Diez: Tajo por un caballo

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El vacío que sintió fue el principio de unas escaleras. Sin meditarlo mucho las descendió, algunos tablones crujieron bajo sus pies con tanta intensidad que parecía que iban a quebrarse bajo su peso.

El cerillo se apagó apenas sus plantas rozaron la frialdad del piso, se suponía que se encontraba a salvo, salvo por el detalle de que la llama nos se apagó por el desgaste, alguien la había soplado.

Donovan.

Sintió la fragancia de ese perfume invadir sus espacio personal, y más atribulada no pudo sentirse porque horas antes su presencia la hacía estremecer de maneras más satisfactorias.

—No huyas de mí —rogó el hombre en voz baja—. Yo... Cometí un error, ¿Vale? Déjame sacarte de aquí.

—¡Aléjate! —farfulló Harper, retrocediendo a ciegas, moviendo su cabeza en todas direcciones.

El estar mareada por el golpe y atascada en semejante penumbra no le colaboraba en lo absoluto.

—¡También me engañaron a mí, tienes que creerme! ¡Ellos me...!

—¡Joder, Donovan, cierra la maldita boca!

El aludido se acercó más y la sujetó por los hombros, mirándola fijamente pese a la nula claridad.

—Me prometieron millones por traerte, y reconocerlo no me había dado tanto asco hasta ahora.

—Cállate...

—Cuando empezaron a buscarte supe que me involucré demasiado en esto, tanto que...

—¡Cierra la boca!

—¡Te voy a sacar de aquí, no permitiré que asesinen a la chica que amo por error!

—¿Por error? —ella jadeó.

—Por error, porque eres sólo una cabrona que debía engatuzar unos cuantos meses y convencerla de viajar hasta Tenerife para en el trayecto tener un accidente e improvisar la llegada hasta aquí.

—Lo habéis planeado todo, hijos de la gran puta —ella escupió tales palabras con tanto odio que su estómago se revolvió.

—No todo, no todo —contradijo Donovan—. Créeme que no planeé enamorarme en el proceso, y ahora...

—Aléjate, coño —demandó Harper.

—¡No voy a poder dormir tranquilo sabiendo que contribuí para hacer daño a quien amo!

—Sí que vas a poder —ella emitió una risa seca y desganada—. Si tanto te afecta esta mierda, esos millones lo compensarán. Al menos seca con todos los billetes las lágrimas que derramarás cuando me recuerdes.

Dicho esto, se zafó bruscamente de su agarre. No podía confiar en sus palabras, una parte ingenua muy enterrada en su pecho quería creerle, pero su raciocinio estaba aferrado al detalle de la falsa muerte de Mimi.

—Parece que no me dejas otra opción —dijo Donovan con hipócrito pesar—. Si no te pones de mi lado, tendré que seguir con ella y terminar con el plan inicial.

MOTEL MORTALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora