NUESTRAS PROMESAS

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Y poco a poco, nuestras conversaciones florecieron, cada noche, sin falta alguna, un encuentro, en medio de las redes sociales, se hacía posible, y es que tenía que ser así, porque de esa manera, conocí gran parte de lo que era ella, al mismo tiempo, mostré, mi ser, plenamente desnudo, porque no quería mentir.
Nathalia, comenzó a preguntar sobre mi vida, aún recuerdo, algunas: —¿Cómo vives? Quiero conocer más de ti.
—Sé que lo nuestro ha sido un poco desmedido, que nos hemos dejado llevar por el sentimiento, tal vez yo no sea el mejor partido, tal vez no sea más que tus parejas anteriores, pero pretendo serlo, eso no lo dudes. Mi vida no es algo de lo que me guste hablar, puesto que, no me siento a gusto, pero no quiero ocultarte nada, y sin más, te lo diré.
—Sí, tal vez ha sido algo que surgió deprisa, posiblemente nos hayamos apresurado, pero eso no significa que sea irreal. No debes compararte con nadie, si me he fijado en ti es porque confío plenamente en mis sentimientos, sé que eres más de lo que necesito, de lo que necesitaba, no dudes ni un segundo de mis palabras, por favor. Lo que quieras contarme de ti, sea mucho u poco, lo sabré valorar, pero si decides hacerlo, no te midas, solo dime la verdad.
—Vale, lo haré… Soy una persona de escasos recursos, tengo múltiples demonios, sombras y dolores que me atormentan, considero estar en un estado de depresión sin fin. Como te has dado cuenta, poseo muchos complejos por mi contextura física, y más por las marcas que yacen sobre mi piel (las detesto), sin embargo, lo menos que he querido, es faltar a la confianza que me has brindado desde el primer día, por más difícil que sea, me he entregado a ti, y espero que tú seas esa chica, la cual podré darle todo mi ser por primera vez, que alcancemos la cima del cielo, que el amor se haga más presente que el placer, y que por sobre todo, pueda demostrarte que, sin importar las circunstancias en base a mi edad, daré lo necesario para merecerte, y espero, no te arrepientas de haberme escogido.
—Qué tierno eres, Bruce, eso me fascina de ti; nunca nadie me había hecho entender las cosas de la manera en que tú lo haces, de una forma pura, que parece irreal. Lamento mucho las cosas que hayas tenido que pasar, tal vez, en otra oportunidad, se te haga más fácil decirlas, pero quiero decirte que, así como tú sientes, que debes hacerte merecedor de mí, yo me comprometo en ayudarte a salir de las profundidades, ser eso que te motive a crecer, a otorgarte el cariño que tanto necesitas, y a comprenderte en los días malos; en hacer que esa sonrisa (que tanto me fascina), no desaparezca, porque sé que nadie en el mundo merece ser más feliz, que tú ¡Te quiero!
—Te agradezco mucho, Nat, juro que añoro con todo mi corazón que las cosas sean como las estamos planeando ¡También te quiero, y mucho!
—Oye, Bruce, hay algo que quisiera hablar contigo. Sé que siendo mi amigo aceptaste mi trabajo porque no tenías derecho a reclamar, pero sé que ahora las cosas pueden ser distintas y antes de que esto nos cause más problemas, yo te pido pocas semanas para que termine y juró que no te sentirás avergonzado de mí otra vez, porque sé que no es fácil tener una novia que trabaje en esto y lo entiendo.
—Nat, tranquila, si siendo tu amigo lo acepté, siendo tú novio, aunque tenga el derecho de reclamarte, no puedo hacerlo ni quiero hacerlo, yo te apoyo y seré paciente, te lo prometo. Nunca pienses que me avergüenzo de ti, me afecta, pero no quita que yo te quiera y no te hace cambiar el cómo eres conmigo, no te preocupes.
Nuestra conversación siguió su curso, ambos seguimos actualizándonos en nuestras vidas y, una noche, por primera vez, planeamos ese encuentro soñado. Nos separaban 210 kilómetros, la distancia no era el problema, eran los recursos necesarios para romperla, y en mi caso, también la edad era un limitante, debía tener el permiso de mi padre para poder salir de la ciudad. Nuestro encuentro estaba planeado para pasar fin de año juntos, ella vendría a verme, pero en mi necedad, quería darle la sorpresa de llegar sin previo aviso, y a su vez, darle como regalo, celebrar ese 11 de diciembre juntos.
Un amigo llamado Joel viajaba a la capital frecuentemente, le pedí el favor de prestarme el dinero suficiente para ir y venir, y en su defecto, acompañarme, ya que, nunca había salido de mi ciudad solo. Él me apoyó sin dudarlo, pero días antes de irme, ese permiso que necesitaba, me fue negado… En mí nacieron dudas que no podía compartir con ella, las cuales eran que: ¿Si no puedo ir a verla ahora, con qué cara puedo aceptar que ella haga el sacrificio de dejar sus comodidades y gastar dinero por mí? Desde niño me habían implantado muchos pensamientos machistas, los cuales me hicieron creer que el hombre debía trabajar para la mujer y su familia, debía ser ese que le dé todos los lujos que ella necesitara o exigiera, y que yo no pudiera hacer algo tan pequeño como esto, me hacía pensar que no la merecía.
También generó rabias, al ella notar mi cambio de ánimos, preguntó el motivo, ya todo se había arruinado, no me quedaba nada más que explicarle la situación. Se molestó mucho por mis acciones, dijo que yo debía entender mi posición, así como lo hacía ella, apoyó a mi padre en su decisión y luego, de buena manera, dijo que no me preocupara, que el mejor obsequio que yo podía darle no era algo material, ni mucho menos crear más problemas con mi padre, era darle un fin e inicio de año, hermosos, llevarla a conocer mi ciudad, y crear recuerdos que, permaneciendo en fotografías, no se iban a desvanecer.

ANTE LA LUNADonde viven las historias. Descúbrelo ahora