12. De regreso a la ciudad

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Lucía

Los mellizos me tuvieron todo el día en su cuarto para ayudarlos a empacar sus maletas, hoy en la noche sale nuestro vuelo hacia Los Ángeles. Ellos están emocionados por ver a mis padres, y supongo que debo acompañarlos en esa felicidad.

Ahora mismo ya estamos en nuestro carro, yo no manejo, sino el chófer personal de mis hermanos. Mayormente, los mellizos son los que utilizan más este servicio, porque yo prefiero caminar o esperar a Fabio que venga por mí, pero en esta ocasión debo venir con ellos.

Llegamos al aeropuerto y no tuvimos que esperar tanto tiempo, solo media hora que pasó rápido gracias a sus historias de Chris.

Estando en el avión, cada uno se puso a mi lado dejándome en el medio «mala idea» Los dos me hablaban de diferentes temas, no sabía a quién mirar, ni a quién escuchar.

— A ver, silencio, los dos — sentencié antes de perder la paciencia — Haremos esto, primero hablará Cami, y ambos... — señalé a Chris — Le prestaremos atención, así como nosotras lo hicimos contigo ¿De acuerdo? — El rubio asintió resignado — Puedes empezar Cami — miré a mi hermana.

— Estoy nerviosa, primero por poder ver a papá, y segundo por empezar a estudiar en el instituto contigo.

Van a cumplir 16 años muy pronto.

— ¿Te emociona estudiar conmigo? — pregunté recostando mi cabeza en el asiento.

— Mucho, quiero conocer todo el instituto, quiero verte en los recesos para quejarme de alguna tontería de Chris, y porque sé que me ayudarás si me pasa algo.

— ¿Tontería mía? ¿No sería tuya? — se quejó el mencionado — Lu, si me aburro iré a buscarte. No es pregunta.

Si supieran ellos como soy en el instituto, quizá podría decepcionarlos. Ahora cada cosa que haga allí, tendrá que ser más discreto.

— Me pueden buscar, pero no pierdan ninguna clase — no sean como su hermana, que perdía clases por ver entrenar a una chica.

— Yo no soy Chris.

Volteé a mirar al rubio con el ceño fruncido.

— Lo que está diciendo ella es mentira, te lo juro.

— No me mientas, nosotros no nos decimos mentiras.

Entonces cumple tu palabra.

Cállate tú.

Vanessa

Leí varias veces el mismo párrafo por más de diez minutos, no podía estudiar tranquila por toda la bulla que se escuchaba afuera de mi habitación.

Dejé mi libro en mi escritorio de mala gana.

—Ness... Tus papás dicen que bajes — la cabeza de Alisson se asomó por mi puerta, me levanté sin decir nada — ¿Por qué traes esa cara?

—No puedo estudiar — musité bajando rápido las escaleras.

Fui sorprendida por las manos de mi mamá, que me sostenía mi rostro con fuerza. La miré con detalle, su cabello negro estaba todo revuelto, sus cansados ojos marrones me miraban con intensidad. Y por su semblante puedo decir que está estresada.

—No salgas sola ¿Estás segura de que no quieres venir con nosotros?

—No me gusta ir afuera de la ciudad, mamá. Yo estoy bien aquí, tomaré mis vacaciones para estudiar.

—Las vacaciones son para relajarse, no para estudiar — dice Alisson desde la entrada con su maleta en manos.

—Prefiero quedarme leyendo libros, en vez de estar en una playa con miles de personas alrededor — debe ser incómodo, no me veo ahí, prefiero la playa de mi ciudad.

DestinadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora