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RECUERDOS
Parte 2

5 de febrero de 2016.

Admirando la puesta de sol, sentados bajo un árbol en la cima de una colina, con sus rodillas rozándose y sus cabezas descansando en el hombro contrario. Una tarde, tan especial como cualquier otra. El mayor de ambos tenía una pequeña araña descansando en su dedo meñique, la cual observaba fascinado, mientras explicaba algunas peculiaridades de su especie. Hwang Moonbin, como siempre, lo escuchaba con atención.

—Se llama Nephila, su telaraña es de color oro —sonrió, antes de apuntar a una rama en lo alto del árbol —. Esta lindura bajó desde allí, si nos subimos, veremos el oro.

El pelinegro dirigió la mirada hacia donde su mayor decía. No estaba tan alto, pero realmente no tenían la ropa adecuada para escalar un árbol. Se suponía que ambas familias habían tenido una cena importante esa noche para hablar de negocios, pero ellos, como los adolescentes rebeldes y ansiosos de libertad que eran, se habían escapado de la cena excusándose con que Bin le mostraría a su amigo la yegua que sus padres le habían regalado por su cumpleaños número catorce. Claro que, al salir de los establos, habían decidido subirse a uno de los autos de golf y dar un paseo por los kilométricos jardines de la mansión de la familia Hwang.

—Si rompo otra vez mi ropa, mamá me disminuirá mi mesada hasta que termine de pagarla —dijo Bin, haciendo un puchero inconscientemente.

El otro chico, quien ya se había levantado para escalar el árbol, rio negando con la cabeza.

—Si eso pasa, yo te daré mi mesada —le prometió, tendiéndole la mano para ayudarlo a ponerse de pie.

—¿De verdad, hyung? —preguntó con una sonrisa. El heredero de los Lee asintió risueño.

—Por supuesto, pero, Pájarito, te he dicho que puedes llamarme Dongmin. Ese es el estilo británico.

Moonbin sujetó su mano y se levantó, arremangando las mangas de su camisa de seda para subir con mayor facilidad, siendo seguido del chico mayor. Ambos escalaron aquel grueso roble, ayudándose entre sí hasta casi llegar a la cima, en donde la telaraña resplandecía junto a los últimos rayos del crepúsculo. Las pupilas de Dongmin brillaron y temblaron con fascinación al ver la telaraña que fácilmente sobrepasaba los cuarenta centímetros.

—Es hermosa, Binnie, ¿cómo puede ser tan hermosa? —acercó su dedo a la telaraña, rozándola sin llegar a dañarla —. Es tan resistente que en indonesia usan su seda para hacer ropa, aquí deben de haber más arañitas. ¡Mira, arriba hay un saco de huevos!

Moonbin, contagiado por el entusiasmo de Dongmin, abrió la boca admirado por la gran telaraña. A él realmente no le gustaban tanto los insectos. Es más, cuando era niño le daban terror. Sin embargo, cuando Dongmin estaba a su lado, todo parecía diferente; todo era menos triste, más alegre. La lluvia era divertida, y los vegetales sabían mucho mejor. Las cosas malas se volvían buenas, y no había razones para tener miedo. Bin admiraba demasiado a su hyung, ¿y cómo no hacerlo? Dongmin era un genio total, en cualquier sentido. Desde pequeño se había interesado en la naturaleza, comenzando a leer enciclopedias sobre botánica y el reino animal desde que tenía tan sólo cinco años. Le tenía un profundo amor a la tierra y a todo lo que brotara de ella, esa era su mayor cualidad. Lamentablemente, el grupo de empresas de sus padres no necesitaba de biólogos, por lo que ahora, con casi quince años de edad, los señores Lee aprovechaban su gran intelecto para enseñarle sobre negocios en casa, preparándolo profesionalmente en licenciaturas que al pequeño Lee no le eran de interés. Aún así, Dongmin mantenía su sueño de, una vez haberse instalado como un gran empresario, hacer un tiempo libre para comenzar a estudiar biología.

With you ; Vmin AUWhere stories live. Discover now