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—Así que... ¿Estas coqueteandole al novio de Camila? —Pregunto Tomas, golpeándole con su codo en la costillas y levantando una ceja al ver a Ivan sentado en un de las mesas mirando hacia afuera.

—Cállate. No le estoy coqueteando, no se de donde sacas eso. —Rodrigo le miro mal, apoyado en la puerta que llevaba a la cocina.

—Oye, duende, soy tu mayor, respétame. —Tomas le empujó suavemente.

—Me volves a decir duende y juro que te estampó una de las tortas en la cara, estupido. —el castaño le saco la lengua, y antes de que Tomas pudiese darle un zape que le sacaría hasta los ojos, le empujó de vuelta a la cocina y camino triunfante hacia la barra, yendo a atender el nuevo cliente que había llegado.

—¡Hola, buenas tardes!¿Desea ordenar? —Pregunto Rodrigo con una amable sonrisita en la caja, mirando al guapo chico -no tanto como Ivan- que había llegado.

—Hola —Oh vaya, parece que Rodrigo se ha corrido de lo gruesa que era la voz del chi-hombre. Detallo un poco su cara por unos segundos, ojos brillantes y cafés, cara redonda y labios gruesos, su cabello era negro y corto, peinado algo desordenado.

El chico era guapo, pero no tanto como el que estaba en la mesa atrás del hombro del pelinegro, el cual lo miraba capciosamente.

—Quiero una infusión de té de maqui y canela y... —Rodrigo apreto unas cuantas teclas antes de mirar nuevamente al cliente, captandolo mirándole con una sonrisa algo coqueta.—Y tu nombre, si podes, también tu número —.

Rodrigo enrojecio hasta las orejas al tan simplemente procesar aquel comentario, ¿Tan gay se veía para que le coquetearan en público? Soltó una risa, contagiando al chico de ojos pequeños.

—Me llamo Rodrigo, pero no te dare mi número —Bajo la cabeza, perdiendose la mirada desilusionada del chico.—Son € 3300 —.

—Soy Sebastian. —

Rodrigo le miro con una sonrisa y el ceño fruncido, mientras recibía el dinero, entregaba la boleta y comenzaba a preparar la infusion.—Bueno, Sebastian, ¿Lo quieres para servir o llevar? —

—Hoy para llevar, mañana para servir —Rodrigo le miro el rostro coqueto de sebastian, y soltó un pequeño bufido nervioso, ignorando al chico y esperando no enrojecer.

Sintió la mirada de los brillantes ojos de Sebastian sobre el, y mirando de reojo, pudo notar que Ivan igualmente lo miraba, y que este ahora se encontraba sentado en la barra, a dos asientos de Sebastian con una de esa miradas intimidades pero sumamente calientes que Rodrigo no podía soportar.

Sentía una tensión sofocante dentro de su perímetro. Tener a dos hombres extremadamente guapos que le miraban como un pobre pedazo de carne -Rodrigo no era tonto, sabía decodificar miradas- era casi un martirio y ni siquiera habían pasado 5 minutos, se sentía ahogado, observado, y lo peor es que muy en el fondo le gustaba sentirse así y ser el centro de atención.

Pero más le gustaría que solo Ivan le mirase.

Tapando el envase luego de terminar la infusión caliente, agregó una pequeña carita sonriente a la copa de cartón y se acercó a Sebastian con una sonrisa.

—Aquí tienes, Sebastian. —Le entrego la infusión al chico, sintiendo las pesadas manos de este abrazar las suyas por un segundo y sintiéndose extraño con Ivan observandole.—Ten un bonito día —Le deseo, porque el chico le habia resultado agradable, aunque le hubiese coqueteando en toda su corta plática.

—Nunca tan lindo como tú —Sebastian le giño un ojo, antes de darse la media vuelta y dejar a Rodrigo con un revueltijo en la cabeza por lo directo que resultó ser.

Se despabilo luego de unos segundos, cuando sintió otra presencia demasiado cerca suyo y un toque en su cabello que le hizo exaltarse.

—¿Que mie-? —Se mordió el labio al ver a Ivan tan cerca de el  tironeando un mechón de su cabello con poca fuerza.

Literalmente podía ver aquellos ojos tan despampanantes que tenía Ivan, tan oscuro y profundos, llenos de miles de cosas por expresar. Vio aquellas largas pestañas que adornaban esos ojos tan bonitos, y esos labios rosas que desde el primer momento quiso probar siendo mordisqueados.

—Ivan... ¿que haces? —Pregunto nervioso, comenzando a sudar enseguida por sus manos y apretandolas con fuerza en el mandil. Sintió un pequeño tirón más fuerte que los demás en su cabello, y como Ivan le sonreía de costado.

—Tenías una basurita en el cabello —Le respondio, sin alejarse todavía y tampoco borrando esa sonrisa socarrona que comenzó a acelerar el pulso de Rodrigo.

Lo único que atino a hacer en su cabeza de poroto, fue morderse el labio y mirar hacia un costado avergonzado.

𝗙𝗢𝗥 𝗠𝗘?Where stories live. Discover now