LA CUEVA

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Willow se seca las lagrimas con rabia. Le escuecen las mejillas de tanto que ha llorado. Está segura de que su cara está roja e hinchada pero no le importa. Nada importa en aquel inmenso bosque tan oscuro donde está completamente sola.

Le duele todo. No solo la garganta, la muñeca y las piernas por la carrera. También el pecho y el corazón.

Se detiene y deja caer a los pies de un viejo árbol ensuciandose la ropa y raspandose la piel con el tronco. El sonido de los animales nocturnos y las hojas movidas por el viento es lo único que le acompaña. Se ha alejado mucho de la manada y, seguro que de cualquiera civilización.

Y es que es así como se siente. No encaja en ningún lado. Nunca lo hizo en Sherfield, la capital parece quedarle muy grande y la manada... Ese sitio donde por fin creyó que la aceptaban... Resultó también ser un desastre.

¿A donde se supone que va a ir ahora? 

El hueco en su pecho se hace aún más profundo, temblando por el frío y el miedo que le genera la situación.

Tan metida está en su propio dolor que no se da cuenta de los pasos sigilosos que se acercan a ella. Como un depredador cazando en la noche.

Tampoco del hombre encapuchado que se para a su espalda. Con impulso levanta una gruesa rama por encima de la cabeza de la coneja que, con la mirada gacha, llora entre sus piernas.

De lo que si se da cuenta es el fuerte golpe en su cabeza que le hace perder el sentido al momento, oyendo tan solo susurros a su alrededor antes de sumirse en la inconsciencia por segunda vez en la noche.

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La enorme figura del hombre es lo único que se intuye a la entrada de la cabaña. Está oscuro, hace frío y las heridas de la pelea comienzan a doler, pero él no desiste de mirar a su alrededor, soñando con que su conejita aparezca allí. Tal vez cansa, furiosa o herida, pero con él a fin de cuentas.

Que vuelva para poder pedirle perdón en todos los idiomas que conoce. Que ella le grite y le diga que lo odía, que no la merece. Pero que esté a su lado.

Ahora que la adrenalina de la batalla a pasado, la realidad le pesa como piedras. Se comportó como un animal, como una bestia. Gritó a su pareja y la hirió de la peor forma posible. Con palabras. Porque muchas veces estás se clavan más profundo que cualquier puñal.

Aún recuerda como se quedó como un idiota viendo como Willow se perdía. Recuerda como fue su amigo el que tuvo que dirigirle hasta su casa, mientras él miraba a la nada como un perro perdido. 

Pero sobre todo recuerda como Kara le enfrentó con odio. Odio hacia su propio Alpha, perdiendo toda la lealtad hacia él y ofreciendosela a su Luna.

"¡Mira lo que has hecho!" Le gritó casi a empujones. "Al final Lion y tu no sois tan diferentes. Lo único que habéis demostrado los dos es no creer en ella y en la igualdad que se supone que defendéis."

Y está en lo cierto. Totalmente derrotado Orión sigue alerta, observando a su alrededor y esperando su regreso. Mueve el teléfono nervioso entre sus manos.

¿Debería llamarla o debería respetar el espacio que Archer le ha recomendado darle?

¿Con que derecho va a pedirle que vuelva? Al final ha sido él el que ha dejado intuir que ella solo era alguien del que cuidar, como si fuese una niña y no la mujer de la que está enamorado.

Y frente a toda la manada. Ha quedado como un idiota y un machista. Y le ha roto el corazón sin pensar en nada más que en el calentón del momento.

No, no tiene ningún derecho a llamarla. 

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Un agudo pitido constante en su oído hace a la coneja gruñir. Poco a poco va recobrando la consciencia y siente la presión en su sien. El golpe ha sido duro y su cabeza duele aún más que antes, si es que eso es posible.

Desorientada mira a su alrededor. La luz, que entra por unas oxidadas verjas en la ventana, le deslumbra causándole aún más malestar.

Ya es de día. Miles de preguntas surgen en su mente a medida que pasan los segundos.

Se encuentra en una húmeda celda en lo que parece el semisótano de un edificio, por la altura de la ventana.

Los barrotes gruesos le alertan aunque es la cuerda que inmoviliza sus muñecas lo que verdaderamente le preocupa. Aprietan, y por mucho que forcejé parece no poder soltarse de esa silla en la que está sentada.

Comienza a entrar en pánico. La han secuestrado y seguramente nadie lo sepa porque fue tan tonta y miedosa que huyó de su propia manada. De su propio destinado.

- Si sigues así te harás daño.- Una voz profunda surge de la celda de al lado llamando la atención de la coneja que se detiene temerosa.- No es como que me importe. Pero igual te lo digo como dato.

- ¿Qui...?¿Quien eres?

La voz de la coneja tiembla. Siente su garganta seca y adolorida. Desearía poder beber un vaso de agua, pero no hay nada a su alrededor más que esa silla.

- No lo se. Hace mucho tiempo que me olvidé de eso.

La desgana con la que contesta el desconocido deprime a Willow. Mucho tiempo. ¿Ese sería también su destino? Olvidarse hasta de su propio nombre. Perder el norte.

La posición en la que la castaña está sentada, dándole la espalda a la entrada, no le permite ver al desconocido y no sabe si él puede verla a ella.

Entiende que no puede escapar. Si hubiese alguna opción, él ya lo habría hecho. Ese lugar parece una carcel de alta seguridad y ella se ha convertido en una presidiaria.

- ¿Dónde estamos?

- En la Cueva.- Responde sencillo el hombre.- El escondite donde esos malditos leones mantienen todos sus trapos sucios.

Lion le ha atrapado. Al fin. Parece que la cacería ha terminado y que ella ha salido perdiendo. "Por lo menos," Piensa Willow triste "la manada ya está a salvo."

El silencio es tortuoso. Ella se pierde en sus propios pensamientos que le hunden en un pozo profundo de tristeza y resignación.

Los minutos avanzan lentos. ¿Que horas será? ¿Cuanto tiempo habrá pasado?

- Oye coneja.

Willow se queja ante la llamada. Siempre todo el mundo recordándole por su condición biológica. Incluso un desconocido que no sabe ni su propio nombre.

- ¿Qué día es hoy?

- Treinta de mayo.- Suspira Willow no entendiendo la pregunta.

- ¿De que año?

Los ojos de la chica se abren como platos. La pregunta retumba en su mente como un mal presagio.

Definitivamente, jamás saldría de allí.

Un lobo para la conejaOù les histoires vivent. Découvrez maintenant