IV

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10 de noviembre, 1995

Luna no podía encontrar más reconfortante caminar de noche. Había esperado impaciente a que sus compañeras de cuarto estuvieran durmiendo para poder salir.

Y de verdad muy adentro suyo esperaba encontrar a Draco ahí como hace unos días atrás.

Desde la última vez que hablaron no ha salido de su cabeza y lo misterioso que podía ser. Se quedó preguntando que hacía ahí en ese momento.

Y fue como si sus deseos fueran concebidos por un hada madrina de las historias que su padre le cuenta antes de dormir.

Percibió los nervios de Draco incluso cuando estaba de espaldas al borde de la torre de astronomía, mirando el horizonte.

Esta vez se acercó en silencio y él no se inmutó ante su presencia.

—Es como si me siguieras, Lovegood —anunció.

Ella soltó una pequeña risa y Malfoy la miró con curiosidad.

—Quizás es solo el destino.

Draco se rio amargamente.

—Si, claro, destino.

Un silencio, esta vez cómodo, se plantó en el ambiente.

Esta vez Luna usaba un piyama de nubes, su favorito.

—Luces nervioso —comenta ella.

Draco no contesta por un largo tiempo, Luna deja que él hable solo.

—Simplemente pasan cosas —contestó sin dar importancia.

—Cosas que te hacen sentir mal —afirmó Luna sabiendo como se sentía mientras apoyaba una mano en el hombro de él para dar apoyo.

Draco miró esa mano con una mirada fugaz, pero no hizo nada por sacarla de ahí, solo asintió ante lo que dijo Luna.

—Puedes contar conmigo, recuerda que todo tiene solución.

Otro silencio.

—¿Un padre tiene solución? —preguntó.

Ahí estaba el problema, podía sentir a donde iba todo esto.

Luna se quedó callada y lo miró con calma. Draco agradeció aquello, era como si ella siempre supiera como actuar.

Encuentros desprevenidos - Druna Where stories live. Discover now