Lucía-Papá - pronuncié cuando entraba a mi habitación, en ese mismo segundo cerró la puerta.
Apretó con fuerza su mandíbula acercándose hacia mí, logrando ver mejor, el rojizo que invadía su rostro. Se arrodilló y antes de querer hablar, agachó su cabeza por no poder retener, más tiempo, su llanto.
Ahora ellos se sienten culpables.
-Me voy a encargar que desaparezca de nuestras vidas para siempre - arrastraba las palabras de su garganta - Es posible que él salga de la cárcel, el maldito juez es uno de sus contactos, tiene varios ahí adentro, pero papá se encargará que no suceda ¿Si?
-Por favor que no salga - rogué en susurros.
Mi papá se estiró un poco para besar mi cabeza.
-No lo hará, te lo prometo - agarró mi mano dejando una caricia lenta - Desde ahora, cualquier cosa que hagan en tu contra, me avisas y voy ayudarte, así tengas o no la razón, papá es capaz de hacer locuras por ti.
-Vamos a estar contigo, cariño - mamá apegó su cabeza con la mía - Lo siento tanto...
Después de todo son mis papás y a ellos les aceptaría todo.
- Cariño ¿Puedes responderme una pregunta? - Asentí. Sentí raro que mi papá me haya llamado "cariño" por primera vez - ¿Cuándo fue la última vez?
Esa pregunta me hizo sentir disgusto, provoca la aparición de las escenas no deseadas en mi maldita cabeza que no deja de dolerme.
-En abril - murmuré.
- Hace cinco meses - dijo para sí mismo sin dejar de apretar su mandíbula. Se notaba que quería desquitarse de una vez esa furia que llevaba guardando todo el viaje - Ahora regreso, terminaré un asunto - me vuelve a dejar un beso en la cabeza e igual para mi mamá.
-¿Lo va hacer, cierto?
-Lo hará -Mamá lo confirmó.
-¿Puedes ir con los mellizos? Están preocupados por tí, yo iré a ...
-¡Max! - escuché la voz molesta de papá, haciendo que tome impulso. Bajé las escaleras corriendo entrando en pánico.
Cuando llegué a la puerta de mi casa, me percaté de cuatro guardias más que llegaron recién con mi papá. Uno de ellos le hizo una seña con sus dedos índices, haciendo una línea y de seguida, una cruz, era un aviso que la calle estaba libre.
Lo hará.
Me agaché escondiéndome detrás de la puerta.
-¿¡Se puede saber por qué no han hecho su trabajo cómo debían!? Cuatro idiotas aquí y ninguno pudo darse cuenta del daño que alguien provocaba aquí. ¡Si notaban algo extraño tenían que comunicarse conmigo! - Tronó su mano, al igual que su cabeza, eso es una señal muy peligrosa, nunca lo había visto de esa forma -Hay un imbécil aquí que siempre supo todo, aún peor, es del lado de mi hermano - volteó su cabeza hacia un guardia, Michelle - Eras su maldito cómplice - escupe con rabia - No sé si tus asquerosas manos llegaron a tocarla pero te irás al mismo lugar que Róger, lárgate ahora mismo - ¿Lo dejará irse?
El pelinegro bajó su mirada ante el desprecio que hacían notar los demás guardias, no decían nada pero se podía sentir el montón de insultos en el ambiente.
El señor arrastró sus pies, iba llegando a la reja cuando mi papá sacó el arma del bolsillo oculto de su saco. Le apuntó hacia la cabeza. Y cuando iba a jalar el gatillo, siento unas manos tapando mis ojos, pude reconocer a Max.
ESTÁS LEYENDO
Destinadas
Teen FictionOtra vez recorriendo la ciudad de Ohio, donde vas a conocer personas muy agradables o tal vez, personas que hubieras deseado no conocer. En esta ciudad hay una cierta rubia, Lucía Miller, la más temida de su preparatoria por su fuerte carácter y mol...