SEGUNDO ENCUENTRO

1 1 0
                                    

Esta vez, no fue nada parecida a la anterior, Nat llegó a la puerta de mi casa, la recibió mi padre, yo dormía, se sentó a mi lado y por medio de besos y caricias, me despertó.

—Pensé que llegarías más tarde, veo que madrugaste.

—Ese era mi plan, darte una sorpresa, tonto.

Estaba muy feliz, en esta ocasión, no hubo conflictos, todo parecía ir bien entre nosotros pese a los problemas, lo cual, me hacía sentir a gusto con ella y conmigo mismo, sentía que estaba haciendo las cosas bien, pero ese fue mi error, el no prestarle atención a las cosas que, sin saberlo, sucedían a mi alrededor.

Pasaron los días, un par de salidas juntos al cine, a comer, ver películas en el computador, cantar juntos, reírnos e ir sobrellevando nuestras actitudes, hasta que, una tarde, todo cambió…

En pocas ocasiones yo me tomaba el atrevimiento de coger su móvil, pero no para revisarlo, juro que era lo menos que pasaba por mi cabeza, ese día lo cogí para jugar, ella iba a tomar una ducha y antes de irse dijo: —Espero sea para jugar, y hagas lo que hagas, no veas mi conversación con Katherine —Era una de sus mejores amigas. Dudoso asentí con la cabeza, fue a ducharse, pero mi mente no dejaba de preguntarse qué había allí que no podía ver, pensé si era correcto o no hacerlo, ya matándome la curiosidad como a un mínimo, lo hice, mientras leía una lágrima cayó sobre mi mejilla, sin decir nada, salí de sus conversaciones y continué jugando… Jamás pensé que esa acción, sería el origen de todas las tormentas que caerían sobre nosotros.

Nat volvió, no dije nada al respecto, el día siguió su curso y la noche se asomó por la ventana, tiempo después, nos preparamos para dormir; ella veía su móvil, yo estaba sobre su pecho, no lograba dormir y sin pensarlo, una pregunta surgió de mí:

—¿Desde cuándo vendes fotografías tuyas desnuda, Nathalia?

—¿Qué dijiste, Bruce? —Respondió mientras se partía su voz.

—Creo que me oíste claramente —Un poco más serio respondí.

—Yo no hago eso ¿Cómo eres capaz de preguntármelo?

—Nathalia, no mientas, por imbécil leí lo que dijiste que no podía.

—¿Por qué hiciste eso si yo te dije que no? Es una falta de respeto que leas mis conversaciones.

—¿Yo te falto el respeto? Qué descarada eres, si esa estupidez es faltarte el respeto ¿Entonces cómo se le llama a la mierda que haces?

—A ver, Bruce, cálmate, yo hago eso porque ya mis padres no me están enviando dinero como antes, y no me alcanza para comprar las cosas que necesito ¿Vale? No es que a mí me guste, estoy pasando por una situación similar de cuando nos conocimos, tienes que entender.

—¿Entender qué? ¿Cosas que necesitas? Hasta donde tengo entendido, lo único que te has comprado que necesites es ropa, bolsos y demás, no me has dicho que compraste cosas para tu casa porque ya no había ¡Nada! Mira, Nathalia, lo único que yo entiendo es que probaste la vida fácil y te gustó, así que ya no me digas nada más.
—Pero, Bruce…

—¡Pero nada! Me mentiste y me has estado faltando el respeto desde que nos conocimos… Seguramente las cosas que me mandabas a mí, las vendías ¿No? Aprovechando que ya estaban listas, qué idiota he sido, de verdad, no entiendo cómo fuiste capaz de rebajarte a eso.

—Bruce, y si no es esto ¿Qué puedo hacer? ¿Acaso tú vas a mantenerme a mí? Por dios, tienes 17 años, aún vives con tu familia, y te la pasas llorando porque no logras conseguir un empleo, así que no te atrevas a juzgarme si no puedes ayudarme. Soy yo quien gasta dinero para verte porque tú no tienes y no puedes, dinero que saqué de allí, con el que hemos ido al cine, dinero que has disfrutado.

—Sí, sé que me ves como un niño y tal vez no tenga cómo ayudarte, pero palabras de aliento no iban a faltarte, mi apoyo estaría allí, y si era de ganarme problemas por ti, para que tuvieras qué comer, lo fuera hecho —Me sentía desecho, al fin y al cabo, todo lo que mi mente me decía en los días malos, era verdad…

—Te has pasado la mayor parte de tu adultez, dejando tu integridad por el suelo, no entiendo cómo puedes justificar esto. Si todo lo que hemos hecho, junto a tu presencia aquí ha sido gracias a eso, te pido por favor, que te vayas, no seré participe, no me convertiré en uno de esos hombres que les da igual que vean a su mujer de una forma en la que solo él debe hacerlo; por necesidad o no, no hay justificación; tienes 20 años, has trabajo antes, posees referencias, no te costaba al menos intentarlo, para al menos decirme en mi cara que lo hiciste. Esto una traición, para mí esto es infidelidad, y me has enseñado a quererme un poco, como para saber que no debo tolerar esto.

Si decir nada más, ambos nos levantamos, Nat comenzó a hacer su maleta y yo, pues, salí a fumar un poco… Al volver, sus cosas estaban listas y por primera vez, aunque estábamos en la misma habitación, no dormimos juntos.

A la mañana siguiente, marcando las 8:30 am se escuchó una alarma que provenía de su celular, nos levantamos, desayunamos tras asearnos y la acompañé a la terminal. Minutos después de llegar, como si fuese algo del destino marcando nuestra separación, estaba un autobús directo a la capital, lo abordó sin decir una palabra, pero tras el cristal podía ver su rostro, no estaba feliz, no sé si por masoquistas o enamorados, pero hubo un pequeño instante donde nuestras miradas y corazones se unieron, para decirse, por medio de un susurro, Te amo.

ANTE LA LUNADonde viven las historias. Descúbrelo ahora