ʚ𝟮ɞ

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𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐃𝐎𝐒
“𝗡𝗼𝗰𝗵𝗲 𝗱𝗲 𝗮𝘀𝗮𝗱𝗼 𝗰𝗼𝗻 𝗹𝗼𝘀
𝗽𝗶𝗯𝗲𝘀 𝘆 𝘀𝘂𝘀 𝗳𝗮𝗺𝗶𝗹𝗶𝗮𝘀”
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— ¡Lina! ¡Rory!

Las dos quitaron sus ojos de la tele frente a ellas y la posaron en los dos niños que acababan de entrar a la casa. Se pusieron de pie con unas sonrisas en sus labios y abrazaron a Noah e Ian. Lionel sonrió mirando a sus hijos y nieta juntos otra vez.

Cata llenó de besos la cara de su hermano menor y sonrió.

— ¿Cómo están? —los miró—. ¿Cómo les fue en el colegio?

— Bien. ¡Mira, me saqué un excelente! —Ian se quitó la mochila de sus hombros y buscó uno de sus cuadernos.

Pasó las hojas hasta dar casi con la última y se lo mostró a su hermana.

— Felicitaciones —chocó su mano con la de él—. ¿Y vos, Noah?

— Bien. Ya casi no estamos haciendo nada —se encogió de hombros.

— Vamos a comer, chiquis —Elisa dijo saliendo de la cocina.

— ¡Voy!

Rápidamente todos corrieron hacia la mesa y se sentaron.

— Primero hay que lavarse las manos —alzó una ceja divertida.

— Sí, niños. Vayan a lavarse las manos —ordenó Lionel. Ellos obedecieron al instante.

— Vos también, papá —se burló Lina.

Él la miró y después a su esposa, quien asintió. Se quejó como un niño y fue detrás de sus hijos mientras arrastraba los pies, provocando las risas de las tres.

Cuando volvieron a la mesa se sentaron a comer con el canal de noticias de fondo.

— ¿A qué hora dijiste que venían los chicos? —preguntó Elisa a su marido.

— A las 21:30 —respondió Lionel.

Oh, se me olvidaba. Lionel había invitado a los hombres de la selección y al Kun a comer un asado esa noche con sus familias para festejar que pronto irían a Qatar.

— Por la tarde podemos ir a comprar para hacer las ensaladas —mencionó Lina hacia Elisa, llevando un pedazo de milanesa con un poco de puré a su boca.

Ella asintió—. Ya me voy a fijar que hay en la heladera, así vemos que falta y que no.

— Cata, ¿cómo es Manchester? —preguntó Noah curioso.

La castaña bebió un poco de jugo de durazno y junto con Rory le contaron a los demás cosas de Manchester.

Al terminar de comer, Lina quiso ayudar a levantar la mesa y lavar los platos sucios, pero los mayores prácticamente la obligaron a irse descansar con Rory, alegando que debían estar cansadas por el viaje. La chica se quejó cual niña pequeña, porque tampoco la habían dejado ayudar a hacer la comida. Así que, de mala gana, las dos fueron a sus respectivas piezas arrastrando los pies.

 Así que, de mala gana, las dos fueron a sus respectivas piezas arrastrando los pies

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𝗦𝗲𝗿𝗲𝗻𝗱𝗶𝗽𝗶𝗮 | 𝗝𝘂𝗹𝗶𝗮𝗻 𝗔𝗹𝘃𝗮𝗿𝗲𝘇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora