Capítulo 19: Un último recuerdo

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Era de madrugada cuando un barco grande arribó en el puerto de una aldea de África, pero, por algún motivo, los encargados del muelle no fueron avisados previamente de su llegada... ni tampoco había nadie con quien contactar por radio. Algo extrañados, se aproximaron al puente bajado, solo para ser mandados a volar por tres fuertes (pero no letales) chorros de agua que lanzaron los elefantes, cayendo al agua como consecuencia.

De inmediato, los de seguridad llegaron con rifles tranquilizantes, con esperanza de detener a los animales. No obstante, cuando estuvieron a punto de disparar, un par de cachorros de león les distrajeron empujándoles las piernas, haciéndoles errar los disparos. Antes de que se recuperaran, Simba y Sam les quitaron las armas y arrojándolas al agua. Por último, Dan saltó sobre ellos, rugiéndoles para asustarles.

Los hombres salieron corriendo una vez que les hubieron liberado. Mientras escapaban, el grupo de animales también corrió como si de una estampida se tratara, por un camino rodeando el pueblo para evitar causar muchos daños. Sin embargo, antes de que todos se dispusieran a marchar, Dan le indicó a Simba y sus amigos:

"Sigan sin mí, hay una última cosa que debo hacer" les dijo.

"¿Qué cosa, papá?" preguntó el cachorro.

"Tengo que hablar con alguien, es todo" luego, se volvió a Ono, "Por favor, asegúrate de que lleguen con bien a casa"

"Entendido, majestad... es decir, Dan" respondió Ono. Luego, se dirigió a Simba, "Tranquilo, tu padre sabe lo que hace"

Simba no quería, pero luego Maya le apoyó diciéndole:

"Es tu padre, confía en él"

Un poco más animado, Simba acompañó a Maya, Badil, Dalila, Sam y Ono hacia el camino en dirección a las Lejanías. Por su parte, Dan se desvió un poco al norte, en dirección a una cueva. No fue muy difícil averiguar a dónde iba.

Lo que no se imaginaba era que aquella cueva estaba casi vacía, con excepción de una fogata que ardía muy débilmente en el centro. A su lado, aquel anciano chamán que Dan conocía estaba sentado, pero parecía sumamente cansado.

"Has vuelto" le dijo el anciano sin mirarlo, "Supongo que has encontrado lo que buscabas, además de otras cosas más... y también has perdido una parte de ti, ¿no es así?"

"Entonces, ¿lo sabe?" preguntó Dan, "Bueno... recuperé a mi hijo y traje nuevos amigos a las tierras del reino. Pero, el otro ser de mi alma ya no está conmigo"

"Un viaje hace cambiar poco o mucho a alguien. Pero los recuerdos y las enseñanzas nunca se pierden, así como el alma que llevas dentro"

"Pero Mufasa ya no está conmigo..."

"¿Realmente crees que el espíritu es algo material que se pierde con el viaje al más allá? Tú y el rey león son uno solo: nada ni nadie, incluso ni la muerte puede separarlos"

"¿Y la magia que me diste?"

El anciano negó con la cabeza.

"Yo no te di nada, fueron tus seres queridos que aún te apoyan desde arriba: la magia de las estrellas aún vive mientras los mantengas en tu corazón. Y vivirá también en quienes te mantengan también en tu corazón... si no, no estuviéramos teniendo esta conversación..."

Dan pensó en su visión al borde de la muerte.

"Entonces, ¿Simba también lo tiene?" preguntó.

El anciano sonrió en señal de afirmación:

"Mientras él te mantenga en su corazón, así como mantienes el recuerdo del otro Simba en ti, esa magia nunca desaparecerá" dijo, "Y, si vuelve a ocurrir un conflicto como el que tú y tu familia de vivir, ese poder de unión será la respuesta"

Hubo un minuto de silencio en el cual solo se escuchaba la respiración del anciano.

"Sobre el amuleto que me entregaste..." comentó Dan, rompiendo el silencio, "Se lo entregué a otro niño que..."

"Ser un animal no es malo, ¿verdad?" preguntó Aalim, "Es vivir la vida desde otro punto de vista. Si tu valoras en lo que se puede convertir, esa esperanza se convertirá en realidad"

"Sí..."

Hubo otro incómodo silencio.

"A todo esto, sé que dijiste que entregabas amuletos para sacar a relucir el interior" le dijo, "Pero, de alguna forma, presiento que tu conocimiento sobre espíritus no es algo nuevo para mí... ¿quién eres?"

El anciano solo se rio.

"Te has convertido en un gran rey, pequeño Mufasa" comentó mientras le acariciaba la frente.

Dan se sintió como si le abrieran los ojos y despertara en otro momento: estaba acurrucado, entre las patas de una madre leona, quien le lamía con ternura. A su lado, estaba otro león adulto sonriéndole y, cerca de ellos, pudo reconocer a un Rafiki algo más joven, al lado de otro mandril más anciano todavía; este último se acercaba con las calabazas en un bastón. Cuando estuvo frente a él, quebró las calabazas de donde brotaron un néctar rojo en su interior. Luego, procedió a tomar un poco de ello y le frotó en la cabeza del cachorro.

"Seguro que te convertirás en un gran rey, pequeño Mufasa" le dijo.

Dan parpadeó al mismo tiempo que veía como la cueva, la fogata y el anciano a su alrededor se desvanecía en muy pequeñas estrellas blancas.

"Hasta siempre, rey león..." le dijo la voz antes de desaparecer.

Mientras Dan veía cómo ahora se encontraba en un terreno vacío, solo dijo para el cielo:

"Adiós, Mjuzi Aalim"

El Rey León 6: Más allá del ReinoWhere stories live. Discover now