EPÍLOGO

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Una chica de pelo negro y tez morena se encontraba viendo a su madre cocinar. Una hermosa mujer de atrapantes ojos marrones y una explendida sonrisa. 

Su padre estaba jugando con su hermano pequeño, quien era igual de revoltoso como su progenitor. 

Si algo le gustaba a Luna era la familia que le había tocado en su vida. Su mamá y su papá tenían el amor más digno que había visto en el planeta tierra. Tanto que soñaba uno tan hermoso como el de ellos. 

Esa era su meta, además de ser escritora. 

Vio como su padre, le daba un beso en la frente y le entregaba al pequeño demonio. Parecía una película de Disney. Incluso ella tenía una vida casi perfecta, claramente teniendo que enfrentar todos los problemas que traía la adolescencia. 

Era un tanto abrumador.

— ¿En que tanto piensas?— le preguntó su papá mientras la veía con una sonrisa divertida. 

— De seguro tiene novio.— dijo su hermanito chiquito lo que logró que su padre frunciera el ceño. El era demasiado sobreprotector con ella. 

— Nada de novios. Cuando eras chiquita te hice firmar un contrato que decía que hasta los treinta no estabas autorizada a tener novio.— de inmediato recibió un golpe en la nuca de parte de su esposa. 

— Deja de decir tonterías. Ella ya está en edad si quiere tener novio que tenga. 

— Ya escuchaste, papá. Mamá manda en casa. — le dijo Luna con una sonrisa triunfante, mientras que lo veía unirse en la silla.— Iré a dar una vuelta. 

— No tardes más de veinte minutos que ya va a estar la comida. 

— Entendido. 

Luna salió, su casa estaba escondida en el bosque y tenía salida a la playa. Su pasatiempo era pasear por ese lugar que la hacía sentir melancólica sin saber la razón. 

Fue en ese momento que choco con algo duro y cayó al suelo. 

— Lo siento, perdóname. No fue mi intención.— sintió como el chico la ayudó a levantarse. 

Y fue en ese momento en donde ambos se miraron a los ojos. Un escalofrío recorrió su cuerpo, mientras sentía que ese chico era único en el mundo. 

Aunque se extraño demasiado cuando lo vio caer de rodillas enfrente suyo y la forma en la que la miraba. Parecía un tierno cachorro.

— ¿Estás bien?— le preguntó un tanto extrañada. Esto era una situación muy cómica. 

— Si lo siento. Me presento, Seth Williams.

— Luna Lahote. Encantada de conocerte. 

Con una sonrisa y estrechando sus manos interactuaron por primera vez. Sin saber que esa era la segunda vez que los ancestros los volvían a unir.

ACENDRADO³ | Seth Clearwater Where stories live. Discover now