Pircing desechó el cigarro y recortó la distancia que los dividía.  Traía consigo una cara de preocupación que a Léon se le antojó a problemas.

-Buenos días, ¿has visto a Ariel?

Aquel interrogante a Léon le pareció una excusa para hablarle.

-No. Hace días que no sé nada de ella - Contestó con la seriedad que siempre le representaba; al menos con la mayoría de la sociedad. 

-Lo sé, no ha venido al instituto, al igual que ninguno de mis colegas. Léon - Ese punto apenas tuvo tiempo de existir.  Piercing prosiguió de inmediato - Necesito que me ayudes a buscarla.

-¿Yo?

Lo cuestionó por lo absurdo que le parecía dicho pedido. Todos en la institución sabían a ciencia cierta lo fastidiosa que Ariel era para Léon, y mejor que nadie lo sabía Pircing, el cusl había estado presente desde un buen principio. 

-No, no lo haré. No buscaré a Ariel - Le comunicó antes de que él volviera a pedírselo - Sabe muy bien que esa joven no me agrada y no veo el motivo por el que debería buscarla.

Quizás había sido un tanto tosco a la hora de rehusarse. No le deseaba ningún mal a la muchacha, de hecho esperaba que algún día recapacitara y se diera la oportunidad de convertirse en un mejor ser humano, pero para ese entonces él no estaría allí, porque no estaba mínimamente interesado en seguir el proceso de dicho cambio.

-Léon - Matias le retuvo por el brazo. Sus ojos oscuros se clavaron en los de Léon en el preciso instante que los tuvo ante él. Su voz venía además de ruego con otro sentimiento, ¿dolor? - Sé que mi jefa te ha molestado desde un principio, y también entiendo que no quieres nada con ella, pero, por favor, tienes que ayudarme, ella... No está bien.

Desde aquel absurdo pedido de hacerse pasar por Léon no había vuelto a hablar con ella, lo había intentado pero Ariel anulaba su existencia, no le hablaba, siquiera le miraba.

Ariel no le decía respecto alguno, no tenía siquiera razones por las que preocuparse por ella, acudir a su lado sería quizás el peor de los errores que podría cometer a lo largo de su vida. ¿Y si lo mal interpretaba de nuevo?

-Sois varios los que formáis parte de su banda.

Quiso avanzar, pero Matias le retuvo con más fuerza.  Era un tipo delgaducho y de estatura media que fácilmente podría derribar, pero Léon no quería lastimarle, porque él sí le caía bien. Había sentido en él la voluntad para cambiar, pero era Ariel, ella era la araña dueña de la telaraña en la que él estaba atrapado, la razón por la que dicho cambio no se podía efectuar. 

-Encontrarla será sencillo, pero no ayudarla. Sé que tú sabrás qué decirle. Yo... No soy bueno con las palabras...

Percibió un ligero temblor en las dos manos que le agarraban.  El amor le pareció un sentimiento crudo en los ojos de Matias.

-¿Sucede algo?

En medio de extraño pedido apareció Adrien, con toda la pinta de haber estado trotando antes de ir al instituto. El sudor le recorría el rostro y se perdía en el interior del collarín de su camisa, hasta que agarró un pedazo de la prenda y se limpió la cara, dejando por un instante que se le viera su abdomen perfectamente plano.

Coleccionista de desastres [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora