Cᴀᴘíᴛᴜʟᴏ 8: Aʟᴄᴏʜᴏʟ

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Natasha estaba sola en un mundo desierto. Había pasado los últimos años de su vida tratando de sobrevivir, recolectando comida enlatada y agua, luchando contra la soledad y la desesperación. ¿Y ahora parecía que no conocía nada? Caminó a rastras hasta la cocina. Se sentía confundida, como si estuviera luchando con algún pensamiento o emoción difícil de comprender. Sus manos temblaban mientras sacaba una botella de alcohol del mueble. La desenroscó y la llevó a sus labios. El alcohol era fuerte y amargo, quemó su garganta al pasar, pero ella se obligó a tragarlo de todos modos. Tenía la sensación reconfortante de calor que se extendía por su cuerpo. Después de unos segundos con los hombros caídos y la mirada perdida, se sintió más relajada y aliviada. Sin embargo, sabía que no era una solución permanente a sus problemas pero por el momento era su mejor herramienta.

Se desplazó con pasos lentos y vacilantes hasta su habitación, como si estuviera luchando contra un gran peso. No se detuvo para cenar, simplemente entró en su habitación y se sentó en el suelo frente al televisor. De nuevo reprodujo el mismo casete donde se veía a ella caminando entre edificios derrumbados, entrando y saliendo de los coches abandonados a ver si alguna radio funcionaba, buscando a otros seres humanos con desesperación, gritando si había alguien cerca y diciendo que tenía mucho miedo, dejando huellas para que la encontraran, con los ojos llenos de ilusión.

Le puso pausa para sobarse la nariz. Sentía una mezcla de tristeza y nostalgia, recordando cómo todo era antes, y lo que había perdido. Miró su rostro, aquél que tanto se prohibió ver por tanto tiempo a través de la pantalla, sumida en sus pensamientos y emociones, hasta que finalmente apagó el dispositivo y se acostó en la cama, con lágrimas en los ojos. No pudo con ese sentimiento de que extrañaba a las personas, el ruido, la compañía, recordó lo triste de sus comienzos cuando no creía en absoluto que ya no había nadie en el mundo.

Y de nuevo, como en el principio, se preguntó qué había sucedido para que el mundo se hubiera destruido de este modo y nada más la dejó a ella. Se sentía traicionada por su propia mente y por el mundo que la rodeaba.

La tierra está vacía ©Où les histoires vivent. Découvrez maintenant