Cᴀᴘíᴛᴜʟᴏ 6: Sᴏʏ ʏᴏ

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La bicicleta se movía con mucha velocidad a medida que Natasha se abría paso a través del tráfico de sus pensamientos que hacían mover al mundo. Esquivaba coches abandonados y saltaba por encima de escombros mientras se dirigía a casa. El sonido de las ruedas golpeando el asfalto y el golpeteo de su corazón le daban la sensación de que podía ir más rápido, más lejos.

Finalmente, casi a punto de perder el aliento, dobló la esquina de su calle y vio su casa a la distancia. Aparcó la bicicleta en el jardín y corrió hacia la puerta de entrada. Nada más girando el picaporte pudo ingresar. Se despojó de sus cosas y antes de hacer cualquier otra cosa se llevó consigo el ladrillo encontrado. Corrió hacia el cuarto de las chatarras buscando con entusiasmo el reproductor de casete que había en su antigua televisión. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que algo la llegó a emocionar lo suficiente.

Encontró el viejo aparato e introdujo el casete en su lugar y esperó pacientemente a que la tele agarrara señal. Y pronto las rayas de colores le devolvieron una imagen en movimiento.

Natasha se quedó paralizada mientras miraba el video con sorpresa. A pesar de que su visión estaba clara, su mente no podía mantener el ritmo. La sonrisa de emoción se borró de inmediato. No pensó de manera precisa y rápida como cuando debía subir con destreza a la azotea para guardar las antenas satelitales durante las fuertes lluvias. «¿Pero qué es esto?»

Reprodujo el casete una vez más mientras mordía con frenesí lo poco que le quedaba de uñas. Su propia voz se entrelazaba con sus pensamientos como si fuera un dejavu, como cuando un tenedor se arrastra sobre el vidrio, causándole una terrible tortura. Se sentía aturdida, no podía sacarse la sensación de desconcierto y sorpresa.

«Soy yo... Soy yo...», pensó con horror.

La tierra está vacía ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora