Capítulo 8: El extraño del castillo

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Big Q no quiso hablar más sobre el tema con Luzu y si podía, llegaba a evitarlo de todas las formas posibles, era lo mejor para ambos en ese momento, no quería verle a los ojos mientras cubría sus marcas de forma en que su camisa blanca pudiera no estorbar en su trabajo mientras alimentaba a los patos del castaño que le estaba dando asilo temporal. La ropa nueva que Vegetta le había traído aquella mañana le quedaba algo grande por lo que Luzu se propuso arreglarla para él como una forma de disculpa, al menos así se sintió cuando se lo propuso pero el joven de ojos color violeta se negó rotundamente a la idea.

La solución, llevar consigo más tarde a Big Q hacia su hogar para hacerle las correcciones necesarias a la ropa y probablemente intentar sacarle información aunque el joven de cabellos oscuros irradiaba un aura completamente diferente a la del castaño. El dueño del casino podría haberse negado pero la idea de enfrentar lo que dijo anoche lo hizo aceptar la propuesta. Sí, estaba evadiendo la realidad que en algún punto del día o noche tendría que afrontar. Big Q terminó de darle de comer a los patos y limpio su ropa lo mejor que pudo sacudiendo con sus manos las migajas.

—Q —lo llamó aquella voz tranquila pero cálida que provenía de Luzu haciendo que Big Q sintiera escalofríos—. Antes de irte, ¿podemos hablar?

Big Q lo volteó a ver pero no pudo sostener la mirada del contrario por lo que la llevó nuevamente hacia los patos, no quería hablar de lo sucedido, era incluso agonizante, ante su silencio Luzu prosiguió.

—Es sobre la ropa —aclaró de forma lenta como si quisiera que Big Q dijera algo—. Pensaba en prestarte una sudadera, ya que estarás con Vegetta, yo saldré.

Aquello llamó su atención, ¿a dónde iba? ¿Acaso iba a decirle a los demás lo que le sacó aquella noche? ¿Será que dijo algo de información que usarán en contra suya? Realmente no lo sabía pero la ansiedad de ser apuñalado por bajar la guardia lo invadió un poco.

—Ah, sí —dijo Big Q intentando sonar lo más neutral y desinteresado posible.

—Entonces te dejo la sudadera sobre la cama.

—¿A dónde vas? —Preguntó Big Q justo al momento en que Luzu terminó su oración.

Aquel silencio se alargó un poco. Big Q volteo a ver a Luzu a su rostro buscando descifrar su mirada pero solo obtuvo una mirada amigable.

—Willy me pidió ayuda para ir a explorar una mina, pienso ayudarle en lo que Vegetta cuida de ti y luego pasaré por ti para ir a casa.

«Ir a casa» unas palabras que sonaban bien pero algo dentro de Big Q le hizo sentir extraño como una mezcla agridulce sobre su boca invadiendo lo que podría haber sido una respuesta más clara. El dueño del casino asintió dejando ir al castaño a su preparación, Vegetta pasaría por él y solo debía esperar a que eso sucediera, no podía pensar ni darle muchas vueltas a las palabras vacías de alguien tan descuidado; llevó su mirada hacia él cielo, era un buen día, las nubes no predecían ni una posible lluvia cerca, ¿hace cuánto tiempo no tuvo un momento de paz así?

Solo él, observando el cielo y aceptando a su manera ser no ser lo suficientemente importante para el universo, sólo él y el mundo que lo rodeaba, un momento de paz en la que no existían los problemas. Dónde quiera que estuviera, sea en Las Nevadas o Karmaland, el cielo seguía siendo una señal de libertad así como de paz pero perdió hace mucho la cuenta de cuándo fue que lo admiro sin avaricia entre sus planes futuros o la misma cofia que lo llevó a su soledad, ¿sería entonces un buen momento para desear algo o tendría que esperar hasta la luna que aguardaba entre la noche brillando?

No tenía una respuesta clara.

Un suspiro salió de sus labios apartando la mirada del cielo y para cuando volvió adentro de la casa solo encontró la sudadera de Luzu sobre la cama como le había indicado el castaño, Big Q sintió aquella seguridad volver pero algo no estaba bien con eso, no iba a bajar la guardia pero accedió cambiar su camisa por aquella prenda, no le gustaba estar sucio mucho tiempo y los vendajes de sus brazos tenía que cambiarlos.

No era la primera vez que se tenía que curar de ese tipo de heridas y para cuando Vegetta llegó al lugar hizo una mirada llena de curiosidad al verle.

—Hombre, Luzu si que se está portando amable, me siento orgulloso que uno de nosotros te trate tan… tan bien, sí eso —comentó Vegetta mientras se cruzaba de brazos—. En fin, ¿estás listo? Porque yo estoy listo.

Big Q no pudo siquiera responder cuando el mayor se dió la vuelta y comenzó a avanzar entre los árboles por lo que le tocó seguir su paso mientras comenzaba a hablar.

—Hay muchas cosas que tienes que saber de Karmland, muchacho, si eres igual o menos confiado que nuestro Quackity podría ser un problema —dijo mientras ambos se adentraron entre los árboles—. Primeramente, no te fíes de Doblas, ese hombre es todo un problema, es como un niño hiperactivo que muchas veces no sabes que va a hacer pero cuando lo hace… Poniéndote en una situación, Quackity dos, tú estás en tu casa, una hermosa casa, con gran espacio, hermosas islas, la vista es bellísima, hay dimensión y todo lo que puedas pedir, un jacuzzi, una cama decorada con cadenas, un elevador, todo finamente colocado así que satisfecho después de meses de trabajo te vas a dormir entonces llega Doblas y lo hace, y tú, tú… —comentó Vegetta comenzando a mover sus manos como si explicara algo con ellas mientras Big Q no sabían quién demonios era Doblas—. ¡Lo sabes!

—¿Lo sé?

—¡Sí! Sabes que fue Doblas quien colocó un cubo gigante frente a tu casa tapando el sol pero no tienes prueba alguna de su fechoría.

—¿No tengo? —Preguntó Big Q sacado algo de contexto pero entrando poco a poco en aquella historia.

—¡No!

—No es justo, entonces tendré que buscar pruebas —dijo Big Q.

—No existen, porque no dejo nada firmado así que no puedes hacer nada contra él pero decides hacer algo, ¿qué harás? —lo cuestionó el azabache de ojos color violeta.

Big Q no dudo de su respuesta.

—Terminaría con su vida, nadie toca algo mío sin pagar las consecuencias.

—Estoy de acuerdo contigo, compañero —dijo Vegetta con aprobación—. Sabía que comprenderías, por eso lo hice, tenía que matarlo pero me creen un exagerado.

Aquellas últimas palabras sacaron aún más de contexto al pobre dueño del casino, ambos caminaron un tiempo más dejándose guiar por las conversaciones y quejas que tenía el joven de cabello oscuro como la noche sobre Doblas, algo que hizo que Big Q le tomará rencor a esa persona.

—¡Llegamos! —Dijo Vegetta señalando el gran castillo detrás de él—. ¿A poco no es una belleza, Quackity dos?

Big Q se quedó en silencio pero asintió, ese lugar era como 10 veces más grande que la casa de Luzu, los detalles puestos e incluso cada zona parecía planeada completamente a detalle, Vegetta lo guío adentro mientras Big Q miraba todo con curiosidad, ¿en serio hizo eso él solo? Eso era asombroso, alguien como él le vendría bien a Las Nevadas pero era algo extraño aunque no en mal sentido.

—¡Bien, ven! Vamos a darte ropa nueva, nuestros gustos seguro se parecen en algo y podrás dejar de usar la ropa del "amable" compañero Luzu —declaró Vegetta en un noto insinuador pero Big Q lo ignoro un poco.

Realmente le gustaba hablar.

Nota de la autora:

Ayer no pude publicarlo pero hoy quise hacerlo. Es bastante corto pero es necesario.

Gracias por su apoyo, me encanta leer sus comentarios aunque no pueda responder a todos.

From Dusk • LuckityWhere stories live. Discover now