Capítulo 1: Bienvenidos.

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|Sam|

Sonó mi despertador, eran las 9 de la mañana. Recordé que era fin de semana, por lo tanto no debía ir a la empresa. Me volví a acomodar en mi cama, cuando escucho ruidos de un camión provenientes de la calle.

Me levanté de la cama frustrada para mirar por la ventana, aún tenía sueño.

—Perfecto, tenemos nuevos vecinos—dije para mí misma.

Volví a la cama y me cubrí la cara con la almohada. Los ruidos eran aún más molestos y fuertes, por lo tanto mis deseos de dormir nuevamente no serían cumplidos.

Finalmente me levanté de la cama, bajé con mi bata negra a la cocina, donde me esperaba Kirk preparando el desayuno.

—Buenos días, dormilona—dijo volteándose al oír mis pasos, viéndome.

—No estoy de ánimo, no pude seguir durmiendo con tanto ruido—respondí caminando hacia la cafetera.

—Así es, son nuestros nuevos vecinos.

Llené mi taza de café y le di un sorbo.

—¿Qué planes tenemos para hoy?—dijo acercándose a mí.

Di un paso atrás.

Mi abuela nos tiene de cierta manera "obligados" a Kirk y a mí a convivir en esta enorme casa, su plan es que tengamos una gran boda, idea que no me agrada en lo más mínimo, ya que Kirk y yo sólo podríamos tener una amistad, aunque difícilmente. Por mi parte, soy muy distante con él, nunca permití que durmiéramos en la misma habitación, pues compartir cama con él no era algo que quisiera. Para mí ya es bastante tener que estar día tras día con él, hasta manejar una empresa juntos.

No es que Kirk no me agrade, sólo que de vez en cuando tenemos nuestras discusiones y diferencias, pues él tiene sentimientos hacia mí, pero para mí esto es sólo un plan de mi abuela, no podría verlo como algo más que un "acompañante", si es que lo puedo llamar así.

—¿Planes? Yo sólo pensaba seguir durmiendo, tuvimos una semana agotadora—respondí.

—Está bien, pero si se te ocurre algún panorama, no dudes en decirme, estaré en mi despacho—me dedicó una última sonrisa y salió de la cocina.

Una vez acabé de desayunar, subí para darme una ducha rápida y vestirme. Sinceramente hoy no quería hacer nada más que descansar.

Mientras secaba mi cabello oí risas. No dudé en mirar por la ventana; los nuevos vecinos seguían bajando cajas y cosas del camión.

Pude visualizar dos personas mayores, aunque no tanto, y una chica más joven. Los observé por un rato, parecían ser una linda familia, sin problemas, rodeados de un ambiente agradable y lleno de amor, todo lo contrario a lo que me ha tocado a lo largo de mi vida.

Su casa no era en lo más mínimo como la mía, más bien, era pequeña en comparación a mi casa y de un solo piso. Siempre creí que estaba ubicada en un muy mal sector, pues los vecinos anteriores eran bulliciosos, tenían fiesta cada día y fue un enorme alivio cuando se fueron. Esa casa estuvo sola durante dos años, dos años de paz, tranquilidad y libres de ruidos molestos, hasta ahora, aunque sólo esperaba que ellos fueran diferentes.

La ventana de mi habitación daba a su patio, podía ver una de la habitaciones, siempre y cuando fuera de noche y estuviera la luz encendida, así que esperaba que tuvieran cortinas gruesas, pues con los vecinos anteriores me llevaba desagradables sorpresas, ya pueden imaginar qué.

Decidí bajar a ver una película, pero Kirk ya me había ganado.

—¿No que estarías en tu despacho?—dije cruzándome de brazos.

—Decidí que también quiero relajarme hoy, y ¿qué mejor que hacerlo contigo? Así que ven, siéntate junto a mí, te dejaré elegir la película que quieras.

—Prefiero estar sola.

—Sam, ¿por qué tienes que hacer todo tan difícil? Desde que vivimos juntos no hay día que no discutamos.

—Sabes perfectamente que no me agrada tenerte aquí, sola estaba muy bien, lo disfrutaba.

—Tu abuela...

—No digas nada, tú podrías haber impedido esto, aceptaste sin siquiera dudar estar aquí conmigo, ¿acaso ella te asusta?—lo interrumpí.

—Ella es intimidante—rió de forma burlesca.

—Son excusas, no puedes hacerle caso en cualquier cosa que te diga.

—Sam, sólo quiero ver una película contigo, ya olvídalo.

—No me pidas que olvide nada, día a día pienso en que tendré que casarme contigo, sin tener elección, mi abuela quiere que formemos una familia, que tengamos hijos, ¿tu crees que es lo que yo quiero? Sabes que mi sueño ha sido viajar, recorrer el mundo, y nunca, jamás he tenido la libertad de decidir, es como si mi abuela tuviera toda mi vida planeada, yo no puedo vivir de esta forma, Kirk.

—No pensé que me odiaras tanto.

—No te odio, sólo no quiero que me agobies, quiero tener mi vida propia.

—Haz lo que quieras, Sam—se levantó del sofá enfadado y comenzó a caminar.

—¡Ojalá pudiera, es lo que más deseo!

Lo vi desaparecer de la sala de estar. Solté un largo suspiro de molestia y decidí tomar las llaves para salir a despejarme. No entendía cómo el lugar que me tendría que dar paz y seguridad de repente me estaba volviendo loca.

Tomé mi bolso, celular, mis audífonos y salí de casa, quería caminar un rato con mi música favorita puesta y olvidarme de mis problemas, aunque sea por un par de horas, de paso podría conocer a los nuevos vecinos desde más cerca.

Recorrí el sector durante unos minutos, hasta que me detuve frente a la casa. Me agaché para atar mis cordones, que por cierto, no estaban desatados, sólo quería ver un poco cómo estaban decorando su hogar y saber qué tipo de personas se habían mudado.

Vi al señor salir de la casa para tomar una de las cajas, hicimos contacto visualizar y lo vi mover su boca, diciendo algo.

«¿Es a mí?», pensé.

Dejó la caja en el suelo nuevamente y con una sonrisa comenzó a mover su mano en mi dirección. Me quité uno de los audífonos y lo pude oír.

—Buenas tardes—saludó él.

—Ehh, buenas tardes—respondí de forma tímida.

—Papá, ¿dónde dejaremos estas cajas? Oh, hola—dijo la chica viendo a su padre y luego a mí una vez salió de la casa.

—Hola, amm... bienvenidos—dije tartamudeando, viendo a la chica.

—¿Eres de aquí?—me preguntó ella.

—Soy de la casa de atrás—la apunté con mi dedo.

—¿Esa mansión inmensa? ¡Qué suerte debes tener!

—Supieras...—dije en voz baja.

—¿Qué?

—Nada, olvídalo.

Ella sonrió y caminó hacia mí, una vez frente a frente, me estrechó su mano.

—Bueno, pues... soy Mon, tu nueva vecina, es un gusto.

—Sam—me presenté.

Estreché de igual manera mi mano y sentí una corriente en cuanto hicimos contacto.

—Lo siento, te di la corriente—rió.

—No te preocupes y... bienvenidos, nuevamente—vi de nuevo a su padre y luego a ella.

—Muchas gracias, Sam.

Mi Primer Millón | Sam y MonHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin