FLORES Y ENCANTO

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Un nuevo y luminoso día alumbra el cielo de la gran ciudad. Willow no puede evitarlo, madruga ilusionada para ir a ver los puestos de la feria de la que ayer no pudo disfrutar con calma.

Camina tranquila por las calles prestando más atención esta vez. Se fija en la cantidad de cambia formas que conviven en la ciudad en aparente armonía. La parte animal de cada especie y sus impulsos normalmente hacen que la convivencia sea difícil. Pero esta primavera Willow piensa ignorar la pirámide alimenticia y fundirse con un ambiente de fiesta y celebración. 

Un lindo puesto de frutas es su primera parada, donde aprovecha para comprar un par de manzanas de las que disfruta por el camino. 

Miles de personas merodean por la zona, los dueños de las tiendas gritan sus productos tratando de venderlos y familias y parejas disfrutando del festejo. Hay juegos y actividades, carteles de propaganda de los candidatos y comida y luces por todos lados.

No puede evitar parar de golpe cuando los ojos de la chica se detienen en un vistoso puesto de flores. Las flores de primavera están hermosas. Cientos de colores y olores inundan la pequeña tienda y una tierna anciana de ojos pequeños y pelo blanco atiende y mima con amor sus plantas.

- Hola cielo. ¿Quieres algún ramo para decorar tu casa?

La chica primero trata de negarse, explicarle que ella no tiene casa ahí, pero luego se lo piensa mejor al recordar la fría habitación del hotel. 

Solo tiene una pequeña cama y unas desgastadas cortinas de colores pálidos. En general no se queja, es barata y está limpia, sin embargo es impersonal y algo sosa. Un tono azul, como esas hortensias, o más brillante rojo o rosas como esos preciosos tulipanes.

Aún se está pensando la respuesta cuando una voz interrumpe el momento.

- Pon a mi cuenta el ramo más grande de lirios que tengas. Para esta preciosa mujer.

-Oh- Se gira la chica sorprendida.- No es necesario... En serio.

La situación es un poco incomoda. Un hombre atractivo, de baja estatira y gran sonrisa le mira. Y, aunque Willow no quiere ser prejuiciosa, algo en sus ojos no está bien. Tal vez que brillen con ese sentimiento de lujuria con elq ue ultimamente tanto ha tenido que lidiar.

- Insisto. 

Ella niega con la cabeza y trata de evitar que la anciana, que ya prepara el ramo de flores blancas, se lo venda.

- De verdad. No quiero flores. No me... no me gustan los lirios.

Trata de persuadir al hombre que, con una sonrisa, se lo ofrece.

- Está bien. Un café entonces. Un cita.

Willow niega aún más efusivamente al recordar su última cita. Se aparta un paso de aquel hombre al que ya no sabe como rechazar. Por lo menos las flores han desaparecido y no tendrá que decorar su habitación con aburridas flores blancas.

- No puedo. Lo siento.- Se sonroja la coneja.- Es que...

- ¿Algún problema?

Una grabe voz interrumpe el incomodo momento que se ha formado frente a esa floristería.

- ¡Anda! ¡Hola Orión!

El lobo ni siquiera la mira. Sus ojos solo queman al hombre que ahora tiembla bajo todo el odio que arroja sobre él. 

No puede evitar preguntárselo ¿Un herbívoro como ella con semejante depredador? Sin embargo no va a ser él el que se enfrente a un lobo asesino solo por una coneja. 

Cuando Willow se quiere dar cuenta el hombre pesado ha desaparecido y siente de nuevo esos lindos ojos amarillos erizando su piel. Creía que no volvería a verlo pero, por cosas del destino, ahí estaban de nuevo. El uno frente al otro causando esos estragos en su cuerpo que no puede comprender.

- ¿Que haces aquí?- Sonríe al lobo que, como un idiota, no puede parar de mirarla.- ¿Acaso me sigues?

- Si.

Orión casi ríe al ver tan cómica mueca de sorpresa tras su sinceridad. Pero es un hombre que siempre va con la verdad por delante. ¿Como iba a negar lo evidente cuando lleva más de una semana completa siguiendola todos los días?

- Bien. Supongo.- Ríe bajito la coneja. - Me has salvado de una buena... Otra vez.- Continua señalando por donde había desaparecido aquél pretendiente.

Orión solo gruñe molesto. Aunque lo entiende, todo el mundo es capaz de oler ese embriagante olor, todo el mundo puede ver esa brillante sonrisa y sentir la suavidad de su personalidad. Y él se siente extrañamente celoso por ello.

Nunca le había ocurrido. Pero tiene sentido. Es su pareja, aunque ella aún no lo sepa, y no piensa dejarla ir tan facilmente.

 - ¿Quieres unas flores? 

- No. Ya no.- Willow respira hondo. El hombre le intimida y atrae a partes iguales y hay algo en ella que no quiere alejarlo.- ¿Que te parece un paseo y un helado?

Orión no puede evitar suspirar ante esas mejillas que de nuevo se sonrojan. Siente la tentación de besarla ¿Acaso eso es normal?

- ¿Es una cita? 

Ambos se mantienen la mirada como si la gente a su alrededor no existiera. Y aunque ella se sorprende pro lo directo de la pregunta sabe recuperarse de la impresión rapidamente.

- ¡No! No quiero más citas en una larga temporada.- Dramatiza la coneja.

- Está bien. Una no cita entonces.- Le sonríe comprensivo el pelinegro comenzando a andar. 

Willow le sigue de cerca tratando de cogerle el ritmo aunque una zancada del hombre son dos pasos de ella. Y, aunque al principio todo se le hace un poco extraño, al final se acostumbra al lobo a su lado y se siente comoda y segura a su lado. 

- Entonces. ¿Tu tampoco eres de aquí? 

- No. Archer y yo tenemos nuestra manada un poco alejada, hacia el bosque. 

- ¿Las manadas no son solo de una especie?

Orión sonríe al recordar su gran proyecto. Por el que hace todo. Por esas familias y personas que, como él, no fueron aceptados por los suyos. Rechazados. 

- Digamos que en la mía todo el mundo tiene su hueco. 

- Suena como un buen lugar.- Es sincera Willow mientras come su helado. 

La imagen es tan tierna y erotica a la vez que Orión debe guardar las manos en los bolsillos para no saltár sobre ella. 

- A lo mejor algún día yo me uno a tu manda. 

- Oh creeme mi conejita, lo harás.

Willow le sonríe inocente y el le devuleve el gesto. Ambos siguen su paseo ignorando las miradas de curiosos que no pueden evitar juzgar a la pareja. 

En la capital es normal ver mezclados a los cambia formas. Pero hay ciertas cosas que, para algunos, no son posibles. Como mantener los instintos a raya entre dos personas con un animal dentro tan contrario. 

La chica parece no darse cuenta y a Orión es algo que no le podría importar menos. Hace mucho tiempo que aprendió que las opiniones del restro siempre van a ser contrarias a lo que uno haga. Por lo que solo debe seguir lo que su lobo interior diga. 

Y lo que él dice en este preciso instante, es que nunca ha estado tan en calma como junto a esa coneja de pelo castaño y sonrisa abierta.

Un lobo para la conejaWhere stories live. Discover now