El incorrecto.

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La luz del exterior se fue alejando con forme caía. Él alzó la mano en un intento inútil de alcanzarla. Se hundió en la oscuridad por un instante, hasta que varias luces se encendieron a su alrededor, en lamparas y faroles. Aunque la caída era un poco rápida y el viento demasiado rudo, pudo notar diversas cosas en su camino hacia abajo. Vio armarios y estanterías en las paredes de ese infinito pozo. Además de mapas y alguno que otro cuadro colgado de un clavo.

Cuando quiso darse cuenta, un piano amenazó con caerle encima, y se cubrió el rostro con los brazos, por reflejo. Sin sentir el golpe, abrió los ojos y vio como el piano tocaba una nota de música muy desafinada y se alejaba de él. No tuvo tiempo de extrañarse lo suficiente antes de aterrizar en lo que presintió que era un colchón; rebotó y volvió a caer.

El siguiente y último aterrizaje vino acompañado de un sonido parecido al de un vidrio que estalla en pedazos con estrépito cuando algo lo golpea. Rodó por el suelo y se detuvo, con el corazón a punto de explotar y la mejilla pegada al suelo.

Con la respiración agitada, se enderezó, tembloroso. Se encontraba en una habitación oscura que contaba únicamente con un candelabro en el techo con doce velas que alumbraban muy poco. Al menos no estaba tan oscuro como la última vez que estuvo en una habitación desconocida.

Tambien había una mesita en donde encontró una llave de color negro. Fue entonces que se percató de las seis puertas, de diferentes diseños, alrededor de la habitación.

Dispuesto a salir, probó la llave en la cerradura de la puerta de la izquierda. Nada. Probó con la siguiente. Forcejó un rato al ver que esta vez la llave sí logro entrar pero no girar. Siguió con todas las demás cerraduras, sin éxito.

Estuvo a punto de rendirse hasta que sintió un pedazo de tela debajo de la suela de su zapato, y descubrió una cortina que ocultaba una puerta más pequeña que las demás. Casi parecía la entrada a la casa de un ratón. William se arrodilló e introdujo la llave, y se alegró al ver que encajaba perfectamente y podía girar. Pero los problemas volvieron cuando vio que solo su mano podía cruzar por esa puerta.

Tratando de sosegar su frustración, volvió a ponerse de pie y pensó en una manera salir de ahí.

En la orilla de la mesita se encontraba un pequeño frasco de vidrio que podría jurar que hace un rato no estaba ahí. De cualquier modo se acercó a examinarlo y descubrió que venía con una nota que tenía escrita la palabra: "Bébeme".

Recordaba haber escuchado en alguna parte que millones de vidas se podían salvar si tan solo no olvidaran las sencillas normas que habían establecido en cada cosa. Y una de ellas era la de jamás tomar nada que tuviera una advertencia de veneno y mucho menos una de jabón.

Aunque había olvidado quién se lo dijo.

Pero después de sobre pensar esa advertencia, se le hizo un poco tonta la idea de que alguien quisiera envenenarlo. Pero de cualquier forma, al destapar el frasco, se dijo a sí mismo que solo tomaría un pequeño sorbo; en caso de que fuera veneno tal vez no le haría tanto daño si solo tomaba una gota.

No era amargo como recordaba haber leído en algún libro. De hecho sabía a cereza. Dio otro sorbo. Ahora sabía a piña... un poco a tarta de crema pastelera... Durazno...y ¿pavo asado? Cuando quiso darse cuenta casi se había terminado todo el contenido de la botella.

Para sorpresa suya, lo que también había disminuido era su tamaño. Las paredes eran enormes y la mesa parecía una torre. Pero ese era el tamaño perfecto para cruzar la puerta.

Entre teteras y relojes (Sherliam) Yuukoku no Moriarty Donde viven las historias. Descúbrelo ahora