Epílogo

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Marzo

La tarde de jueves está siendo larga. Violeta ha desaparecido tras la comida para estudiar los finales del segundo trimestre, Martín comió en casa de un amigo y el resto... desperdigados. Raoul se ha llevado a Javi y a Vero a sus respectivas actividades extraescolares, así que Agoney se ha quedado en su piso para cuidar a Camila, la única sin nada importante que hacer.

Aunque, en realidad, casi parece que es ella quien lo cuida a él. Hace tres semanas que el canario empezó a ver al logopeda que tanto le había recomendado su novio y, cuando no está con él, está pendiente de repetir los deberes verbales que le manda.

En estos momentos, está aprovechando a Camila para que lo ayude. La niña está bocabajo en el sofá, con la libreta en las manos.

—Repite conmigo, ¿vale? —dice con mucha solemnidad—. Tres tristes tigres tragaban trigo en un trigal en tres tristes trastos. —Lee con mucha concentración para no equivocarse.

—T-tres t-tristes t-trigres... —Suelta un suspiro—. C-Camila, no p-puedo.

—¡Que sí, que sí puedes! —Pega un saltito sobre el sofá—. Si no es tan difícil, venga, ya verás.

—La letra t-t-te me c-cuesta m-mucho, cielo.

—Por eso tienes que empezar por ella. Venga, que si no tu logopeda se va a enfadar contigo y te va a castigar por no hacer los deberes.

El moreno resopla mientras asiente y vuelve a sentarse junto a la pequeña. Se está arrepintiendo de pedirle ayuda, aunque sepa que es justo lo que necesita: alguien que lo empuje.

—T-tres... —suspira y cierra los ojos— ¿tres?

—¿Sí? —Se le ilumina la mirada.

—Tres t-tristes..., joder.

—Venga, Ago, que tú puedes. Lo estás haciendo súper bien.

—Cami... —frunce el ceño, con una queja que la niña no compra—. Tres t-tristes tigres...

—Poco a poco —le dedica una sonrisa suave, que no tiene más remedio que devolver.

Siguen un rato más, en el que tartamudea, pero consigue que el número de t's que pronuncia mal se reduzca bastante. Está claro que es un proceso, que no esperaba obtener resultados perfectos, pero sí siente que podría avanzar más rápido. Por suerte, tiene ahí a toda una sargento llamada Camila para hacerle sentir mejor.

Interrumpen su sesión de deberes cuando Violeta sale a tomar algo de merendar. Tras secuestrar un paquete entero de galletas, desear suerte a Agoney y besar la mejilla de su hermana, vuelve a encerrarse en su habitación. Se está tomando muy en serio lo que le queda de curso.

—Ago, una cosa —se gira hacia ella cuando se quedan solos—, ¿tú sabes tocar el piano?

—Claro.

—¿Y cuándo empezaste?

—P-primero t-toqué la trompeta. —Se encoge de hombros—. C-cuando empecé en el conservatorio, me d-dijeron q-que cambiara a algo más c-clásico y elegí el instrumento del q-que me enamoré. ¿P-por qué preguntas?

La rubia se encoge de hombros, aunque sospecha que la pequeña sabe exactamente qué quiere preguntar.

—Es que... me gustaría aprender. Creo. No sé. —Ante su pregunta con los ojos, trata de explicarse—. Es que Vero hace el deporte ese de las patadas, el que no sé cómo se llama.

—T-taekwondo.

—Eso. —Hace un ademán con la mano—. Y Javi está con los robots suyos, así que yo no hago muchas cosas y a veces me aburro. No es que no me guste quedarme contigo, eres bastante guay para ser tan mayor, pero... yo también quiero hacer algo.

El chico de la ventanaМесто, где живут истории. Откройте их для себя