XVIII • Él

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-No existe cualquier relación entre esa muchacho ni yo.

Fue lo que respondió a su madre una vez se lo cuestionó. A Lucy no se la veía para nada contenta. Era honesto su descontento.

Sus largos dedos no paraban de dar toquecitos sobre la vieja mesilla de noche.

-Léon, quiero que me cuentes qué está sucediendo.  El cómo esa muchacha se presentó hoy aquí.

No había querido nombrar a Bestia en presencia de su familia por ahorrarles molestias y también porque ella era un asunto con el que podía lidiar.

-Madre, no tiene razón de preocupación.  Yo continuaré lidiando con Ariel.

-¿Seguiré? ¿Desde cuándo debes de tolerarla?

Lucy posó las manos sobre las de su hijo, viéndole con ahora preocupación.  Sin duda Ariel le desagradaba con creces y por lo visto Lucy no iba a darle una segunda oportunidad, algo que Léon imaginó desde un principio. Bestia era una mala hierva que su madre estaba dispuesta a arrancar de su vida. 

-Desde el principio. Madre -La tomó de los hombros al verla alterarse - Escuche, no tiene que preocuparse, Ariel no es nada con lo que pueda lidiar. Es una chica obstinada, pero yo sé defenderme. No necesito cualquier preocupación. 

-Hijo, quiero que me respondas con sinceridad.  ¿Esa muchacha no te interesa ni en lo más mínimo?

Antes de responder Léon torció el gesto, formando una mueca de puro malestar.

-Madre, ¿cómo se le ocurre siquiera cuestionármelo? Ariel sería la última mujer sobre la faz de la tierra por la que me interesaría.  Si quedáramos apenas ella y yo en vida la especie humana moriría con nosotros.

Sin duda eran totalmente sinceras sus palabras. Ariel no le atraía de ningún modo, y de hecho deseaba poder alejarla de él, pero todavía no se le había ocurrido de que modo podría cumplir su deseo. Le había dicho varias veces que se alejara, que nada existiría entre ellos, pero la muchacha parecía haberse obsesionado con su plan de conquista. 

Lucy terminó por soltar un suspiro de profundo alivio.  Una sonrisa amaneció en sus pálidos labios. Entre sus brazos acogió al menor y depositó un beso en su frente. 

-Me satisface saberlo. Esa mujer no es la ideal para un muchacho como tú. Perdona que te lo cuestionara, cariño, pero necesitaba escucharlo directamente de tus labios.

Léon apretó suavemente a su progenitora con sus fuertes brazos y esbozó una sonrisa que se ocultó en el hueco del hombro femenino.

-Entiendo, madre. Lamento haberla preocupado, y sobretodo que todo ese alboroto se originara.

-No es tu culpa, cariño.

Bajo un resplandeciente sol, en la siguiente mañana, Léon ingresaba en la institución.

-Buenos días. 

Se alegró de que el primer rostro que veía no fuera el de Bestia. Aquella chica se había ganado más de su aborrecimiento al presentarse en su morada de aquel modo, y lo de la abuela le había sumado puntos.

Hoy Alicia se la veía más sonriente, lo que le hizo a Léon cuestionarse si las heridas del amor podían sanar tan rápido o sí Alicia era una excelente actriz. 

-Buenos días - La saludó esbozando  una pequeña sonrisa.

Alicia pareció estremecer por un instante.

-Cielos, creo que tardaré un poco en acostumbrarme a esa hermosa sonrisa - Se ventiló un poco con la mano.

Si aquel comentario hubiera provenido de un extraño le habría molestado, pero Alicia se había ganado su estima y por ello le pareció graciosa su exageración. 

Coleccionista de desastres [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora