Cᴀᴘíᴛᴜʟᴏ 3: Lᴀᴅʀɪʟʟᴏ ɢʀɪs

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Tomó la botella y dejó que el agua fresca se deslizara por su cabeza, aliviando la sensación de calor que la envolvía. Se sentó, deleitándose con el paisaje, respirando el aire puro y sumergiéndose en el abrazo del silencio, su frecuencia favorita. Anhelaba con ansias la compañía de algún animalito o el canto melodioso de un pajarillo, algo que, por supuesto, rara vez sucedía. Tal vez hoy sería su día de suerte.

Sin embargo, las horas transcurrieron en esa eterna espera. Sus ojos exploraban cada rincón, mientras se humedecía los labios resecos y bostezaba de vez en cuando. La serenidad y la seguridad en su soledad le otorgaban cierto poder que disfrutaba. Pero sabía muy bien que abusar de ese poder también podía eclipsar el sentimiento opuesto. Suspiró.

Palmeó sus manos, se levantó y se dirigió al centro de la calle, alejándose de la sombra. Con ambas rodillas en el suelo y la espalda erguida, contempló la semilla de girasol en su mano, apuntando hacia el sol. Extrajo una navaja de su bota y comenzó a cavar un agujero.

Espero que crezcas sin problemas. —Susurró mientras enterraba la semilla y la cubría con tierra, regándola con las últimas gotas de agua que le quedarían. Marco la zona con piedras. Se pasó el antebrazo por la frente para secar el sudor del cuello—. Quizás en seis meses vuelva, quién sabe. —Agregó con una sonrisa apenas visible. Sabía en el fondo que era poco probable, pero valía la pena aferrarse a esa pequeña chispa de esperanza.

Era hora de partir, le esperaba un largo camino de regreso a casa. Al levantar su vieja bicicleta del suelo, el sonido estrepitoso de algo golpeándose contra el suelo detuvo todos sus movimientos. Se giró rápidamente. Tal vez por fin un animalito se había atrevido a acercarse. Así que, sujetó el manillar de la bicicleta, contuvo la respiración por unos segundos, temerosa de asustarlo. Su corazón latía con fuerza y, aunque sabía que era irracional, por un momento temió que fuera un animal salvaje en lugar de una inocente paloma o ardilla.

Pero todo seguía en silencio. Y quieto.

Frunció el ceño. "El viento y sus travesuras".

Finalmente, exhaló profundamente, desvaneciendo el nudo en su garganta, y se subió a la bicicleta. Miró el edificio a su derecha. Justo a tiempo, presenció en cámara lenta cómo un objeto gris, similar a un ladrillo, caía desde el quinto piso, justo frente a sus ojos.

"Eso no fue el viento", afirmó con convicción, se bajó con rapidez y corrió sin pensarlo hasta el objeto desconocido.

La tierra está vacía ©Where stories live. Discover now