FOUR. ミ invitación

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Antonella

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Antonella.

La puerta de la habitación no dejaba de hacer ruido mientras del otro lado gritos, haciendo que me despertara.

─ ¡Nella! ¡Buenos días! ─ reconocí el chillido de la voz de Melina al otro lado acompañado de más golpes a la puerta.

Dios, ¿que tenía esta chica de puño? ¿Por qué se levantaba tan temprano? Me removí en mi cama sin poder levantarme pero tenía que hacerlo ya que Melina no iba a parar.

─ ¡Me podes...

─ ¡Ya voy! ─ grité cayendo al piso enredada en la sábana ─ La puta madre ─ susurré pudiendo levantarme y fui hacia la puerta con la cara más fruncida que mi culo a la mañana ─ Meli, hola.

─ Ay por fin ─ me empujó de la puerta y entró a la habitación dando un vistazo a todo girando en su lugar ─ Que linda piezita.

Yo hice una mueca, estaba hecha media un embole porque no tuve tiempo de separar las cosas de la valija y eso que estuve unos días acá encerrada. Miré a Melina, estaba con ropa deportiva así que imaginé que tuvieron entrenamiento a la mañana. Además, ni siquiera parecía transpirada y el pelo rubio le brillaba, una envidia. Cerré la puerta y de pasada me miré en el espejo bajando el nido que tenía yo en la cabeza para darle una sonrisa a la menor.

─ ¿Que pasó? ¿Por qué tenías que venir tan temprano? ─ pregunté volviendo a la cama para tirarme de panza mientras sentía que ella se sentaba en los pies.

─ Pasaba a saludarte, aparte te perdiste el desayuno ─ giré mi cabeza para mirarla ─ Quería saber si te pasaba algo.

─ No, solo me quedé durmiendo más. ¿Vos desayunaste? ─ le pregunté esperando que me diga si, quería saber que era lo que comió para ya saber más o menos que servían. Ella asintió.

─ Si, unas barritas de cereal, pero las traje yo porque no las dan acá.

─ ¿Te gustan mucho esas barritas? Siempre te veo comiendo de esas todo el tiempo ─ le sonreí y era cierto, siempre estaba comiendo eso y me causaba algo de ternura porque parecía una nena chiquita.

Yo saqué rápido mí sonrisa cuando noté cómo su cara fue decayendo cuando dije eso y me sentí mal, la puta madre. ¿Por qué tenía que hablar? Ninguna dijo nada por unos segundos y Melina frunció los labios para volver a sonreírme.

Whatever, también venía para decirte si querías venir conmigo y los chicos a pasear en monopatín a la tarde después del entrenamiento ─ entre abrí la boca sin saber que decir y me senté rápido en la cama.

─ ¿Tienen otro entrenamiento a la tarde? ─ logré preguntar sin saber qué decir.

─ Si, pero más corto porque es cómo un repaso. Por eso si querés venir, vení con nosotros al entrenamiento que después salimos.

✓ HECHIZAME, enzo fernandezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora