28

16 3 0
                                    

STEVEN

Dormí a gusto la noche anterior luego de que junto con Edith y mi madre hubiésemos preparado la cena. La señora Regina no estuvo con nosotros, y después de que Edith me contara la larga historia que había por detrás, comprendí el estallo de emociones que trataba de calmar dentro de sí misma. Y me sentí un estúpido por haberme puesto celoso de ver a Edith abrazada de su mejor amigo. Su madre había estado pasando las noches junto a su amiga para brindarle apoyo y seguridad. No me imaginaba lo doloroso de aquella situación, pero a pesar de todo, Edith seguía tan radiante. No podía explicar cuanto admiraba eso de ella, aunque nunca estaba de más mostrarse vulnerable.

Era lunes otra vez e iba en mi auto en dirección a casa. En pleno recorrido, alguien marcó a mi teléfono, permitiendo que la melodía de Yellow sonase con estruendo dentro del auto. Esperé unos segundos hasta contestar para seguir oyendo la letra. Aquella canción había sido una obsesión mía en las últimas semanas.

Contesté rápidamente cuando me percaté del nombre en la pantalla de mi celular. Era Luis. Él no solía hacer llamadas, ese no era su estilo. Prefería llegar de sorpresa sin aviso si quería contarme algo importante. Presioné el botón verde, aumenté el volumen del teléfono y esperé la llegada de sus palabras.

-Steven ¿Sabías que en menos de un día se conmemora el nacimiento de tu primo preferido?

-No sé a quién te refieres.

Lo sabía perfectamente. Luis no ha dejado de mencionarlo durante toda la semana. La idea de celebrar su propio cumpleaños le hacía ilusión todos los años a diferencia de mí. Me limité a reír y escuchar todo lo que tenía que decir. Me comentó que este año lo celebraría en la casa de playa que sus padres compraron hace más de una década.

-Ah, avísale a Edith y llévala contigo si es que le interesa. También está invitada -dijo con confianza.

Me cuestioné su propuesta. Ni siquiera yo estaba seguro de querer asistir, pues desde hace tiempo que había dejado de interesarme en formar parte de su círculo de amigos; pero si Edith iba, no estaría tan solo durante toda la velada. Ella me hacía divertir de todos modos. Me caía bien. Podría ser tolerable.

Y en medio de la carretera se me ocurrió debatir sobre ello.

-¿Hola? ¿Steven? creo que se fue me la señal...

-Sí, está bien. -Me detuve al divisar el color rojo que marcaba el semáforo-. Debo colgar, nos vemos el sábado.

-De acuerdo, tal vez mañana... -Colgué la llamada sin dejarle terminar su oración al tiempo en el que la luz del semáforo cambió de color.

Lamenté haber heredado el mal carácter de mi padre, pero no podía distraerme en plena carretera.

Cuando llegué a casa todo estaba en silencio, pues era el momento del día en donde todos estaban ausentes por su trabajo. Tampoco había rastro de Edith, por lo que tenía tiempo para pensar. Revisé mi teléfono y me percaté del mensaje que me había dejado mi madre. Acaté sus órdenes y me serví el almuerzo que había preparado en un plato. A penas había terminado la mitad cuando escuché la puerta principal abrirse y una pequeña silueta entrar.

-¡Hola, Steven! -saludó Edith con una sonrisa, cerrando la puerta por detrás-. ¿No hay nadie más en casa?

-No.

-Está bien, iré a cambiarme de ropa. Hoy me toca trabajar.

-Yo te serviré la comida. -Me levanté rápidamente para separarle un espacio a lado mío.

-No, no es necesario. Yo... Ya almorcé. -Evadió mi mirada y subió con rapidez por las escaleras.

-¿Y qué fue lo que comiste? ¿Con quién? ¿A qué hora? -interrogué.

Juntos hacia el solWhere stories live. Discover now