31. Maldición imperdonable.

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unforgivable curse

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unforgivable curse

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Dos horas habían pasado desde que Leia fue sometida a sala de urgencias y aún no obtenía noticia alguna. Cada segundo que pasaba se sentía como si de una sofocante eternidad se tratase. Sus dedos estaban enredados entre su cabello, el cual durante momentos no podía parar de jalar. Cada vez que Connor notaba eso, tomaba las muñecas del pelinegro para evitar el daño.

Justo cuando Tom tomó asiento luego de ir por un café, la pequeña niña rubia que había ayudado, apareció frente a ambos hombres. Maire estaba detrás de Ophelia y su mirada transmitía pesadumbre y mucho dolor.

—Lo siento mucho, señor Riddle —fueran las primeras palabras que Maire logró articular, con su voz a punto de quebrarse.

La niña tenía puesta una bata blanca y unas pantunflas grises. Por momentos acariciaba su abdomen con mucho cuidado y su respiración era muy pesada, como si se le dificultara mantenerse de pie.

Ante esas palabras, Tom limpió las lágrimas que reposaban en sus mejillas con el dorso de su mano derecha y se puso de pie, para seguido ponerse de cuclillas y quedar a la altura de la niña. Tomó sus manos y la miró fijamente. 

 —No tienes razones para lamentarte, Maire —dijo, asegurándose de sonar lo más dulce que su voz se lo permitiera —. Jamás sientas algo que no te corresponde. 

—Pero la señorita Leia está muy grave por mi culpa —sollozó Maire, evitando la intensa mirada de su contario —. Si yo no hubiese llegado a ese lugar, justo donde ella estaba, todo el daño se hubiera evitado. 

—No vuelvas a decir eso —la reprendió el pelinegro, entendiendo su postura pese a sentirse muy mal. Ella no tenía la culpa lo sucedido y no dejaría que lo lamentara —. El hubiera no existe, ¿de acuerdo? Los responsables fueron los muggles que intentaron deshacerse de ti sin siquiera ser conscientes de que portas un hermoso don y del cual debes estar orgullosa. 

Entonces, la pequeña rubia levantó la mirada y con sus lindos ojos empañados en lágrimas, miró por primera vez a Tom. 

—Siempre estaré agradecida por todo. Con la señorita Leia y con usted. 

Tom sonrío con suma gratitud. Con suavidad limpió las lágrimas que descendían de los brillantes ojos de la pequeña. 

 —Un placer. 

Antes de que el pelinegro volviera a su lugar, el medimago que los había recibido por fin estaba frente a ellos. Tom abrió los ojos por completo, dejando a relucir sus iris esmeralda que brillaban en todo su esplendor. Quiso preguntar por el estado de su esposa, quiso articular muchísimas preguntas pero ninguna salió de sus labios.

Por su parte, Connor entendió su estado y se apresuró a hacerlo.

—¿Qué sucede? —preguntó sin dubitar —. ¿Cómo está mi prima?

SLIPPED AWAY | Tom Riddle.Where stories live. Discover now