MÁS DIECIOCHO

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REAVISO de capítulo con escenas calenturientas. 

Quien tenga algo en contra que pase ahora o lea para siempre.

:)

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Jamás Willow se había visto en una situación tan embarazosa como esta. 

Allí, apenas cubierta con una ancha camiseta, extasiada y en celo. Delante de aquel imponente hombre del que solo quiere ese nudo que ocultan sus vaqueros.

Orión se encuentra casi en peor estado. De todas las imágenes indecentes que se ha formado en su cabeza de la coneja, ninguna supera la realidad.

Sus majillas sonrojadas por el calor del celo y la vergüenza, su afrodisiaco olor y sus ojos brillantes por el dolor, por la espera, con la que él espera terminar.

- Lo... Lo siento.- Trata de disculparse la coneja aunque su voz suena entrecortada. 

- No no no. No tienes nada de lo que disculparte. - Trata de calmarla el hombre dando un paso hacia ella.

Quedan a escasos centímetros. Willow puede sentir su caliente respiración sobre ella, como aquella noche en el bosque. Y como esa noche se siente segura y con ganas de más. De mucho más. 

Orión no espera. Sus labios impactan contra los dulces y carnosos de la coneja, de su conejita. Desde ese beso podría jurar haber estado en el cielo. Su boca ataca la de ella con fuerza, tratando de expresar todo aquello que iba a decir en la cita.

Ella lo recibe con ganas. Sus labios queman por el contacto, buscado más. Es como si hubiese esperado toda la vida por ese beso y no lo supiese hasta ahora. 

Se apartan por falta de aire, aunque ambos mueren por volver a acercarse.

- Yo no... yo no soy así.- Trata de justificarse ella por su atrevimiento

- Yo tampoco. Pero somos pareja.- Se acerca de nuevo Orión besando su cuello. 

No puede evitarlo. Sus colmillos pican por dejar su marca.

- ¿Lo somos?- Willow está confusa e ilusionada a partes iguales al oírlo llamarla así. Ella también lo ha notado, esa conexión que los acerca a pesar de todo.

- Yo lo siento así. ¿Y tu?

Un beso es lo que recibe el lobo como única respuesta. Y es más que suficiente porque el calor de Willow se cuela en él envolviéndolos en una nube de lujuria.

La pasión entre los dos es tan palpable que Orión no tarda en coger a la coneja en brazos acercándola a su pecho. Ella pasa las piernas por su cintura haciendo a los dos gemir al sentir el cuerpo del otro.

Willow, centrada solo en los labios que besa con fervor, no se da cuenta de a donde se dirigen hasta que cae sobre el cómodo colchón. El hombre cae sobre ella, haciendo crujir la cama bajo su peso.

Las manos de Orión bajan por su cintura y se pierden en la goma de sus braguitas de algodón, que incluso le molestan por el roce contra su intimidad.

Está sensible y cada caricia del mayor se siente como un viaje de ida y vuelta al cielo.

El pelinegro consigue quitarse la camiseta solo con una mano. Mientras con la otra palpa el calor de su coneja que gime contra su cuello. No puede esperar más. Siente una necesidad animal de consentirla.

De un solo movimiento rápido la coge de la cintura y la coloca sobre sus piernas. Con una pierna a cada lado Willow disfruta de sentir su dureza y hace pequeños movimientos sobre ella. Con los ojos cerrados lloriquea por más.

- Vamos a ver como arreglamos esto.

La voz del hombre suena tan ronca que parece un trueno en la tormenta. Gruesa y suave contra su boca.

La conejita casi grita cuando siente su mano presionar su intimidad. 

Orión no puede dejar de pensar en lo húmeda que se siente. Tan caliente, tan malditamente preparada para él que no duda en escurrirse dentro presionando con un dedo.

El resto son solo gemidos, gritos y gruñidos. Una neblina que no deja pensar a ninguno de los dos con claridad. El lobo solo la quiere a ella, que se derrame sobre sus dedos que mueve con movimientos expertos que satisfacen a Willow cada vez más.

Orión la agarra del mentón cuando ocurre. Viéndola a esos enloquecedores ojos claros mientras se corre sobre él en un escandaloso orgasmo. Ella tiembla, apoyándose sobre sus hombros y admirando esos luceros amarillos que la miran con devoción.

Se sonroja de inmediato viendo el desastre que ha formado. Jamás en toda su vida había sido tan ruidosa y sucia como aquella noche. Pero él parece no tener suficiente de ella porque, cambiando de posición se tumba sobre ella que, encendida de nuevo, busca a tientas el botón de su pantalón.

Por fin se deshacen de toda la ropa. De las bragas ya inservibles, de la ropa de él y de la vergüenza de ambos. El lobo se muere por probarla. Por enseñarle como piensa tratarla el resto de su vida si le acepta como compañero. 

Está duro, como nunca antes. Su cuerpo tiembla por el anticipo, pensando en introducirse en su humedad que ahora chorrea por él.

Willow aprovecha el juego para lamer su cuello, repartiendo cortos besos por su mandíbula. 

Por fin ocurre, de golpe. La coneja nunca se ha sentido tan llena, con la sensación de la presión de su miembro en su tripa. 

El lobo trata de ir despacio, pero está tan maravillosamente apretado que teme llegar antes de tiempo si es brusco. Además ese sentimiento de sobreprotección, incluso de si mismo, le invita a disfrutar y hacerla disfrutar. 

Es ella la que marca el ritmo cuando, de nuevo, ese calor en su interior, le pide el nudo de su hombre. Queriendo la semilla en su interior, ser marcada por el olor adictivo del lobo.

La luna, que ilumina desde el cielo, es testigo, de nuevo, de la magia que crea esta pareja. Del amor que son capaces de profesar dos destinados, en una simple y humilde habitación de hotel.

Un lobo para la conejaWhere stories live. Discover now