❝ O7 ❞

388 62 9
                                    

SeungMin ingreso al departamento que se encontraba a oscuras por completo, encendió la luz y arrojó su mochila al suelo sin ganas, colocando sus llaves en la mesilla al lado de la puerta. Se quito la gabardina de MinHo y la guindo en el perchero del armario, sacó sus tenis y los boto en el mismo lugar sin intensiones de acomodarlos.

Estando en calcetines fue prácticamente arrastrando los pies hasta la habitación que le habían proporcionado para que durmiera y se acostó en el frío colchón mirando al techo.

Era obvio que Lee aún no llegaba, y ya casi iban a dar las siete de la noche, él apenas venía de la universidad porque JiSung le pidió que se quedara hasta después de la reunión con el entrenador. Se alegró por su amigo cuando esté le dijo que fue aceptado y fueron a cenar a un establecimiento de comida rápida para festejar.

Pero ahora SeungMin estaba ahí, solo, y los recuerdos no tardaron en inundar su mente, sus ojos brillando cuando se llenaron de lágrimas.

Había conocido a Han JiSung cuando tenía doce años y conectaron desde el principio, jugaban, reían y de vez en cuando salían al parque para jugar básquet con la pelota que su padre le había obsequiado. Estuvieron juntos hasta tres años después cuando Sunggie llegó a su casa golpeado, su rostro tintado en sangre casi irreconocible y ahí fue donde SeungMin lo supo.

Su mejor amigo que siempre estaba sonriente y cuidaba de él, era maltratado física y psicológicamente por su padre alfa. Esa vez SeungMin recuerda haber llorando mientras abrazaba a JiSung diciéndole que todo estaría bien y que no tenía que preocuparse, que había hecho bien al ir a su casa.

Tengo miedo, él está buscándome —había susurrando el beta. SeungMin negó ante eso, viendo como su padre iba de un lado a otro con el teléfono pegado a la oreja y su madre buscaba cosas para curar a su amigo.

—No te tocará ni un pelo nunca más, Sunggie, no si estoy yo para protegerte —le aseguró el rubio, JiSung asintió, sabiendo que eso era literalmente imposible, pues SeungMin no poseía fuerza para enfrentar a su progenitor.

Gracias a su padre que pudo contratar un abogado y llamar a la policía, metieron al padre de JiSung a la cárcel con veinte años de condena por violencia familiar y asesinato. El chico fue mandado con sus abuelos a Seúl, puesto que su madre murió ese mismo día salvando a su hijo para que fuese por ayuda. SeungMin lloró cuando él se tuvo que ir, y se deprimió en cantidad durante varios meses cuando perdió contacto con el beta.

Verlo ahí en Yonsei por casualidad causó mucho impacto en él, pero apenas caía en cuenta de todo eso. Estaba feliz por su amigo porque vivía bien y nunca dejó que las desgracias borraran su sonrisa. Haciéndose un ovillo entre sus sábanas, SeungMin sollozo agradecido de que aunque fueron siete años, él pudo encontrarse de nuevo con JiSung.

Del otro lado de la puerta se encontraba Lee MinHo con su puño en el aire, dudando si tocar o no, miró con detenimiento el par de cajas con comida que tenía en su mano y suspiro tocando al fin la puerta, sea lo que sea por lo que el omega lloraba, sabía que la comida lo podía solucionar.

Escucho con atención como los sollozos se detuvieron, luego se oyeron pisadas rápidas y mucho ajetreo, pasaron casi treinta segundos hasta que la puerta se abrió revelando a un omega sonriente, su nariz estaba rojiza y sus ojos irritados.

—Hola roomie, no te oí llegar —saludo, avanzando cuando Lee retrocedió unos pasos y cerró la puerta detrás suyo.

«Sí, porque estabas ocupado llorando» quiso decir.

—No te preocupes. Traigo comida para recompensar lo de está mañana.

—¿Está mañana? —el Delta asintió—. Oh sí, pero no es nada, en serio —el azabache observó como SeungMin miraba las cajas que sostenía con detenimiento y como sus ojos se iluminaban de repente—, pero puedo aceptarte las galletas– sonrió cuando MinHo se las dio sin rechistar.

Sour and Sweet ᵏⁿᵒʷᵐⁱⁿWhere stories live. Discover now