¿Las espinas o los colmillos?

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El grupo de soldados persiguió la figura encapuchada que se movía con tanta agilidad y rapidez, esquivando los puestos de vendedores y a la gente que recorría las calles, siendo esta su forma de burlar a los soldados. Con cada paso, parecía danzar entre la multitud, balanceandose de izquierda a derecha, hasta deslizarse por un callejón en donde se apresuró a quitarse la sábana y botarla el basurero, para después desvanecerse en el aire como humo.

Cuando los soldados pasaron por ese callejón creyeron que aquel hombre había escalado hasta llegar al techo de la casa de enfrente, de manera que lo siguieron. Bond contuvo la risa mientras los veía desaparecer en el techado, persiguiendo la fantasía que ellos habían creado.

Con el trabajo hecho, palmando sus manos, decidió regresar lo más pronto posible a la posada y sacar a Will de ese cajón. El pobre de seguro estaba pasándola muy mal.

Transformandose en humo, brincó por las cabezas de la gente y le dio un bocado a una manzana de un puesto, riendo divertido al ver la expresión que puso el vendedor.

Al llegar a la entrada de la posada, tomó su forma material y se atusó el traje. Saludó al señor sapo con una sonrisa alegre, teniendo la mentira en la punta de su lengua para ir al cuarto de arriba. Pudo haber entrado por la ventana por la que salió, pero alguien la había cerrado al ver que los huéspedes ya no estaban.

Antes de articular palabra, su instinto de gato hizo que una oleada de electricidad le recorriera la espalda al escuchar una voz familiar en la mesa que se encontraba lejos de las demás, al fondo.

Sebastián Moran.

El desaparecido coronel se encontraba tomando una pinta de cerveza de raíz, en compañía de la persona a la que estaba buscando.

Se acercó a la mesa con la colade gato agitándose molesta. William fue el primero en notarlo, Moran ni siquiera se dignó a mirarlo.

-Vaya, vaya -masculló-. Te fuiste sin decir palabra ¿y ni un "hola, cómo estás" me dices? Y yo que creí que éramos amigos.

Moran dio un largo trago a su cerveza, para después decir, sin apartar la vista de su pinta:

-Hola, Bond, ¿cómo estás?

-¿Yo? De fábula, gracias por preguntar -ronroneó él, y tomó asiento un una sonrisita.

Y con ello la tormenta que parecía cubrirle la cabeza se esfumó como el humo en el que solía convertirse, sorprendiendo a William pues juró que Bond parecía estar a punto de lanzarse sobre el ex coronel y rasguñarlo como haría un gato normal.

-¿Como se conocieron ustedes dos? -preguntó Bond, posando una mirada curiosa sobre William.

-Le salvé la vida -respondió Moran-. Lo mínimo que podía hacer es invitarme una cerveza.

-Oh, querido Will, ¿y con qué ojo divino tuerto...?

Un ligero rubor adornó las mejillas del muchacho ante la pregunta, y Bond se hechó a reír.

-No me digas que planeabas tomar y luego salir corriendo -susurró lo más bajo posible, para que el señor sapo no los escuchara.

-Estaba pensando en pedirte dinero cuando regresaras -Wiliam desvió la mirada-. Pero luego pensé que había una razón por la que vas a desayunar a la casa de Holmes.

Bond se golpeó el pecho con la palma de su mano, como si una bala lo hubiera atravesado.

-Me hieres, Will. Y yo que puse mi vida en riesgo por ti.

-Lamento eso.

-Fue divertido, de hecho, hace años que no despistaba a la gente de esa manera -sus ojos se clavaron en Moran-. ¿Recuerda, coronel? Todas esas veces que nos libramos de la mano del rey y su dictadura y corriamos a celebrar con un barril de cerveza real, no esta cosa que toman por cerveza de raíz...

Entre teteras y relojes (Sherliam) Yuukoku no Moriarty Donde viven las historias. Descúbrelo ahora