Ao'nung sentía que su corazón había sido arrebatado y entregado a la profundidad del océano.
Quería una segunda oportunidad de hacer bien las cosas.
Una donde hubiera podido ser generoso con los Omaticaya desde un principio. Donde su imprudencia no...
Eywa era la deidad de Pandora. Es una guía y una madre. Conecta a todo ser con su entorno, cuida de todos sus hijos e hijas que han llegado con ella.
Un día conoció a un bello niño. Sus ojos tenían el brillo del sol, su cabello estaba completamente trenzado y en su pecho tenía una marca de valentía...
Ya habían pasado más de tres meses después de aquel lamentable suceso.
Ao'nung paseaba por la costa, en la temple de la penumbra oscura. No había más luz que la que emanaba de las antorchas de los metkayina. Su paseo era tranquilo, últimamente Tsireya y Rotxo no lo dejaban ni un segundo solo. Lo agradecía y disfrutaba de su compañía, pero aprovechaba su soledad cada vez que podía.
Le gustaba sentir la brisa,mirar hacia las olas, escuchar el canto del mar. Cerraba sus ojos gozando de la calma que al fin llenaba su mente. Aún extrañaba. Aún le dolía. Pero ya no sufría.
Dejaba que sus pies se sumergieran en la arena y que su piel sintiera el viento. En medio de su serenidad se vió interrumpido por la voz de una anciana, que había llegado de la nada.
-Joven Ao'nung, me alegro de que tu corazón al fin encontrara la paz-. Aquella anciana a la que le había dejado la canastilla con alimentos estaba parada ahí, detrás de él.
-He puesto todo mi espiritu para salir de esto-. Ao'nung la miró y la na'vi solo le dió una sonrisa.
-Todo la energía es prestada joven Ao'nung, pero eso no quiere decir que se destruya, algúndía regresa al lugar de donde provino y vuelve circular por todo el universo-.
Ao'nung se vió un tanto confundido, no sabiendo muy bien a lo que se refería la anciana con esas palabras. Pensó que quizá solo le quería compartir un poco de su sabiduría y le agradeció.
La na'vi asintió y luego se fue. El metkayina supuso que ya había regresado a su marui.
Se quedó un rato más contemplando la oscuridad del océano. Las olas iban y venían azotando en la arena. No había más sonido que el del piélago.
De repente sintió una corriente eléctrica subir por todo su cuerpo. Un resplandor parecía emerger del fondo del mar, pequeño pero visible.
Ao'nung intentó prestar atención a lo que sucedía, pero esa luz tal como había aparecido, también se apagó.
El metkayina pensó que quizá su imaginación le había hecho una mala pasada, decidió por sí mismo que lo mejor era regresar a casa.
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Al día siguiente despertó muy en la mañana. Recién había retomado su rutina como cazador y no quería perder su buena racha. Últimamente le gustaba más cazar a solas. Tenía más libertad para explorar las zonas que el deseaba y todas la presas podían ser suyas.