Cᴀᴘíᴛᴜʟᴏ 10: ¿Y ʟᴀs ʀᴇsᴛᴀɴᴛᴇs 62 ᴘᴀʀᴛᴇs?

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No podía entender qué significaba eso de sexagésima tercera. Sabía que eran números, pero no entendía la forma de decirlo, por lo que no identificaba su valor. Bajó de la bicicleta y volvió a su casa.

Miró de reojo las otras casas, pensando que vería salir algo de ellas, como por ejemplo; la caída de otro ladrillo, hasta que negó con la cabeza por lo absurdo. Ahora que su propia voz hacía eco en su mente, memorizando el guion del video diario, no le extrañaba en absoluto ese comportamiento. Subió las escaleras con pasos vacilantes, como si cada escalón fuera un reto.

Detuvo su andar con algo de enojo, estaba cansada y no quería correr al armario de la cocina a buscar otra botella de alcohol para aumentar su positivismo y disminuir sus ganas de quedarse como ya estaba y dejar pasar lo ya visto. Mas su corazón palpitó haciéndose notar, y el nudo en su garganta le impidió mantenerse liviana, le pesaba. Soltó un sollozo que le era imposible contener. Ahora su muralla, que tanto le había costado diseñar y construir, sufría peligrosos temblores. El vacío la buscaba, la rodeaba pero también insistía con saltar para ser visto.

Con un enorme esfuerzo, se refregó los ojos y dio los restantes pasos que le faltaban. Se dirigió al cuarto donde estaban sus libros, estaba segura de que le había dedicado una buena parte del tiempo a recolectar libros de todo tipo que podrían ayudarla en una situación como esta.

En su momento, leer era su pasatiempo favorito. Leía y leía de sol a sol pero todo surgía con otro color a la hora de dormir, las historias que leía se proyectaban en sus ojos como una película; veía a las personas, les hablaba, las abrazaba, lloraba y reía con ellas. Tan tangible era el sueño que cuando despertaba solo buscaba la forma de dormir casi eternamente para poder estar con ellos.

Fue entonces que el cuarto de libros se cerró permanentemente. Hasta hoy.

Natasha se sumergió con rapidez y familiaridad en las montañas apiladas de libros, recolectando hasta su máxima capacidad para soltarlos en el centro de la sala. El polvo la hacía estornudar, pero lo soportó. Después de estar a gusto con todo lo necesario, pasó al menos media hora leyendo y buscando. Finalmente dio con la respuesta: "sexagésima tercera" era equivalente al número 63. Pero en lugar de alivio, solo sintió que le caía un balde de agua fría justo en los hombros.

«¿Y las restantes 62 partes?»

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⏰ Last updated: Jan 22, 2023 ⏰

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La tierra está vacía ©Where stories live. Discover now