"You are like a dream i had".

163 25 2
                                    

Continuaba elevándose hacia arriba, hacia la luz. Se sentía tan liviano como la brisa de una tarde de verano. Alzó sus brazos, queriendo alcanzar aquella luz, ansioso e impaciente por llegar.

Lo primero con lo que sus dedos se encontraron fueron con las raíces del viejo árbol, a las cuales se aferraron con determinación.

Con algo de dificultad, salió del enorme agujero y se sacudió el polvo, sin ser conciente de que su cabello estaba hecho un desastre con pequeñas hojas entre cada mechón rubio.

No muy lejos logró divisar a los invitados como pequeños puntos blancos, inmóviles, en espera de su presencia. ¿Cuánto había pasado desde que se fue? ¿Horas? ¿Minutos? Suspiró con pesar puesto que no contaba con un reloj de bolsillo para averiguarlo. Se sentía tan desorientado como alguien que despierta luego de haber echado una siesta a las cinco de la tarde y por la posición del sol llega a pensar que ya es de mañana una vez que se despierta.

Sus piernas le temblaban ligeramente debido a lo débil que se sentía. Ahora que lo recuerda, no probó bocado alguno desde que la fiesta comenzó.

Cerró los ojos y respiró profundo. Su corazón amenazaba con salir de su pecho y echar a correr lejos lo más rápido posible. Había tantas cosas que quería hacer en ese momento. Pero por más ansioso que estuviese, trató de aquietar aquella llama que ardía en su interior para dar paso a lo que debía hacer primero.

Bajó por la pequeña colina en dirección a los terrenos de la familia Milverton, a la fiesta en donde el tiempo se detuvo.

Mientras se adentraba por los jardines, comenzó a escuchar los murmullos no muy lejanos de los invitados.

-Solo está nervioso -dijo una de las voces. Debía tratarse de Ruskin, el leal ayudante de su prometido-. En un momento regresará y...

-¡William! -exclamó la señora Milverton en cuanto lo vio llegar.

De inmediato, todas las miradas se clavaron en él.

"El mundo tiene los ojos puestos en ti..."

Pero ya no iba a permitir que aquellas miradas lo hicieran encogerse de hombros, temblando por el temor a lo que pudiera pasar si no hacía lo que estaba escrito en el guión.

-¡Santo cielo! -exclamó el señor Milverton al verlo con sus prendas sucias-. ¿Te encuentras bien?

-William -escuchó la voz preocupada de su amiga Irene-. ¿Qué te pasó?

El joven Moriarty alzó la cabeza... y sonrió con amabilidad, acto que golpeó a todos por sorpresa.

-Caí por un agujero y me golpeé -respondió sencillamente.

Escuchó a la señora Milverton decir algo entre dientes, de manera que se acercó hacia el primogénito de la casa Milverton, y le confesó las palabras que había estado guardando por mucho tiempo, las que siempre le quiso decir de frente.

-Perdón, Charles. No me casaré contigo. No eres el hombre para mí.

La expresión arrogante del muchacho se convirtió en una de confusión y desagrado. Charles era lo bastante listo para saber lo que las palabras de William significaban. Estaba seguro de que se sentía más ofendido por haber pisoteado su ego al decir que lo que sea que el joven Moriarty estaba buscando era mucho mejor que toda su persona y todas sus tierras y dinero juntos.

Y a William le alegró que se diera cuenta de ello, porque en toda la fiesta no hizo más que escucharse a sí mismo y nunca lo que él quería decir.

Mientras bajaba por los escalones del quiosco, pensó que con eso debía bastar. Pero ya estaba en racha, ahora que había vuelto, jamás se detenía cuando eso pasaba. De manera que después de darle una última mirada de reojo, agregó:

Entre teteras y relojes (Sherliam) Yuukoku no Moriarty Where stories live. Discover now