LA MARCA

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Nerviosa Willow observa a ese hermoso hombre de pelo negro que tanto le ha dado en estas últimas semanas. A su pareja destinada. Busca una explicación. 

Porque, aunque en ningún momento dudó de él, cuando sus padres pronunciaron el nombre de Egmont, las escenas de aquella noche en el bosque volvieron a ella. Los gruñidos y chillidos, el enrome lobo negro que la salvó de que abusaran de ella.

La luna era tan menguante esa noche que apenas podía ver sus pies. Cuando Orión la dejó ahí, en medio de la arboleda, solo volvió a casa con pasos tambaleantes aún con la sensación y los estragos que dejó él en ella. Sin fijarse en nada más y olvidándose completamente de Egmont.

Y ahí están. El uno frente al otro algunos meses después, con una conexión que los une que nunca y un amor profundo que compartir.

Su labio tiembla ligeramente esperando una respuesta. Orión tampoco es que le de muchas esperanzas porque su mirada se ha oscurecido y comienza a respirar pesadamente como si estuviese pensando en aquella noche, al igual que ella.

- ¿Fui... fuiste tu? ¿Asesinaste a esas personas?

Orión frunce el ceño. Decepcionado de alguna forma de que su propia destinada sea capaz de pensar así de él. Al igual que lo hizo su propia manada.

- ¿Eso es lo que piensas? ¿Esa es la opinión que te merece todo lo que te he demostrado cuando estamos juntos? 

Willow niega con la cabeza repetidas veces no queriendo herir los sentimientos del lobo. Conoce a Orión, sabe que él no es capaz de algo tan frío y despiadado como los asesinatos en serie.

- Necesito escucharlo. Necesito que me lo expliques, porque sabes que te creeré todo lo que me digas.

Los ojos de Willow brillan por las lágrimas y Orión también niega ahora, enfadado por esta situación a  la que les ha llevado la vida. Tener que aclarárselo a su propia pareja. 

Su sangre hierve de enfado cuando habla y lo dice tan serio que hasta a la coneja le recorren miles de escalofríos. 

- Soy un asesino Willow. Pero no de gente inocente. No maté a esos herbívoros.

Con los puños apretados se acerca aún más a la coneja.

- Si. Maté a ese Egmont, aquella noche. Maté a un violador que quería abusar de mi pareja. Y no voy a pedir perdón por ello.

A la coneja le tiemblan las piernas. La explicación estaba siendo dura y seca, pero sacar la verdad a la luz es importante para ella. ¿Es lo que quería no? Entonces por que se siente tan mal cuando el hombre le retira la mirada. 

Ambos se sienten rechazados y dolidos a pesar de que esto los une aún más. Su lazo grita por estrecharse a pesar de la situación tan incomoda en la que se han metido. 

Orión, aún enfadado, no piensa en otra cosa que en salir de ahí. Aire libre para respirar después de lo que ha admitido. Da dos zancadas hasta el exterior del despacho cuando una pequeña mano en su hombro lo detiene.

El tacto de su coneja le tranquiliza un poco, mandando una corriente eléctrica por todo su cuerpo, pero no se gira a verla. Las cosas se están saliendo de su control y su vida parece un tremendo caos esta primavera. Se siente asfixiado.

Willow no sabe que hacer. No sabe como disculparse y decirle a su lobo que agradece todo lo que ha hecho por ella. Por eso, tratando de mostrar su amor y sentir el que él le profesa, prácticamente se abalanza contra sus labios.

El hombre recibe sus labios como la última gota de agua en el desierto. Con hambre la devora al igual que ella lo hace con él. Tratando de decirse tantas cosas con un solo beso. 

Pronto necesitan separarse por la falta de oxigeno, pero se quedan así, mirándose a los ojos con las respiraciones aceleradas.

Willow sonríe, dejándolo todo atrás. Y Orión se pierde en esa linda mueca, olvidándose por completo de Lion, de Agnes, de los asesinatos y de la manada.

Queriendo ser, solo por un día, un simple lobo enamorado locamente de su coneja.

Vuelven a besarse, con más ansia con más prisa, sintiendo la respiración de ambos entremezclarse. Probando de nuevo el rico sabor de su pareja.

Willow pierde los sentidos, centrándose solo en lo que el hombre le hace sentir. Sin perder tiempo tira de su camisa para que esté a su altura y le besa con pasión y ansia, pasando una mano por su nuca y cabello.

El hombre arde enseguida por el atrevimiento de su coneja, por ese lado salvaje que pocas veces deja ver tras tanta ternura. 

Entre caricias y besos Orión consigue dirigirla hasta la mesa de reuniones y, con un solo brazo, sube a la ligera chica al escritorio. 

Sentada en esa posición Willow se siente aún más vulnerable y ansiosa, puede ver su fuerte pecho sobre ella y sus manos a cada lado de su cadera. Apretando y llevándola a un ritmo lento casi doloroso.

Cuando la mano de Orión se cuela por debajo de su falda no puede ocultar lo que causa en ella. Esa humedad que es solo para él y que hace al hombre crecer.

De alguna forma Willow consigue deshacerse de la camiseta del hombre y desabrochar el botón de su pantalón. Impaciente sus mandos recorren su torso mientras él deja un reguero de besos por su cuello.

Sus instintos salen a la luz cuando la coneja consigue abrirse paso hasta su miembro. Cuando su suave y fría mano le recorre entero haciéndole gruñir. Siente la necesidad de hacerla suya, ahora y para siempre. Marcarla.

Willow jadea cuando un pequeño mordisco de advertencia le hace mojarse aún más. Tan lista para él.

- Quiero marcarte.- Susurra grave contra su cuello el lobo, ardiendo en un deseo que le consume.- Joder conejita. Necesito marcarte.

Y es cierto. Lo desea desde el primer día que la vio. Desde que un instinto animal, que hacía mucho no salía a la luz, sintió la necesidad de arrancar la vida de ese poco hombre. De mantener a esa linda chica pegada a su pecho, para siempre.

- Hazlo.

Tal vez es la lujuria la que habla por ella, tal vez es lo que más desea. Pasar toda la vida junto el hombre al que ama, con el único con el que quiere pasar su existencia.

Nada se siente más correcto ahora mismo que hacer saber al mundo entero que están juntos. Que a pesar de todo lo que intenta separarlos se mantendrán unidos.

La ropa sobra y los besos faltan. Con deseo se consumen el uno al otro y no hay tiempo que perder cuando Orión se adentra en ella. De nuevo en el paraíso.

Y entre esa nube de lujuria, la marca. Por fin la mordedura que tanto deseaba en su tersa piel que marca a esa coneja como suya. Al igual que él.

Solo suya. Solo suyo.

Un lobo para la conejaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora