II

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4 de noviembre, 1995

Luna siempre solía comer su desayuno más tarde que los demás alumnos, aprovechaba la mañana para caminar con tranquilidad al comedor y encontrarlo más vacío, de esa forma evitaba a algunos comentarios despectivos de sus compañeros de casa y de otras casas.

Casi siempre comía lo mismo, tostadas con manteca y jugo de calabaza, era su favorito y la mejor manera de vivir la experiencia de Hogwarts en un desayuno tan típico.

Se sintió observada de repente y su mirada que observaba el cielo nublado del comedor pasó a la mesa de Slytherin, donde se encontró con los ojos de Draco Malfoy.

Él intentó mirarla muy mal, pero ella consiguió notar que él quería hacerle creer eso, algo muy dentro de Luna le dijo que en realidad no la estaba juzgando. Había visto mucha gente juzgarla y las miradas eran distintas.

Ella era una fiel creyente de que los ojos hablan más que la boca, y con esto podía comprobarlo.

Últimamente veía a Malfoy muy abrumado y solitario, su encuentro de anoche fue silencioso, ni una palabra de ambos, y de cierta forma no fue incómodo, al contrario, mucho más cómodo de lo que creían.

Terminó su jugo de calabaza y se incorporó para comenzar un nuevo día escolar.

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Luna y Draco en hora de clase eran muy diferentes.

Por un lado, Luna solía distraerse con cada detalle que encontraba. Y por otro lado, Draco prestaba atención a todo lo que los profesores decían, tomaba nota, entregaba tareas a tiempo y respondía las preguntas.

Luna sabía que esto se debía a su necesidad de ser el mejor en todo, podía notar como aquello lo perjudicaba en muchos aspectos de su vida, odiaba a Hermione Granger gracias a eso y se la pasaba malhumorado intentando hacer bien las cosas.

A veces le gustaría decirle que no necesitaba ser el mejor en todo para ser alguien, pero sabía que él no entendería.

De vez en cuando lo veía en la biblioteca pasar horas ahí.

Historia de la magia era la única materia que Ravenclaw compartía con Slytherin, era el único momento donde lo veía en acción como alumno.

Aunque muchas veces se dedicaba a imaginar los distintos escenarios que el libro de historia tenía ilustrado, aunque no tuviera que ver con la clase, era simplemente más divertido.

Y ahora mismo podía verse a sí misma hablando con un caballo y su dueño en un gran bosque en el siglo XV.

Encuentros desprevenidos - Druna Donde viven las historias. Descúbrelo ahora