Dos: Varados

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—¿Y si nos encuentra el Ibáñez Zelaya en actos indecorosos? —inquirió Harper mientras le bajaba el cierre del pantalón a su sugar.

—Pues lo invitamos a un trío esporádico y ya está —contestó Donovan, acariciando su cuello e inhalando el fantasma de cigarrillos que huía de sus labios con cada jadeo—. O a un cuarteto, dependiendo de si ya cazó a su próxima víctima.

—Se quedaría en un trío, no creo que seas su tipo de presa predilecta —bromeó ella, abriéndose de piernas sobre su regazo, invitándolo a explorar el manantial de su entrepierna.

La noche huérfana de estrellas era testigo de las caricias pasionales y los gemidos que se propagaban dentro de aquel auto. Harper había pedido a Donovan detenerse frente a una vieja gasolinera para cambiarse el uniforme, pero lo que comenzó como un cambio acabó convirtiéndose en un buen polvo.

—Joder, no nos veíamos hace semanas, dame un poco más —pidió Harper en medio de jadeos al sentir cómo Donovan se corría dentro de ella.

Él la agarró por el cuello y la empujó hacia su pecho para invadirle la boca con su lengua mientras ella volvía a moverse sobre él en busca de un segundo round.

Harper comenzó a brincar apenas lo sintió duro y potente nuevamente, sus gemidos siendo eclipsados por los labios de Donovan, con los vidrios empañándose por el calor que emanaba de sus cuerpos sudorosos y el sabor a nicotina impregnado en sus besos.

Al rato, continuaron viajando en el silencio de la carretera iluminada por los efímeros relámpagos que reventaban la noche, y ligeramente cegados por los torrentes que la lluvia descargaba sobre el parabrisas.

—No recuerdo que el camino a Tenerife fuera tan extenso —comentó Harper, soltando el aliento contra el vidrio de su puerta para dibujar garabatos luego de empañarlo.

—La tormenta nos ha retrasado, falta poco menos de dos horas para llegar —aseguró Donovan bajo el desfile de los rayos que se extendían como ramificaciones flageladas por la penumbra de la noche.

—¿Y qué planes tienes? No me has dado pequeños spoilers, eres un pésimo guía de turistas.

Donovan río y comenzó a acariciarle la pierna con una mano mientras que con la otra conducía.

—Pues vamos a la playa, echaremos mil polvos sobre la arena; cenaremos en uno que otro restaurant, también nos podemos colar al servicio y follar ahí si te apetece; nos alojaremos en alguna suite cinco estrellas donde...

—Follaremos —concluyó Harper.

—Iba a decir «dormiremos», pero sí, podemos tener sexo si quieres.

Harper blanqueó los ojos, divertida, y se acomodó sobre su asiento para echarse una siesta durante las horas restantes de viaje, haciéndose una idea de todo lo que disfrutaría durante esa semana de fuga, y pensando en la jodida pena que valían esos noventa euros que utilizó para chantajear al chófer.

~•~

Harper despertó a causa del frío que se colaba por su chaqueta. Al salir por completó de su ensoñación, se percató de que el auto no estaba en movimiento y, un detalle más relevante aún, Donovan no estaba con ella.

Trató de encontrar a través de la ventanilla algún indicio de dónde estaría su hombre, y al encontrarse con el vidrio empañado por la tormenta eléctrica que minuto a minuto más se intensificaba, suspiró con pesadez antes de ponerse la capucha y salir del vehículo.

MOTEL MORTALWhere stories live. Discover now